Cuidados y atención amorosa
Capitolo 5 - El cuidado del cabello
Cuando hablamos de cabello, no todos los bebés son iguales. Algunos nacen con mucho pelo, mientras que otros solo presentan una ligera pelusa.
Durante los primeros seis meses de gestación, el feto desarrolla los folículos pilíferos y, entre el sexto y el séptimo mes, su piel está recubierta de una fina capa de vello llamada lanugo, que normalmente desaparece hacia el final del octavo mes. La aparición de este lanugo se debe a la gran cantidad de estrógenos en circulación. Por esta razón, después de nacer, con la disminución de los esteroides placentarios, no es raro que se produzca una progresiva pérdida de cabello y pelos residuales.
En unos meses, la pelusa inicial da paso al cabello verdadero, que suele ser abundante y especialmente suave, con una línea de implante más bien baja sobre la frente. Además, no es extraño que los recién nacidos pierdan pelo de forma copiosa en la zona de la nuca. En otros tiempos, la alopecia occipital de los recién nacidos se atribuía a la posición en la cuna y al roce de la cabecita con la almohada. Esta creencia fue desmentida por una investigación efectuada por un grupo de estudiosos en 2012. Los científicos valoraron la incidencia de la alopecia occipital en un grupo de 301 recién nacidos, al nacer y al tercer mes de vida. (7)
Todos los pequeños dormían en posición supina, como recomienda la American Academy of Pediatrics. Entre estos bebés, la incidencia de la alopecia occipital era del 11,88%. Un dato que no difería especialmente del registrado en los años 1985-1995, cuando los niños se ponían a dormir en posiciones aleatorias, sin prestar atención a su posición. Por lo tanto, la alopecia no depende de la fricción, sino del hecho de que el ciclo del cabello de la región occipital va con retraso con respecto al de las regiones frontal, parietal y temporal, que se produce en el útero, antes del nacimiento.
Así pues, la alopecia occipital afecta a todos los niños, solo que, a veces, no resulta tan evidente porque la zona occipital presenta un número relativamente abundante de cabellos que ya están en fase de crecimiento. Por lo tanto, no hay que preocuparse. Basta con mantener limpio el cuero cabelludo para favorecer el crecimiento del pelo.
El lavado de la cabeza del bebé es muy importante para la higiene en general, pero, sobre todo, porque favorece la disminución de la secreción de sebo, que causa la costra láctea. Por ello, hay que efectuarlo con algunas precauciones.
En primer lugar, no se debe utilizar champú hasta los cuatro meses, como mínimo. El empleo de agua templada y una esponjita suave serán suficientes. El lavado debe realizarse con movimientos lentos y suaves, teniendo en cuenta que la cabecita del bebé es muy delicada y que todavía presenta zonas blandas. Es importante que estas zonas se manipulen y se laven de manera muy suave.
A continuación, el pelito debe secarse con una tela o toalla suave, sin frotar, y evitando presionar con fuerza en las zonas blandas. Si el bebé tiene poco pelo, se puede secar solo.
El uso de secador de pelo no está aconsejado en los primeros meses, puesto que podría asustar al niño o quemar su delicada piel. Más adelante, si el niño lo acepta, se puede utilizar el secador, pero a baja temperatura y manteniendo una distancia prudencial.
A partir de los cuatro meses, se puede usar un producto específico de higiene pediátrica (que también puede servir para el cuerpo), en una pequeña cantidad al principio. El producto de higiene deberá estar formulado a base de ingredientes naturales, sin siliconas ni conservantes, así como no producir una espuma excesiva y poder aclararse con facilidad.
No es raro que los bebés se muestren reacios a lavarse la cabeza. Es necesario encontrar la estrategia adecuada para que el momento del champú se convierta en una experiencia agradable. Por ejemplo, se puede inclinar al niño suavemente hacia atrás y hacer que el pelo entre en contacto con el agua de forma gradual, así como hablarle en un tono relajado, haciéndole partícipe de todas las operaciones.
En algunos casos, se puede seguir con el método del lavado con esponja, fuera del agua. Para los más mayorcitos, en los casos más extremos, incluso se puede recurrir al uso de viseras especiales, que le protegen del contacto visual directo con el agua y de las posibles salpicaduras de jabón.
Sea como sea, acompañar el momento de la higiene con un ritual agradable (por ejemplo, peinarle suavemente antes del champú o ponerle música, o incluso jugar a hacerle peinados divertidos) suele vencer las resistencias y transformar la experiencia en un auténtico momento de bienestar.
7 M.Cutrone, R. Grimalt, Transient neonatal hair loss: a common transient neonatal dermatosis, «European Journal of Pediatrics», 2005, 12 July
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