Capìtulo 9 – Las maniobras de desobstrucción

La inhalación de un cuerpo extraño en las vías respiratorias representa uno de los accidentes domésticos más frecuentes en la edad pediátrica y, normalmente, afecta a niños de entre cero y cuatro años, con más frecuencia, del sexo masculino. Estos datos se atribuyen al hecho de que los niños, hasta los cuatro años, todavía tienen una dentadura incompleta, y a que los niños suelen ser más activos que las niñas.

Desde los seis meses hasta el año y medio, los niños empiezan a comer alimentos sólidos, y tienden a explorar los ambientes, llevándose a la boca todo lo que encuentran. Al mismo tiempo, su coordinación motriz aún es inmadura, presentan vías respiratorias de pequeño tamaño y no dominan la masticación y la deglución. Por ello, nunca deben dejarse solos mientras comen, y es preciso alejar de su alcance pequeños objetos duros de un tamaño que pueda entrar en la boca y ser tragados o, peor aún, inhalados.

Un ataque de tos o de llanto repentino de un niño que está comiendo o jugando pueden derivar en la ingestión o la inhalación de un cuerpo extraño. El adulto debe intervenir inmediatamente. Si el niño puede toser y llorar, significa que el objeto no ha obstruido completamente las vías respiratorias, y que aún pasa aire. En este caso, hay que animar al niño a toser todavía más fuerte, sin sacudirle ni golpearle la espalda, pues el movimiento podría desplazar el cuerpo extraño y empujarlo más profundamente. Si no expulsa el obstáculo rápidamente, hay que llamar al 112.

En cambio, si el pequeño se pone pálido de repente, con los labios lívidos y no logra llorar ni toser, significa que el obstáculo cierra sus vías respiratorias completamente. En este caso, además de llamar inmediatamente al 112, es necesario llevar a cabo la maniobra de desobstrucción pediátrica, para la expulsión del objeto.

La recomendación para los papás y, en general, para todas las personas que se ocupan de niños pequeños, es asistir a un cursillo de primeros auxilios o presenciar una demostración de desobstrucción pediátrica. Generalmente, organismos como la Cruz Roja, algunos hospitales, instituciones y tiendas de puericultura ofrecen estas demostraciones de forma gratuita. Participar y observar atentamente, anotando de forma clara los pasos a seguir indicados por los expertos, es la mejor manera de aprender la técnica y reaccionar con prontitud en caso de emergencia.

En la página web y el canal de Youtube de Cruz Roja Española, están disponibles información y vídeos prácticos. (32)

Capìtulo 8 – Si el niño está enfermo

Antes o después, sucede, sobre todo si en casa hay un hermanito mayor que puede transmitir infecciones al pequeño, o cuando el niño empieza a asistir a la escuela infantil. Las vacunas protegen de infecciones graves, pero, para luchar contra las demás, el organismo construye poco a poco las defensas inmunitarias necesarias para combatir a los agentes patógenos que las provocan. Conozcamos los síntomas y enfermedades más frecuentes a esta edad.

  • FIEBRE:
    Es un síntoma muy común cuando existe una infección en curso. Se trata de un mecanismo de defensa activado por el organismo para combatir a los virus y las bacterias sensibles a la elevación de la temperatura. Por lo tanto, no necesariamente debe combatirse. Los especialistas recomiendan (25) el uso de paracetamol e ibuprofeno para bajar la temperatura únicamente cuando es muy alta (más de 38ºC), o bien la fiebre está asociada a malestar general, dolores musculares y dolor de cabeza. La temperatura debe tomarse en reposo y en un lugar fresco, para evitar que el resultado sea falseado por las condiciones ambientales. Los termómetros más precisos son los digitales, que se usan en contacto con la piel debajo de la axila o en la ingle. Los termómetros de infrarrojos sin contacto toman la temperatura en pocos segundos, pero son menos fiables. Durante los estados febriles, se recomienda mantener al niño bien hidratado ofreciéndole el pecho o bien agua. Las compresas frías sobre la frente no son eficaces contra la fiebre, pero pueden aliviar al pequeño. El niño podría rechazar la comida sólida cuando tiene fiebre. Su organismo se autorregula, por lo que no es preciso insistir. Tampoco hay que insistir en mantenerle acostado en la cama. Si el niño muestra un cierto grado de vitalidad, puede jugar y moverse, pero sin fatigarse en exceso. En cualquier caso, ante la presencia de fiebre persistente, sobre todo si se trata de un bebé de pocas semanas o meses, siempre se recomienda consultar al pediatra y seguir sus indicaciones.
  • TOS:
    Como la fiebre, la tos es un mecanismo de defensa natural del organismo, y no solo consiste en emitir aire por la boca ruidosamente, sino que es la manifestación de una cadena de acontecimientos, algunos voluntarios y otros espontáneos, que provocan el aumento momentáneo de la presión del aire en las vías respiratorias y su posterior expulsión. Existen dos categorías de tos: la tos productiva (o blanda), provocada por la mucosidad acumulada, y la tos seca, más rara en el niño, sin mucosidad. En cualquier caso, se trata de un síntoma muy molesto, que puede perturbar el sueño del niño y, en ocasiones, incluso inducirle el vómito. La tos es una ayuda, un mecanismo de defensa, que pretende limpiar de secreciones las vías respiratorias o expulsar algo que se haya aspirado. Es, por lo tanto, un reflejo de protección, y está gobernado por un centro nervioso situado en el cerebro, aunque también puede ser autoprovocada. (26) Por otro lado, la presencia de tos podría representar el primer signo de enfermedad o infección de las vías respiratorias altas (entre las más comunes, encontramos la gripe, el resfriado, la faringoamigdalitis, la bronquitis y la laringitis), o bien de patologías extrapulmonares, y su persistencia podría constituir un indicador útil, tanto para el médico como para los papás.
    Algunos tipos de tos tienen características que pueden sugerir un diagnóstico inmediato, motivo por el que es importante escuchar la tos del niño, puesto que los papás podrían explicar sus características de forma imprecisa. Asimismo, es importante determinar la cantidad de tos, si es catarral o seca. La descripción por parte de los papás de la tos catarral o seca, o de la tos nocturna, tiene una buena fiabilidad, mientras que la respiración sibilante o el estridor no suelen ser referidos de forma adecuada. En la mayoría de los casos, la tos puede tratarse eficazmente recurriendo a remedios sencillos, como hidratar al niño con mucha agua (u otros líquidos), para fluidificar el moco y, por lo tanto, eliminarlo mejor. También se puede humidificar el ambiente y evitar que el niño se exponga a sustancias irritantes, como el humo del tabaco o el polvo. En caso de tratamiento, es necesario distinguir la tos blanda de la seca. A nivel farmacológico, la tos se trata con expectorantes, mucolíticos y calmantes de la tos. Los dos primeros sirven para tratar la tos productiva, puesto que aumentan las secreciones en las vías respiratorias y las hacen más fluidas y más fácilmente eliminables. En cambio, los calmantes bloquean el reflejo de la tos e impiden al niño sentir la necesidad de toser. Sin embargo, antes de los dos años, están absolutamente contraindicados, y, entre los dos y los doce años, solo deben administrarse en caso de absoluta necesidad, y siempre bajo prescripción médica.

  • DOLOR DE OÍDO:
    Es un trastorno muy común en los dos o tres primeros años de vida. Puede ser el síntoma de una otitis externa, es decir, una inflamación de origen infeccioso (bacteriana o micótica) del conducto que va del pabellón auricular al tímpano. En estos casos, el malestar viene precedido de picor y está asociado a la emisión de pus o suero. La otitis externa está favorecida por el estancamiento de líquido en el conducto auditivo, motivo por el cual los niños que van regularmente a la piscina o a la playa deben secarse cuidadosamente. Para tratarla, el pediatra puede prescribir gotas antibióticas o antimicóticas y anestésicas, para aplicar localmente. Más habitualmente, el dolor de oído, u otalgia, es uno de los síntomas de la otitis media, (27) una infección del oído medio, la cavidad que se encuentra detrás del tímpano y que está conectada con las vías respiratorias. En la mayoría de los casos, la otitis media es de origen vírico, normalmente, relacionada con un resfriado, o con una infección vírica de las vías respiratorias. En estos casos, es preciso esperar a que pase espontáneamente, administrando un antiinflamatorio al niño para aliviar el dolor. Si la infección es de origen bacteriano, en cambio, el recurso al antibiótico es eficaz. El pediatra es quien debe explorar al niño que sufre dolor de oído, realizar el diagnóstico correcto y prescribir el tratamiento más oportuno. La exposición al humo del tabaco es un factor de riesgo para la aparición de otitis media en los niños, mientras que la vacunación antineumonía constituye un factor protector, puesto que, precisamente, el estreptococo pneumoniae se encuentra entre los principales responsables de la infección del oído medio en los niños.

  • RESFRIADO:
    Es una infección de las vías respiratorias altas de origen vírico que suele afectar a los niños, sobre todo a los que asisten a escuelas infantiles, tanto como para hacerles enfermar, de media, de seis a diez veces al año. Los síntomas característicos (28) del resfriado son congestión nasal, fiebre, malestar y, algunas veces, tos, inapetencia o náuseas. Al tratarse de una infección vírica, no es necesaria la administración de antibióticos, que solo son eficaces contra las bacterias. El resfriado se cura espontáneamente en unos 5-7 días, y el único tratamiento eficaz en espera de la curación espontánea tiene que ver con el alivio de la sintomatología: ibuprofeno o paracetamol contra la fiebre, el dolor de cabeza y los dolores musculares, e irrigación con solución fisiológica para aliviar la nariz tapada e inflamada. En la primera infancia, está absolutamente desaconsejado el empleo de aerosoles que despejan momentáneamente las vías respiratorias, puesto que provocan la constricción de los vasos sanguíneos de la mucosa nasal. Para recuperarse pronto, lo mejor es que el niño se quede en casa, tanto para evitar contagiar a sus compañeros como para protegerse de otras infecciones que podrían sobreponerse a la primera, aprovechando el momento de debilidad. Un niño resfriado debe beber con frecuencia, para reponer los líquidos perdidos a través de la expulsión de mucosidad y

  • GRIPE:
    Es una infección respiratoria vírica, muy contagiosa, producida por el virus de la gripe y característica del otoño y el invierno. Es una enfermedad del tracto respiratorio que afecta a personas de todas las edades y condición social, (29) con síntomas similares a los del resfriado, pero que suelen ser más intensos, como fiebre alta que se presenta de forma repentina y que puede durar más de una semana y provocar malestar, debilidad, dolores articulares, congestión nasal y tos. El virus responsable muta continuamente, y cada año circulan cepas nuevas, razón por la que haber tenido la gripe un año no protege de la posibilidad de contraerla de nuevo al año siguiente. Cada año, al inicio del otoño, antes de que el virus empiece a circular, se pone en marcha la campaña de vacunación antigripal, una vacuna que inmuniza contra las tres o cuatro cepas que se espera que serán las más difundidas en la estación que está a las puertas. Actualmente, la vacunación en España está recomendada para colectivos de adultos y niños de riesgo elevado, con enfermedades crónicas u otras condiciones de vulnerabilidad, así como embarazadas, adultos a partir de 60 años y personas que trabajan en contacto frecuente con el público. Los pediatras también aconsejan la vacunación contra la gripe a todos los niños de 6 a 59 meses de edad para su protección individual y para no trasmitir la enfermedad a los grupos más vulnerables de más edad. Asimismo, debería vacunarse de la gripe a los niños y resto de convivientes de enfermos en los que esta enfermedad podría resultar especialmente peligrosa, como los que tienen enfermedades crónicas o relacionadas con el sistema inmunitario. No existen fármacos antivirales específicos para tratar la gripe, y los antibióticos son inútiles, como en el resfriado. En este caso, el tratamiento también es sintomático, y siempre es oportuno consultar al pediatra cuando el niño enferma, sobre todo si es muy pequeño. En cualquier caso, es conveniente mantener a los bebés alejados de personas que manifiesten síntomas de resfriado o gripe, así como evitar los lugares masificados.
  • GASTROENTERITIS:
    Suele ser de origen vírico y es una infección muy común en los primeros años. Se transmite por contacto o a través del intercambio de juguetes u otros objetos que se hayan introducido en la boca. (30)  Se manifiesta con síntomas como náuseas, vómitos, diarrea, dolor de barriga y fiebre. Se considera una enfermedad benigna, que se cura espontáneamente al cabo de unos días. Sin embargo, en el caso de los niños de menos de un año, comporta el riesgo de deshidratación. Por ello, en el primer año del bebé, está prevista la vacuna contra el rotavirus, principal responsable de la gastroenteritis vírica. Ni la vacuna ni la infección confieren inmunidad permanente: los niños pueden contraer el rotavirus varias veces, pero, normalmente, las infecciones posteriores a la vacunación y a la primera infección son menos agresivas. Cuando un niño contrae gastroenteritis, siempre es necesario consultar al pediatra y seguir sus indicaciones. Debe beber a menudo para no deshidratarse. Si es pequeño, leche materna; si es más mayorcito, agua y soluciones salinas rehidratantes específicas, de venta en farmacias, siguiendo las indicaciones del pediatra. La administración de probióticos puede ayudar, ya que a veces acortan la duración de los síntomas.
  • CISTITIS:
    Es una infección de las vías urinarias bajas que suele deberse a la proliferación de bacterias que se encuentran normalmente en el intestino, por lo que no es contagiosa. (31) Afecta a las niñas en mayor medida, debido a la proximidad entre el ano y la uretra. Se manifiesta con síntomas como escozor durante la micción, dolor de barriga, temblores, a veces fiebre y presencia de sangre en la orina. Es común en los primeros años, pero, en los más pequeños, que aún no son capaces de indicar el origen exacto de la molestia, puede resultar difícil detectarla. Se diagnostica a través del análisis de una muestra de orina y el posterior cultivo de las bacterias presentes, para identificar a los patógenos responsables de la infección y prescribir el antibiótico adecuado.

Capìtulo 7 – Salud oral y primeros dientes

La salud oral del niño está estrechamente relacionada con la de la madre, antes y después de nacer. Estudios recientes han demostrado que, cuanto mayor es la presencia de caries en la futura mamá, mayor es la posibilidad de transmitir la misma patología al pequeño. (22) Por ello, se recomienda a las gestantes que programen una cita con el odontólogo en cuanto descubran que esperan un bebé y, si es posible, antes de la concepción, con el fin de establecer un calendario de visitas para la higiene periódica y resolver así los posibles problemas existentes. Durante los nueve meses, entre los muchos cambios que se producen en el organismo materno, la cavidad oral también se modifica: (23) a causa de las fuertes variaciones hormonales, las encías pueden debilitarse e inflamarse, causando la denominada gingivitis gestacional, con enrojecimiento, dolor y sangrado. Asimismo, la progesterona facilita la proliferación de las bacterias de la cavidad oral y debilita la capacidad de los anticuerpos para combatirlas, favoreciendo la posible aparición de caries y perjudicando, en general, la salud de la boca.

En cambio, por lo que respecta al bebé, la colonización bacteriana de su cavidad oral se produce desde la vida intrauterina y continúa a través de la saliva materna, con los más sencillos gestos cotidianos, como un beso. Esto todavía no comporta la formación de caries, puesto que los organismos res-ponsables necesitan el tejido dental para sobrevivir.

Los dientes deciduos, comúnmente llamados dientes de leche, empie-zan a despuntar alrededor de los tres-seis meses.24 En total, son 20 dien-tes, distribuidos en cada arcada dentaria del siguiente modo: dos incisivos centrales, dos incisivos laterales, dos caninos y cuatro molares. Por regla general, los primeros en salir son los incisivos centrales inferiores, mien-tras que los superiores aparecen más tarde, entre los cinco y los siete meses.

La erupción de los incisivos centrales y laterales de las dos arcadas se com-pleta, en general, en el primer año. Les siguen los primeros molares, entre los 12 y los 18 meses; los caninos, entre los 18 y los 24 meses; y los segundos molares, entre los 24 y los 30 meses. Como sucede en todas las etapas del crecimiento, el proceso de dentición varía mucho de niño a niño. En algu-nos casos, el primer diente de leche aparece, incluso, al año.

Cuando empiezan a salir los dientes, el niño puede sentir molestias, tener las encías hinchadas, con abundante salivación, y su sueño puede verse perturbado. En algunos casos, el episodio puede venir acompañado de fiebre, diarrea e inapetencia. En cualquier caso, se trata de molestias leves, más típicas de la erupción de los molares, pero no por ello hay que descuidarlas. Para aliviar el malestar del pequeño, se le pueden masajear las encías con el dedo limpio. También se le pueden ofrecer mordedores específicos para atenuar el dolor y la molestia, que se pueden conservar en el frigorífico para combinar la acción mecánica con la generalmente anestésica del frío.

Como sucede en todas las etapas del crecimiento, el proceso de dentición también varía mucho de niño a niño. En algunos casos, el primer diente de leche aparece, incluso, al año.

Tampoco debe infravalorarse el efecto beneficioso y tranquilizante de los cuidados y los mimos de la mamá y el papá: un juego que le distraiga, una cancioncita, la lectura de un libro o, simplemente, un abrazo, constituyen instrumentos que no pueden sino contribuir a su bienestar.

Durante la primera erupción de los dientes, es fundamental ocuparse de la higiene oral. Es más, el niño debe habituarse a la cita con el cepillo incluso antes de la aparición de los dientes, frotando suavemente las encías con una gasa estéril templada y húmeda. Asimismo, existen guantes de microfibra específicos para este fin, con formas graciosas y divertidas. Dibujos, colores y personajes ayudan a los papás a transformar la rutina de la higiene oral en una especie de juego, favoreciendo la aceptación del cepillo por parte de niño, sobre todo, entre los 12 y los 36 meses, período en el que es bueno que empiece a familiarizarse con el instrumento. Más adelante, deberá empezar a hacerlo solito, pero siempre bajo la supervisión de la mamá y el papá.

Lo ideal sería lavarle los dientes por la mañana y por la noche, antes de irse a la cama. Después de la higiene de antes de dormir, sería preciso evitar las bebidas azucaradas. Durante el sueño, la producción de saliva se reduce y el azúcar se deposita más fácilmente sobre los dientes, aumentando el riesgo de caries.

En los seis meses posteriores a la salida del primer diente, se aconseja realizar un primer control odontológico, con un doble objetivo: familiari-zar al niño con la consulta del odontólogo y, sobre todo, prevenir. Los dientes de leche siempre deben tratarse, aunque estén destinados a caerse. Su cuidado y su permanencia en la boca hasta ser sustituidos por los dientes definitivos son fundamentales para la futura salud oral.

Durante los primeros meses, el bebé puede manifestar trastornos en la cavidad oral, concretamente, aftas y muguet. Las aftas son pequeñas llagas de color blanco o rosado que se forman sobre las paredes de la boca y debajo de la lengua. Se pueden deber a una alteración de la microbiota oral, o bien a una infección de las amígdalas, o incluso a una carencia de vitaminas. Pueden resultar dolorosas, incluso con la simple succión, y el niño se puede mostrar inquieto y molesto. En espera de la curación espontánea, el pediatra puede prescribir una solución terapéutica antiséptica que se aplica con un pincelito.

En cambio, si aparecen manchas blanquecinas en la boca, similares a restos de leche, se trata de muguet, una infección micótica provocada por el hongo Candida albicans, naturalmente presente en la flora intestinal del organismo. Aparece, sobre todo, en las primeras semanas de vida, y puede provocar tanto dolor que dificulte la lactancia. Si se contrae de forma leve, la candidiasis oral suele desaparecer en unas dos semanas, sin necesidad de ningún tratamiento. No obstante, siempre es conveniente consultar al pediatra y no infravalorar el problema que, en los casos más graves, incluso podría llegar a comportar una infección sistémica. Por regla general, no es necesario recurrir a fármacos antimicóticos: para tratar el muguet suele ser suficiente con utilizar unas gasas estériles empapadas con una disolución de agua y bicarbonato, y pasarlas por la lengua y el interior de la boca del lactante durante unos días o semanas, en función de la entidad de la infección. Mientras tanto, la mamá deberá limpiarse cuidadosamente el pecho antes de las tomas. Una vez finalizada la lactancia, el pecho debe lavarse con un jabón neutro o alcalino, no ácido, con un pH igual o superior a 7. El pediatra podría prescribir una pomada antimicótica para aplicar sobre el pezón.

Capìtulo 6 – Los trastornos fisiológicos del recién nacido

En los primeros meses, todos los niños experimentan alguna pequeña molestia. Nada grave, trastornos sin consecuencias que, en cualquier caso, pueden preocupar a la mamá y al papá en un primer momento. Vamos a hablar brevemente de los más comunes.

  • COSTRA LÁCTEA: se define así porque afecta a los lactantes, pero no tiene nada que ver con la leche o con la alimentación de la mamá que da el pecho. Es una forma de dermatitis seborreica del bebé que suele manifestarse en las primeras semanas de vida y se resuelve espontáneamente en los seisocho primeros meses. La piel de la cabecita y, a veces, la frente, la base de la nariz y los pliegues de las ingles se cubren de pequeñas escamas de secreción sebosa, de consistencia grasa y color amarillento. Raramente, resulta molesta para el pequeño, y no comporta ningún daño ni riesgo para su salud. La naturaleza y las causas de la aparición de este fenómeno no están claras. Se cree que la formación de la dermatitis se debe a las hormonas estrógenos transmitidas por el organismo materno al feto en el embarazo. Por el momento, no existen remedios de eficacia demostrada contra la costra láctea (16), y no es aconsejable intentar eliminar las escamas, puesto que la piel del niño podría inflamarse. Como mucho, se pueden ablandar aplicando aceite de almendras dulces sobre el cuerpo del niño con una gasita después del baño, así como usar una esponja suave para retirar las escamas que se desprendan espontáneamente.
  • REFLUJO GASTROESOFÁGICO: no se trata de un trastorno, sino de un fenómeno fisiológico que consiste en el ascenso por el esófago de parte del contenido del estómago durante la digestión. En los bebés de pocos meses, el cardias, la válvula situada entre el esófago y el estómago, que normalmente impide el retorno, suele ser inmaduro y no es plenamente eficaz. A esto se añade el hecho de que los lactantes tienen una dieta totalmente líquida y transcurren gran parte del tiempo en posición horizontal. Es fácil que parte de la leche semidigerida ascienda y se expulse por la boca, provocando la conocida regurgitación. Si el bebé regurgita a menudo, pero no da señales de sufrimiento, su reflujo se considera fisiológico, normal, y no debe tratarse de ninguna manera. Sin embargo, el material procedente del estómago contiene jugos gástricos ácidos que, al pasar por el esófago, pueden inflamar la mucosa, provocando un poco de ardor. En cambio, se habla de enfermedad por reflujo gastroesofágico cuando la inflamación de la mucosa del esófago debida al paso de la regurgitación ácida es tan intensa que provoca sufrimiento al bebé, que llora a menudo, tiene dificultades para alimentarse y no aumenta de peso como debería. En los casos más graves y raros, se puede producir la aspiración de la regurgitación hacia los pulmones. En ambos casos, se trata de trastornos que deben ser tratados adecuadamente y mitigados. (17) Si el lactante regurgita a menudo y manifiesta señales de sufrimiento y estrés, pero sin que esta condición influya negativamente en su capacidad de alimentarse y en su crecimiento, la conducta recomendada es, en primer lugar, pedir ayuda a una asesora profesional de lactancia materna que observe una toma al pecho, con el fin de controlar la succión del pequeño, su posición y su comportamiento después de mamar. Si esto no fuese suficiente, se puede recurrir a la administración de un alginato durante un par de semanas. Se trata de un agente espesante extraído de las algas que aumenta la densidad del contenido del estómago y dificulta el ascenso del líquido. Se administra en forma de gotas inmediatamente después de la toma. El organismo no lo asimila, por lo que es absolutamente seguro para el niño. Si la situación mejora, se puede seguir administrando el producto después de cada toma, suspendiéndolo de vez en cuando durante unos días para comprobar si el trastorno se resuelve solo. Normalmente, con la introducción de la alimentación sólida, y en cualquier caso antes del año, la enfermedad por reflujo desaparece. Para los niños alimentados con leche de fórmula que sufren enfermedad por reflujo gastroesofágico, se recomienda cambiar de fórmula, fragmentar las tomas ofreciendo menos cantidad de leche, pero más a menudo, y, si esto no fuese suficiente, utilizar una fórmula espesada con almidón de arroz o maíz.
  • CÓLICOS: es el trastorno más común en los tres primeros meses del bebé, y también es el más difícil de definir, porque, de hecho, no se conoce su naturaleza. Se manifiestan con crisis de llanto inconsolable, que suelen empezar a últimas horas de la tarde o por la noche, y que se prolongan durante horas, sin ninguna causa aparente. Según una definición a la que se recurre con frecuencia, se habla de cólicos infantiles cuando los episodios duran, al menos, tres horas y se repiten, como mínimo, tres días a la semana, durante tres semanas consecutivas. (18) Se pueden definir como cólicos gaseosos, porque, al llorar, el bebé suele contraer los músculos, flexionar las piernas, tensar el abdomen y expulsar aire del intestino. Por lo tanto, se considera que su malestar depende de la presencia de aire en la barriguita. No obstante, no se descarta que la acumulación de aire en el intestino sea una consecuencia del llanto prolongado, y no su causa. Otras causas sugeridas para explicar los cólicos del lactante son el reflujo gastroesofágico, la disfunción de la flora intestinal, la sobrecarga de estímulos sensoriales al término de la jornada, la inmadurez del sistema nervioso del recién nacido y su dificultad para adaptarse al ritmo circadiano. El trastorno es muy pesado desde el punto de vista psicológico. A menudo, los papás intentan calmar al niño sin éxito, y su nerviosismo es percibido por el pequeño, que se pone aún más nervioso. Afortunadamente, los cólicos no tienen consecuencias negativas para la salud y el desarrollo del niño, y suelen resolverse de forma espontánea entre los tres y los cinco meses. Siguiendo con la hipótesis de que la causa del llanto sea el aire acumulado en el intestino, se suele aconsejar la administración de simeticona, un medicamento sin receta que elimina las burbujas de gas. En algunos casos, el pediatra prescribe cimetropio bromuro, un antiespasmódico calmante que requiere prescripción médica. Para aliviar el llanto del bebé, pueden ir bien las siguientes pautas: reducir los estímulos sensoriales apagando la luz y bajando el volumen de las fuentes de sonido, acunar al niño, cogerle en brazos con la barriguita hacia abajo, dándole un suave masaje en la tripa al mismo tiempo, ofrecerle el pecho para consolarle, (19) o incluso cantarle una nana. La presencia y las caricias amorosas de la mamá y el papá pueden no ser suficientes, pero sin duda contribuyen a reducir el malestar del niño.
  • PLAGIOCEFALIA POSICIONAL: es una deformación de la cabeza del niño, que tiende a aplanarse en la zona occipital, el punto que se apoya en el colchón cuando el pequeño duerme. El aplanamiento es una condición benigna, que no comporta ningún riesgo para el desarrollo neurológico del bebé y que, en la mayoría de los casos, se resuelve de forma espontánea en unos meses, cuando el niño adquiere una mayor movilidad y ya no pasa casi todo el tiempo en posición supina. No en vano, los primeros en recuperar la redondez de la cabecita son los que empiezan a moverse pronto. En las últimas décadas, desde que los especialistas han demostrado que la posición supina es la más segura y recomiendan a los padres que pongan a sus bebés a dormir siempre boca arriba, la incidencia de los casos de plagiocefalia posicional ha aumentado mucho. Actualmente, en España, tiene una incidencia del 8 al 14%. (20) Lo más importante es la prevención: evitar el posicionamiento fijo de la cabeza, ladeándola durante los períodos de sueño. Cuando el bebé esté despierto, se le puede colocar en posiciones que no sean boca arriba. Es muy recomendable el uso de un portabebés, siempre encarado hacia el portador. (21) Algunos colchones provistos de discos integrados y estudiados para reducir la carga del occipital sobre la superficie pueden mitigar el riesgo de plagiocefalia, aunque su eficacia no ha sido científicamente probada. En cambio, debe evitarse el uso de almohadas o accesorios móviles durante el sueño. Para acelerar el redondeamiento de la cabecita, más bien, se recomienda realizar con el bebé una serie de ejercicios posturales específicos.

Capìtulo 5 – El crecimiento: tablas, percentiles y curvas

Longitud, peso y circunferencia craneal son los tres parámetros más importantes para valorar la salud al nacer y el crecimiento en los tres primeros años de un niño. Para poder valorar la regularidad del proceso de crecimiento, el pediatra anota los parámetros auxológicos (peso, altura, circunferencia craneal e índice de masa corporal) del niño en un gráfico que permite valorar y controlar la evolución en el tiempo de las curvas de crecimiento.

La curva central de cada tabla es la media: representa el peso, la estatura o la circunferencia craneal más común en los niños de la edad a la que la tabla hace referencia. Alejándose de la media, en un sentido o en el otro, se encuentran valores menos frecuentes.

Los percentiles son números que indican la distancia con respecto a la media de un valor, hacia arriba o hacia abajo. En el gráfico del crecimiento, están representados todos los percentiles, cada uno en una curva (la más baja corresponde al percentil 3, mientras que la más alta corresponde al percentil 97). Un niño cuya estatura se sitúa en el percentil 50 se encuentra perfectamente en la media con respecto a los niños de su edad. Si su estatura se sitúa en el percentil 70, es más alto que la media para su edad. Si se sitúa en el percentil 30, es más bajo que la media.

Gracias a la interpretación de estos datos, el pediatra, además de comprobar el crecimiento del niño en el tiempo, puede comparar los parámetros registrados con unos estándares de referencia en cuanto a edad, sexo y población de referencia. Para ello, lo primero que tiene que hacer es elegir el gráfico de crecimiento más idóneo. Existen diferentes tipos, que corresponden a diferentes estándares. Hoy en día, las curvas de crecimiento de referencia en España13 son las propuestas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2006, que valoran el crecimiento de los niños desde el nacimiento hasta los cinco años.

La peculiaridad de las curvas de la OMS es que no “fotografían” una realidad única, sino que se crearon sobre el principio de cómo los niños deberían o podrían crecer si se eliminasen, o al menos se redujesen, los factores negativos que pueden influir en su crecimiento natural. En la práctica, se tiene en cuenta el potencial genético como principal factor capaz de determinar diferentes modelos de crecimiento, expresados por los diversos percentiles de las curvas.

La base de datos está compuesta por 8.500 niños de etnias distintas, pero con el mismo estilo de vida: seguimiento pediátrico regular, alimentación equilibrada con leche materna exclusiva hasta los 4-6 meses y, posteriormente, leche materna hasta al menos el primer año, combinada con una alimentación complementaria. Respecto a las anteriores curvas de referencia (las del National Centre for Health Statistics de 1977, basadas en una muestra de niños estadounidenses prevalentemente alimentados con leche artificial), las curvas de la OMS pueden considerarse un instrumento de referencia, porque representan un modelo único de crecimiento ideal, independientemente del lugar de residencia. Los resultados de la investigación que sirve de base para las tablas de la OMS han demostrado que los niños que pertenecen a los mayores grupos étnicos que viven en condiciones de relativo bienestar crecen de manera similar, desde el nacimiento hasta los cinco años.

Hace algunos años, otro estudio promovido por un grupo de investigación internacional, con la participación de neonatólogos, llegó a la conclusión de que, independientemente del país de procedencia, del grupo étnico de pertenencia, de la estatura y de la constitución de los padres, todos los niños sanos, nacidos en la misma semana gestacional y con un crecimiento regular durante el embarazo, tienen más o menos las mismas medidas. (14)

El grupo de investigación redactó unas fichas antropométricas, con las medidas de los recién nacidos, en función de su sexo y de la semana de gestación en la que se produjo el parto. Si un pequeño se distancia mucho de estos datos, debe controlarse con mayor atención. Evidentemente, los niños que nacen antes de término son más pequeños que los nacidos a término; y algunos son más pequeños, aunque hayan nacido a término. Las causas pueden ser muy variadas, pero, en la mayoría de los casos, estos niños alcanzan las medidas de sus coetáneos en los dos primeros años. Con el paso de los meses y los años, el pediatra seguirá controlando el crecimiento del niño durante las revisiones de control correspondientes. En los dos primeros años, medirá la estatura, el peso y la circunferencia craneal. A partir de los dos años, solo la altura y el peso.

Más que los valores numéricos absolutos, lo que más cuenta durante el crecimiento es su evolución, es decir, cómo se modifica en el transcurso del tiempo. (15)

La continuidad de estas curvas y la ausencia de cambios bruscos son las primeras y más importantes señales de un crecimiento equilibrado. En los primeros meses de vida, la curva del aumento de peso es la más rápida. Según los gráficos de la OMS, en los tres primeros meses, un recién nacido puede aumentar desde 400 gramos al mes hasta incluso el doble. A partir de los tres meses, el incremento se ralentiza ligeramente, pero, en general, un niño dobla su peso del nacimiento a los cuatroseis meses, y lo triplica al año de vida.

En cambio, la longitud presenta una curva de crecimiento más regular. Por lo tanto, los denominados saltos de crecimiento, o “estirones”, son un tópico que no se corresponde con la realidad hasta la preadolescencia. Los saltos de crecimiento sí se producen, y de qué manera, en lo que respecta a la adquisición de nuevas competencias: de un día para otro, aprenden a gatear o a pronunciar las primeras palabras. En este sentido, los niños manifiestan evoluciones rápidas del desarrollo, pero no en el crecimiento físico.

Si se tienen dudas, las visitas periódicas de control representan la ocasión ideal para consultarlas con el pediatra. Si bien las medidas del bebé al nacer son independientes de la constitución física de los papás, el desarrollo del crecimiento y la estatura final sí reciben la influencia de su patrimonio genético, además de otros factores, como la alimentación y la actividad física. Por ello, en la interpretación del ritmo de crecimiento de un niño, el pediatra debe tener en cuenta no solo los valores estandarizados presentes en las curvas, sino también otros parámetros, como la estatura de los papás, que tiene un papel determinante en la estatura final del niño.

Capìtulo 4 – Vitaminas y sales minerales

La leche materna tiene todo lo necesario para satisfacer las necesidades nutricionales del lactante. Sin embargo, en los últimos años, se han identificado dos condiciones de riesgo potencial para la salud de los más pequeños relacionadas con la carencia de dos vitaminas. Su suplementación previene las consecuencias de este déficit.

La primera es la vitamina K, producida por las bacterias de la flora intestinal, que tiene un papel fundamental en el mecanismo de coagulación de la sangre. Durante el embarazo, el futuro bebé la recibe del organismo materno, si bien en pequeñas cantidades, puesto que la placenta es escasamente permeable a la molécula. Asimismo, durante algunas semanas, el bebé produce una cantidad reducida de vitamina K, ya que su flora intestinal todavía es inmadura.

Su carencia puede determinar pequeñas hemorragias intestinales, urinarias y, aún peor, cerebrales: es la denominada enfermedad hemorrágica del recién nacido, que puede presentarse de forma precoz en los primeros dos o tres días de vida, o de forma tardía, entre las dos y las doce semanas. Es una eventualidad rara, pero no se puede excluir. Para prevenir la forma precoz de la enfermedad hemorrágica y reducir de for-ma significativa el riesgo de su forma tardía, a todos los recién nacidos, con el consentimiento informado de los padres, se les administra una dosis de vitamina K por vía intramuscular (im) o una pauta oral de esta vitamina durante 12 semanas. (9)

El segundo suplemento que se recomienda a todos los niños menores de cuatro años es la vitamina D. (10) Está presente en pequeñas cantidades en algunos alimentos, pero, generalmente, es producida por la piel ex-puesta a los rayos solares. Sus múltiples funciones en el organismo toda-vía son objeto de estudio. Lo cierto es que esta vitamina contribuye al de-sarrollo de las defensas inmunitarias y es un elemento fundamental para fijar el calcio en los huesos. Un déficit grave de vitamina D obstaculizaría seriamente el desarrollo del aparato esquelético del pequeño.

En España, los casos de carencia grave de vitamina D son escasos, puesto que nuestro clima garantiza una adecuada insolación durante la mayor parte del año. Sin embargo, se recomienda no exponer demasiado a los niños a la luz directa del sol. Por otro lado, la costumbre de la socie-dad moderna de pasar gran parte del tiempo en interiores ha hecho regis-trar, en los últimos años, un incremento significativo de la carencia leve de vitamina D en el 50% de la población pediátrica.

Así pues, los especialistas recomiendan administrar a todos los niños, desde el nacimiento hasta cumplir el primer año, una dosis diaria de 400 UI de vitamina D, en forma de gotas por vía oral, a menos que el peque-ño ya consuma alimentos enriquecidos con vitamina D, en cuyo caso es oportuno consultar al pediatra, para evitar un exceso nocivo.

En función de las necesidades específicas, el pediatra podrá prescribir otro tipo de suplementación. Por ejemplo, los niños que no toman leche materna pueden beneficiarse de un suplemento de probióticos, para favorecer el mantenimiento de una flora bacteriana rica, así como DHA, ácidos grasos necesarios para el desarrollo del sistema nervioso que la leche materna sí contiene en abundancia. Por su parte, los pequeños alimentados al pecho podrían necesitar un complemento de hierro. (11)

Por último, a partir de la salida del primer diente de leche, alrededor de los seis meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la fluoroprofilaxis tópica, es decir, una suplementación de flúor, mineral que refuerza el esmalte dental y previene la aparición de caries en el niño. El consejo de la OMS es utilizar un dentífrico con flúor específico para la edad del niño hasta los trece años, al menos dos veces al día, utilizando una pequeña cantidad de pasta, el equivalente al tamaño de un guisante. El dentífrico es mucho más eficaz que las gotas de flúor, puesto que actúa directamente sobre los dientes. (12)

Capìtulo 3 – Las vacunas

Junto al agua potable, la vacunación es el instrumento de prevención que más ha contribuido en la historia de la humanidad a la preservación de la salud frente a las enfermedades infecciosas. La viruela, responsable de epidemias devastadoras en el pasado, fue erradicada de la faz de la Tierra gracias a la vacunación universal, y también estamos muy cerca de erradicar definitivamente la poliomielitis. Otras infecciones graves, como la difteria y el sarampión, están ausentes en nuestro país, o circulan de forma muy reducida, gracias a la inmunidad de gran parte de la población. No obstante, si la amplitud del escudo protector se reduce, estas enfermedades pueden volver a difundirse y provocar víctimas. Y sus beneficios no están relacionados de modo abstracto con la salud pública o con solo algunas personas vulnerables, sino que, para todas y cada una de las personas, para todos los niños, vacunarse es más ventajoso que no hacerlo.

Las autoridades sanitarias competentes ofrecen una lista de vacunas recomendadas, así como un calendario vacunal con las ventanas temporales indicadas para la administración de cada dosis, que se actualiza anualmente sobre la base de la evidencia científica más reciente y de los nuevos instrumentos disponibles. Siempre es recomendable consultar el calendario de vacunación de la propia comunidad. En caso de no llevarse a cabo la vacunación en las edades establecidas, existen pautas aceleradas o de rescate. Asimismo, en poblaciones de riesgo, hay vacunas que se administran a edades diferentes al resto de niños. (7)

La primera cita prevista en el calendario de vacunas publicado por el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría tiene lugar a los dos meses del bebé. En esta ocasión, en el mismo día, se administran varias vacunas al pequeño por vía intramuscular y una por vía oral: la hexavalente, la antineumococo, la antirrotavirus y la antimeningococo B.

La hexavalente protege de seis infecciones: el tétanos, una enfermedad no contagiosa potencialmente mortal que se contrae a través de heridas infectadas, incluso pequeñas; la difteria, infección bacteriana contagiosa que ataca a la garganta y obstruye las vías respiratorias; la tosferina, peligrosa, sobre todo, para los más pequeños, a los que provoca ataques de tos convulsiva y dificultad respiratoria; la poliomielitis, infección que puede atacar al sistema nervioso y provocar parálisis; la hepatitis B, que provoca graves daños en el hígado, sobre todo, si se contrae en la infancia; y la Haemophilus influenzae tipo b, infección bacteriana responsable de meningitis potencialmente letales. Tras la primera dosis de la vacuna hexavalente, que se administra a los dos meses, están previstos refuerzos a los cuatro y a los once meses. Asimismo, se administran dosis de recuerdo únicamente contra el tétanos, la tosferina, la difteria y la poliomielitis a los seis años y a los 12-14 años. En el caso de la hepatitis B, a los recién nacidos con factores de ries-go se les administra una dosis de la vacuna al nacimiento junto a una inmunoglobulina antihepatitis B.

La vacuna antineumococo actúa contra trece cepas del Streptococ-cus Pneumoniae, bacteria responsable de otitis, neumonías y meningi-tis. Se administran tres dosis: las dos primeras, a los dos y cuatro me-ses, con un refuerzo a partir de los 11 meses de edad.

La vacuna oral antirrotavirus protege de una infección gastrointes-tinal extremadamente contagiosa, que la mayoría de los niños contrae en los 2-3 primeros años de vida. Existen dos tipos de vacunas frente al rotavirus: monovalente y pentavalente, que cuentan con pautas de administración diferentes. Se recomienda la vacunación entre las 6 y las 12 semanas de vida, y debe completarse antes de las 24 semanas, en el caso de la monovalente, y de las 32, en la pentavalente.

El intervalo mínimo entre dosis es de cuatro semanas, y se pueden administrar con cualquier otra vacuna. La inmunidad no es de larga duración, pero la infección contraída a partir del año es más leve.

En el transcurso del primer año, también está prevista la admi-nistración de la vacuna antimeningococo B en tres dosis: se inicia a los dos meses de edad, con dos dosis separadas por dos meses y un refuerzo a partir de los 12 meses, siempre que hayan pasado, al menos, seis meses desde la tercera dosis. Se prefiere administrar esta vacuna de forma separada de la hexavalente, la del neumococo y la del rotavi-rus, tanto para evitar el estrés de recibir tres pinchazos el mismo día como porque su combinación puede provocar una reacción febril in-cluso superior a 39 grados. La Neisseria Meningitidis, o meningococo de serotipo B, es una bacteria que provoca meningitis y sepsis, enfer-medad rara, pero con resultados que suelen ser muy graves.

Al cumplir el primer año, la cita es con la vacuna cuadrivalente contra el sarampión, la rubéola, la parotiditis y la varicela, que se ad-ministra una primera vez a los 12-14 meses, y una segunda vez, entre los tres y cuatro años. Protege de las enfermedades exantemáticas más comunes.

A los cuatro meses, se administra la primera dosis de la vacuna conjugada frente al meningococo C (MenC), y a los 12 meses, fren-te a los meningococos ACWY (MenACWY), con otra dosis a los 12-14 años. Existen variaciones entre comunidades autónomas respecto a la presencia de estas vacunas en sus calendarios.

Vacuna frente a la gripe. Se recomienda esta vacunación para to-dos los niños de 6 a 59 meses de edad, con vacunas inactivadas paren-terales. A partir de los dos años, si está disponible, también se podría utilizar la vacuna atenuada intranasal. 8

La vacuna contra el papiloma virus, que se administra en dos do-sis, si se pone en la franja de edad de entre 9 y 13 años; y en tres dosis, a partir de los 14 años. Actualmente, se está ampliando la vacunación también a los varones.

Frente al SARS-CoV-2 (Covid 19), disponemos de vacunas auto-rizadas con distintas presentaciones en función de rangos de edad: de 5 a 11 años, y a partir de los 12 años.

Capìtulo 2 – Los controles de salud

Una vez recibe el alta del hospital en el que ha nacido, si todo está dentro de la normalidad, el bebé pasa de la asistencia del neonatólogo del hospital a la del pediatra de Atención Primaria. El pediatra es un especialista que recibe y trata a los pequeños pacientes en su consulta.

Todos los niños residentes en nuestro país tienen derecho a la asistencia por parte de un pediatra de Atención Primaria desde el nacimiento hasta los 14 años, cuando pasan a la asistencia del médico de familia.

Desde que el bebé recibe el alta en el hospital, el pediatra de familia se convierte en la principal referencia para los nuevos papás, una figura a la que no solo se dirigirán en caso de problemas de salud del bebé, sino también para efectuar controles de salud periódicos.

Para dar de alta al bebé en la Seguridad Social y que pueda ser atendido por el servicio de salud de la autonomía correspondiente, los papás deben realizar el trámite en la delegación de la Seguridad Social más cercana, de manera digital o presencial. (5) A continuación, se podrá solicitar la tarjeta sanitaria correspondiente y acudir al Centro de Atención Primaria de referencia para que se le asigne un pediatra y se pueda pedir cita para efectuar la primera revisión del bebé en el centro de salud.

Desde que el bebé recibe el alta en el hospital, el pediatra de familia se convierte en la principal referencia para los nuevos papás, una figura a la que no solo se dirigirán en caso de problemas de salud del bebé, sino también para efectuar controles de salud periódicos que forman parte del Programa de Salud Infantil de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.

Una parte importante del trabajo del pediatra consiste en efectuar los controles de salud, (6) una serie de visitas programadas desde el nacimiento hasta los 14 años, aproximadamente, que sirven para valorar el crecimiento, las condiciones de salud, la consecución de los diferentes hitos del desarrollo motor, cognitivo y relacional, así como prevenir o detectar de forma precoz posibles patologías en curso. Gran parte de estos controles de seguimiento del niño sano se concentran en el primer año del bebé, cuando los cambios y las nuevas conquistas se suceden a un mayor ritmo.

l primer control se realiza a las 48-72 horas tras el alta hospitalaria y, en todo caso, antes de finalizar la primera semana de vida. Esta recomendación es relevante en el apoyo a la lactancia materna, en la detección precoz de la deshidratación y para detectar en las primeras horas de vida patologías que se puedan producir en el período posnatal inmediato, como cardiopatías congénitas. La recomendación incluye que esta visita se realice por el pediatra y la enfermera conjuntamente siempre que sea posible. De no ser posible, se priorizará la cita precoz con la enfermera para valoración y apoyo de la lactancia materna. La enfermera citará al recién nacido en las siguientes 48 horas con el pediatra y recomendará la visita puerperal con la matrona.

Los siguientes controles se realizan a los dos meses, a los cuatro meses, a los seis meses y a los 9-10 meses. A partir de entonces, en general, los controles de salud del niño sano se van espaciando, quedando previstos, a los 12-15 meses, 18 meses, 2 años, 3-4 años, 6 años, 9-11 años y 12-14 años, periodicidad que puede variar en función de la autonomía donde residan sus padres.

En cada control, el pediatra o la enfermera de pediatría exploran al pequeño de la cabeza a los pies. Se le pesa, se le mide y, hasta los dos años, también se mide su circunferencia craneal. Asimismo, se valoran sus capacidades visual y auditiva, su competencia motriz y sus habilidades sociales. Durante los primeros controles de salud, el pediatra repite la maniobra de Barlow-Ortolani. Todas las visitas programadas constituyen ocasiones para hablar con los papás, responder a sus preguntas, aclarar sus dudas, aliviar su ansiedad y animarles a adoptar un estilo de vida saludable.

Capìtulo 1 – Los controles del nacimiento

Desde los primeros instantes de vida del bebé, los profesionales sanitarios realizan una rápida valoración de sus condiciones de salud:1 el tono de la piel, la frecuencia cardíaca, la reactividad a los estímulos, el tono muscular y la respiración son los cinco parámetros que se valoran para asignar al pequeño un número de 0 a 10. Es el llamado test de Apgar, y se llama así por la anestesista que lo inventó, Virginia Apgar. En 1963, para favorecer la memorización de cada uno de los cinco parámetros tomados en consideración, se acuñó el acrónimo APGAR (cada letra corresponde a un parámetro en inglés), por el apellido de su creadora: Appearance, Pulse, Grimace, Activity y Respiration.

Una puntuación de 8 a 10 denota que el paso a la vida extrauterina se está desarrollando con plena normalidad. Se trata de controles muy importantes, que el personal sanitario efectúa rápidamente y con la debida atención, para no perturbar la intimidad de los primeros abrazos entre la mamá y el bebé. La observación se repite a los cinco minutos de vida, teniendo en cuenta siempre los mismos parámetros.

A continuación, el pequeño se pesa y se explora de forma más exhaustiva. El neonatólogo revisa todas las partes de su cuerpo, la forma de la cabeza, la nariz, la boca y las orejas. También palpa el abdomen, escucha con mayor atención la respiración y el latido del corazón, y observa los genitales. Estas operaciones pueden y deberían realizarse sin separar al bebé de su mamá y su papá. Sin embargo, en muchos hospitales, por razones de organización, tiene lugar una breve sepa-ración para la exploración médica, antes de devolver al pequeño al cuida-do amoroso de sus papás.

En los siguientes días, antes de recibir el alta hospitalaria, el recién nacido se somete a otros controles. A las 24 horas, el neonatólogo mide la oxigenación de la sangre con un instrumento no invasivo, a través de la piel, un examen que sirve para identificar posibles cardiopatías congénitas que hubiesen escapado al control de la ecografía morfológica efectuada durante el embarazo. Generalmente, en los centros hospitalarios, el protocolo incluye una pequeña extracción de sangre para determinar el grupo sanguíneo del pequeño y detectar una posible anemia por carencia de hierro.

Entre los dos y los cinco primeros días, la piel del recién nacido puede teñirse de un color amarillento, lo que se conoce como ictericia neonatal. Se trata de un fenómeno normal hasta cierto punto, que se debe a una acumulación de bilirrubina, una sustancia de desecho del metabolismo de los glóbulos rojos. Durante la vida fetal, el organismo de la futura mamá elimina la bilirrubina producida por el feto. En el adulto, este trabajo lo realiza el hígado, pero, en los primeros días, el hígado del pequeño todavía no es capaz de llevar a cabo esta función. Como resultado, la concentración de bilirrubina en sus tejidos aumenta y puede manifestarse un poco de ictericia. Normalmente, desaparece de forma espontánea en el transcurso de una semana.

Un aumento excesivo de la concentración de bilirrubina comporta el riesgo de sufrir daños neurológicos. Por ello, la entidad de la ictericia neonatal se mide con un instrumento no invasivo, a través de la piel, antes de recibir el alta. Para tratar la hiperbilirrubinemia, el exceso de bilirrubina en la sangre, se expone al recién nacido a la luz producida por unas lámparas especiales, inocua para su delicada piel, pero capaz de degradar la molécula de la bilirrubina. Si la ictericia resulta excesiva, el neonatólogo prescribe al pequeño unas sesiones de fototerapia con estas lámparas antes de darle el alta.

Otro control que se efectúa en los primeros días de vida es la maniobra de Barlow-Ortolani, para valorar el correcto funcionamiento de la cadera del bebé.

La cadera tiene una articulación esférica que está formada por la parte superior del hueso del muslo, la cabeza del fémur, y que es libre de girar en el interior de su alojamiento en forma de copa situado en el hueso de la pelvis. Algunos niños, al nacer, tienen la cabeza del fémur dislocada, es decir, desplazada hacia el exterior de su habitáculo natural. Se trata de un defecto presente en el 2-3% de los recién nacidos, que, en la mayoría de los casos, se corrige tomando una serie de precauciones durante unos meses. Sin embargo, si no se diagnostica a tiempo, esta anomalía, conocida como displasia congénita de cadera o luxación congénita de cadera, puede interferir en el desarrollo de las piernas y crear futuros problemas de deambulación al niño. (2) La maniobra de Barlow-Ortolani consiste en una delicada manipulación de las piernas, que se flexionan y se separan para comprobar que la cabeza del fémur realiza una rotación correcta, con un movimiento fluido. Si detecta una anomalía, el neonatólogo prescribe una ecografía de la cadera para profundizar en su valoración.

Puesto que la displasia de cadera puede estar ausente al nacer, pero manifestarse semanas después, la maniobra de Barlow-Ortolani debe repetirse en los controles de salud que el pediatra realiza regularmente. Cuando la exploración detecta alguna anomalía o son niños con factores de riesgo (presentación de nalgas o antecedentes familiares), suele realizarse una ecografía en los primeros meses para descartar o diagnosticar la displasia y valorar la gravedad.

Para corregir el defecto, en los primeros meses, el niño debe mantener, lo más a menudo posible, las piernas flexionadas con las rodillas se-paradas, lo que se conoce como posición de “ranita”. Los papás pueden ayudar al bebé utilizando pañales ortopédicos específicos para la displasia de cadera, o bien poniéndole un pañal doble (uno encima del otro). Asimismo, mantener al pequeño a menudo en el fular o en la mochila portabebé puede ser de gran ayuda, siempre y cuando sus piernecitas estén bien separadas y los muslos sujetos, en la clásica posición de M.

Asimismo, se deben efectuar otros cribados neonatales en todos los hospitales. (3) Uno de ellos es el examen de los ojos del bebé (tamaño y posición) y la prueba del reflejo rojo, que sirve para controlar la transparencia del ojo a través de la pupila hasta el fondo ocular. Se trata de un examen muy sencillo, que consiste en iluminar el ojo del niño con un haz luminoso directo. Se debe observar el reflejo proveniente del fondo del ojo de color rojo. Es el mismo reflejo que a veces aparece accidentalmen-te en las fotografías hechas con flash. La ausencia del reflejo, o bien si este tiene un color blanquecino, no uniforme o diferente en cada ojo, indica que existe alguna patología que se debe diagnosticar cuanto antes.

Otro control que se realiza a los recién nacidos son los potenciales evocados auditivos, para comprobar la audición del niño y detectar pre-cozmente problemas que, si no se advirtiesen, podrían interferir en el de-sarrollo neurosensorial y en el aprendizaje. A diferencia del examen de la audición destinado a niños más mayorcitos, este no requiere de la colabo-ración del pequeño, no es invasivo y se efectúa durante el sueño natural, sin molestarle. Son técnicas diagnósticas que, mediante estímulos auditivos y el registro de las respuestas cerebrales que estos provocan, valoran la inte-gridad de las vías sensitivas estimuladas.

La detección precoz de metabolopatías, o errores congénitos del metabolismo, es de vital importancia.

La falta de diagnóstico y tratamiento precoz puede comprometer gravemente la vida y/o el desarrollo psicomotor de las personas. Si bien la incidencia de cada uno de estos trastronos es baja, en su conjunto, afectan a uno de cada 1.500-2.000 niños. (4) Se debe incluir en un programa de cribado a todos los recién nacidos vivos antes de las 72 horas del nacimiento. Es importante ofrecer información sobre este pro-grama a los papás, así como obtener su consentimiento informado.

La toma de muestra debe realizarse en todos los recién nacidos a las 24-72 horas de vida en el centro hospitalario de nacimiento, teniendo en cuenta también los programas de altas precoces y los nacimientos planificados en el domicilio. Las muestras, convenientemente identificadas, serán analizadas en el laboratorio de referencia del área de salud correspondiente.

Los resultados negativos deben comunicarse a la familia del recién nacido en el plazo de 15 días tras su obtención. En ocasiones, se precisa una segunda muestra, si la primera no es válida o el resultado es dudoso. Si el resultado es positivo para alguna de las enfermedades objeto del cribado, ese mismo día y de forma urgente, se notificará a los padres.

La cartera de servicios común del SNS ofrece el cribado para:

  • Hipotiroidismo congénito.
  • Fenilcetonuria.
  • Fibrosis quística.
  • Deficiencia de acil-coenzima A-deshidrogenasa de cadena media (MCADD).
  • Deficiencia de 3-hidroxi-acil-coenzima A-deshidrogenasa de cadena larga (LCHADD).
  • Acidemia glutárica tipo I.
  • Anemia de células falciformes.

Además de los cribados y los controles neonatales, también se administra al pequeño una dosis de vitamina K por vía intramuscular (im) o una pauta oral de esta vitamina durante 12 semanas, para prevenir la enfermedad hemorrágica del recién nacido, así como un colirio antibiótico para protegerle del riesgo de conjuntivitis provocada por el posible contacto con bacterias durante su paso por el canal del parto.