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El desarrollo armónico del niño

"Una madre y un padre serenos, que logran observar a su hijo y relacionarse con él, sabrán acompañarle en sus progresos evolutivos"

Capìtulo 1 - El desarrollo armónico del niño

CATEGORÍA: El desarrollo armónico del niño
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Los primeros años de vida de un niño son una sucesión tumultuosa de descubrimientos y conquistas. Desde el instante en que viene al mundo y no parece hacer otra cosa que dormir, comer, llorar o mirar a su alrededor con ojos de estupefacción, el niño se fortalece, afina sus sentidos, completa el desarrollo de su sistema nervioso, todavía inmaduro, absorbe información sobre el mundo que le rodea, se nutre del amor de las personas que le cuidan y aprende a interactuar con los objetos y las personas, así como a moverse y comunicarse. Ahora más que nunca, la mamá y el papá constituyen un punto de referencia fundamental.

El desarrollo del niño es un proceso complejo, en el que no existen etapas ni competencias precisas en función de la edad, caracterizado por momentos de rápido desarrollo y de inevitables regresiones.

Según Thomas Berry Brazelton, pediatra y psiquiatra infantil, “el deber de los padres es no comparar las características de su bebé con las de cualquier otro niño, sino observar, escuchar y aceptar el estilo de vida específico de su hijo”. Desde los años cincuenta, Brazelton se dedicó a la comprensión del comportamiento neonatal e infantil, así como al apoyo del papel parental. Según el estudioso del desarrollo del niño, se trata de un proceso complejo, en el que no existen etapas ni competencias precisas en función de la edad, caracterizado por momentos de rápido desarrollo y de inevitables regresiones: cada niño lo vive de forma distinta, en función de sus características y su carácter, y también condicionado por la historia familiar y por el tipo de apoyo que recibe. Por ello, es imposible establecer comparaciones entre niños. Por el contrario, es fundamental apoyar a los papás: para relacionarse con su hijo, siempre según Brazelton, deben observarle y confiar en su propio instinto. Los bebés son perfectamente capaces de hacerse entender, expresándose de diferentes maneras y reaccionando a la intervención del adulto (condicionándole, a su vez), creando así modelos únicos de comunicación.

Una madre y un padre serenos, que logran observar a su hijo y relacionarse con él, sabrán acompañarle en sus progresos evolutivos, incluso a través de los inevitables momentos en los que el niño parecerá hacer una regresión. Brazelton define como touchpoints (“puntos de referencia”) los momentos evolutivos cruciales en los que el comportamiento del niño se desorganiza antes de dar un salto hacia adelante en su desarrollo, cosa que puede desconcertar a los papás.

Los desarrollos motor, cognitivo y emocional tienen una progresión que dista mucho de la linealidad. Antes de cada progreso, existe un período breve, pero imprevisible, de desorganización o de regresión. Es totalmente normal: cada nueva adquisición conlleva un “coste”, tanto para el niño como para la familia. Por ejemplo, aprender a andar es un momento que requiere mucho esfuerzo al niño, tanto desde el punto de vista físico como emocional. A la excitación de la nueva conquista, se añade el miedo a separarse de los papás; del mismo modo que el ambiente se transforma a la vez en un mundo maravilloso para explorar, pero con peligros potenciales… Como consecuencia, el niño ya no puede dormirse solito, se despierta varias veces por la noche y llora si la mamá se aleja.

Cuando el niño consigue caminar, se siente satisfecho, consolida lo que acaba de aprender y toda la familia puede dedicarse a buscar un nuevo equilibrio.1 En esta etapa, que para los papás puede ser estresante, tanto como para hacerles dudar de su capacidad, es fundamental el apoyo y el acompañamiento del pediatra, quien les ayuda a ver los cambios desde una nueva perspectiva, con el fin de emplear los recursos de los que ya disponen de una manera diferente.

El desarrollo psicomotor del niño es el resultado de un proceso que, en el tiempo, comporta, simultáneamente, el desarrollo sensorial, motor, cognitivo, emocional y relacional: cuando el niño alcanza una nueva capacidad motriz, como aprender a gatear, vive sensaciones y experiencias que le hacen madurar en todos los sentidos.

El desarrollo psicomotor se produce a través de modos y tiempos que varían mucho de niño a niño.

Convencionalmente, se divide en cuatro fases, en función de las franjas de edad 0-3 meses, 3-6 meses, 6-9 meses y 9-12/18 meses, cada una de las cuales comporta la maduración de habilidades específicas. Está fuertemente condicionado por factores endógenos, como la genética, la constitución física y el carácter. No obstante, al mismo tiempo, recibe una gran influencia de factores exógenos. En particular, de la relación con los papás y de los estímulos ambientales. En los últimos años, los estudios de neuroimagen han permitido confirmar cada vez más esta convicción, demostrando que los procesos de sinaptogénesis, extremadamente activos en los primeros meses de vida, son significativamente modulados por los estímulos externos. (2)

1  T.B. Brazelton, Touchpoints: Emotional and Behavioral Development. Point Fort., Edi-tions Stock, Paris, 1992

2  G. Tortorella, A. Gagliano, E. Germanò, Le principali tappe dello sviluppo psicomotorio (Las principales etapas del desarrollo psicomotor)

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