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El desarrollo armónico del niño

"El bebé demuestra una mayor predilección por los rostros humanos, respecto a los objetos inanimados"

Capìtulo 6 - El desarrollo emocional

CATEGORÍA: El desarrollo armónico del niño
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TIEMPO DE LECTURA: 7 min

Dirigirse directamente al niño, mirándole a los ojos y hablándole, aunque no comprenda el significado de las palabras, no solo favorece el desarrollo del lenguaje, sino que tiene efectos más profundos. Activa las neuronas espejo, el área cerebral encargada de la imitación y la empatía, la base de todas las competencias sociales y emocionales. (21)

Desde las primeras semanas de vida, el bebé demuestra una mayor predilección por los rostros humanos, respecto a los objetos inanimados. Y, entre las caras, prefiere las que tienen los ojos abiertos y las que sonríen. Pronto, aprende a sonreír por imitación.

Este mecanismo permite a los papás y a los adultos que cuidan de un niño adoptar el papel de guía de su desarrollo emocional. Es una tarea fundamental: a pesar de que algunas emociones principales son innatas y están enraizadas en la estructura cerebral, sin el ejemplo y guía de un adulto, el niño no es capaz de reconocerlas y gestionarlas solo.

En la base de todo, reside el vínculo entre el niño y sus adultos de referencia,22 no solo la mamá, como se ha dicho durante años, sino tambié nel papá, los abuelos, el canguro, los/las educadores/as de la escuela infantil, etc. Si el adulto se muestra disponible desde el punto de vista emocional, es decir, si presta atención a las demandas del niño, se esfuerza en interpretar sus reclamos y responde con prontitud, el niño se siente protegido y cuidado, y desarrolla lo que los psicólogos llaman un vínculo seguro. Por el contrario, si sus demandas se desatienden, queda expuesto a una condición de estrés que interfiere en el funcionamiento del hipocampo, la región del cerebro que controla las emociones, y aprende a no confiar en sus adultos de referencia. Con el tiempo, puede establecer con ellos un vínculo de tipo inseguro.

Los niños que han desarrollado un vínculo seguro exploran el ambiente con confianza mientras tienen cerca un adulto de referencia, pero reaccionan mal cuando se les obliga a separarse de él, aunque se consuelan enseguida cuando vuelven a encontrarse. Sin embargo, al crecer, adquieren un mayor control de las emociones y una consiguiente mayor capacidad de enfocar la atención y socializar.

Los niños con un vínculo inseguro pueden manifestar distintas reacciones cuando se alejan del adulto de referencia: indiferencia, seguida de frialdad cuando el adulto regresa, o bien desesperación en el momento de la separación y una posterior reacción de rabia a su llegada. Un vínculo inseguro interfiere en el control de las emociones y en la sociabilidad del niño.

Todos los niños experimentan, antes o después, emociones negativas como la frustración o la rabia. Para aprender a gestionarlas, necesitan el ejemplo y la guía de los adultos.23

Los adultos no deberán estigmatizar estos sentimientos, sino validarlos, ayudando al pequeño a reconocerlos, y desaprobando, por el contrario, los posibles comportamientos negativos que pueden derivar de estas emociones. Dicho de otro modo, un niño no debe sentirse “equivocado” o “malo” porque sienta rabia o frustración, sino que debe aprender a no expresar estas emociones con comportamientos destructivos o perjudiciales para los demás. La persona que cuida al niño debe indicarle “vías alternativas” para dar rienda suelta a su emotividad. En primer lugar, acogiéndole en un ambiente familiar equilibrado, donde sea capaz de contener sus emociones, ya sean positivas o negativas, puesto que el niño debe aprender a enfrentarse a las dificultades, pero necesita aprender cuáles son los instrumentos para gestionar las emociones que provocan. En este sentido, su bienestar emocional como adulto dependerá mucho de las experiencias que definan su primera infancia.

De la misma forma que la rabia y la frustración, el miedo también es un sentimiento innato, que, por razones evolutivas, está profundamente enraizado en la mente humana, y del que el niño debe aprender a no avergonzarse. Con la ayuda de la mamá y el papá, el miedo se puede gestionar de forma eficaz; por supuesto, no negándolo o ridiculizándolo.24

Para combatir el miedo a la oscuridad o la idea irracional de la presencia de un monstruo escondido en su habitación por la noche, por ejemplo, el niño tiene que aprender a distinguir la realidad de la fantasía y controlar sus impulsos emotivos: un desarrollo que requiere años. La forma correcta de acompañar este desarrollo es validar su miedo, demostrarle que en el armario o debajo de la cama no hay nada que temer, así como consolarle con la presencia física, el contacto, la voz y, en última instancia, con la ayuda de un muñeco al que pueda abrazar fuertemente en la cama.

Con la ayuda de la mamá y el papá, el miedo se puede gestionar de forma eficaz; por supuesto, no negándolo o ridiculizándolo.

Más allá del miedo a las amenazas, verdaderas o no, en los primeros años de vida, los niños experimentan otra emoción ancestral, que comparten con los cachorros de todos los mamíferos: la ansiedad por separación.(25) Se suele manifestar entre los seis y los doce meses, y puede persistir, cada vez más mitigada, hasta los tres años. Se puede manifestar a través de auténticos ataques de pánico en el momento en que el niño tiene que separarse de una figura de referencia. La ansiedad por abandono o separación es un fenómeno fisiológico y comprensible desde el punto de vista evolutivo: nuestros antepasados vivían en un mundo peligroso, donde el niño alejado del control del adulto corría el riesgo de ser capturado por un depredador. No en vano, esta forma de ansiedad se manifiesta, precisamente, en la franja de edad en la que los niños empiezan a ganar más autonomía, cuando aprenden a gatear o a caminar y se abren más a los contactos sociales. Al crecer, la ansiedad por separación tiende a atenuarse, pero puede volver a manifestarse ocasionalmente de forma más aguda coincidiendo con algunos acontecimientos, como la asistencia a la escuela infantil o el nacimiento de un hermanito. En estos momentos, es fundamental que los adultos de referencia sostengan y se muestren cercanos al niño, prestándole determinadas atenciones.

21  T. Farroni et al., The perception of facial expressions in newborns, «European Journal of Developmental Psychology», 4, 2007, pp. 2-13

22  A.M. Groh et a.l, The significance of attachment security for children’s social compe-tence with peers: a meta-analytic study, «Attachment and Human Development», 6,2014, pp. 103-136

23  L. Loop e I. Roskam, Do Children Behave Better When Parents’ Emotion Coaching Practices are Stimulated? A Micro-Trial Study, «Journal of Child and Family Studies», 25, 2016, pp. 2223-2235

24  J. Panksepp et al., Neuro-Evolutionary Foundations of Infant Minds: From Psycho-analytic Visions of How Primal Emotions Guide Constructions of Human Minds toward Af-fective Neuroscientific Understanding of Emotions and Their Disorders, «Psychoanalytic Inquiry», 39, 2019, pp. 36-51

25  M. Battaglia, Separation anxiety: at the neurobiological crossroads of adaptation and illness, «Dialogues of Clinical Neuroscience», 17, 2015, pp. 277-285

 

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