Cuidados y atención amorosa
Capìtulo 17 - La elección de los colores
¿Una estancia decorada con pinturas neutras y colores pasteles ayuda a relajarse y a conciliar el sueño más deprisa? ¿Y los colores claros y vivos favorecen el buen humor más que los oscuros? Para los adultos es así en la mayoría de los casos, pero ¿esta regla también vale para los más pequeños? ¿De qué colores conviene elegir los muebles, la decoración, los accesorios, los juguetes y la ropita para favorecer su bienestar, para estimularle e influir de forma positiva en su comportamiento? ¿Y hay colores más apropiados para las niñas o los niños?
Empecemos diciendo que los niños, al nacer, poseen una capacidad de percibir los colores escasa o nula. No es hasta los cuatro o cinco meses cuando demuestran captar los diferentes colores de los objetos.16 Concretamente, a los cinco meses, son capaces de distinguir categorías de colores, por ejemplo, el rojo del amarillo o el verde del azul, y también matices del mismo color, como las diferentes tonalidades del rojo.
Desde un punto de vista evolutivo, es importante que esta competencia se adquiera en el momento en que el niño empieza a gatear y a moverse en el ambiente, puesto que esto le ayuda a orientarse y a identificar posibles amenazas.
Los expertos también recurren a la evolución cuando se trata de asociar emociones concretas a colores determinados. (17) El ser humano ha transcurrido gran parte de su historia evolutiva al aire libre, expuesto a la luz del sol, a los matices del azul del cielo y el agua, y al verde de la vegetación. Tiene sentido considerar que el amarillo, el azul y el verde se asocian automáticamente a sentimientos positivos, al bienestar, la seguridad y la calma. Al contrario, el negro y el gris son los colores de la noche, un tiempo en el que nuestros antepasados debían ocultarse para escapar de los depredadores, y están asociados a las tormentas y al mal tiempo.
Algunos estudios también indican que las percepciones asociadas a los colores pueden recibir la influencia de las condiciones atmosféricas: en los meses de invierno, se tiende a apreciar más los colores cálidos, como el rojo y el naranja, que sugieren una sensación de calidez, mientras que en los meses de verano se prefieren los colores más fríos, azul y verde, asociados a la acción refrescante del agua y a la sombra de las plantas.
Cuantos más años pasan, más condicionadas por las experiencias personales y la cultura están las preferencias de un niño, tanto en lo que a los colores se refiere como a las asociaciones entre los colores y las emociones. Una niña de cinco años puede odiar el amarillo porque le han dicho que “los vestidos amarillos le quedan mal”; a un niño de seis años le puede encantar el color negro porque practica judo y “quiere ser cinturón negro”. (18) Sin embargo, sigue destacando la preferencia por los colores claros y vivos, y su asociación con sentimientos positivos, de energía y bienestar.
En la asociación entre niños y colores, está clara la distinción entre los colores que relajan y los colores que estimulan. El desarrollo de la visión en los primeros años depende de igual modo de la correcta equipación anatómica, es decir, del funcionamiento de los ojos, el nervio óptico y las áreas cerebrales encargadas de elaborar el estímulo visual, como del entrenamiento, a través de la exposición a la luz del sol o de la observación de objetos estáticos y en movimiento, cercanos y lejanos.
Mostrar al niño objetos de colores vivos e invitarle a jugar con ellos representa un ejercicio práctico que estimula el desarrollo de la visión y, al mismo tiempo, despierta su curiosidad y activa su interés. Por este motivo, los juguetes, los sonajeros y los móviles de cuna suelen ser de colores muy vivos.
Por el contrario, conviene elegir tonos más neutros para las paredes de la habitación del bebé, así como las sábanas y todos los accesorios relacionados con el momento del sueño, con el fin de evitar que un estímulo visual demasiado intenso distraiga al bebé del sueño. El verde claro, el amarillo y el celeste son perfectos, porque ayudan a relajarse.
Los más pequeños no pueden expresar preferencias personales y, probablemente, no tienen ningún color favorito, pero lo adquirirán con el tiempo y la costumbre, asociándolo a experiencias positivas. Es probable que, precisamente, el color elegido para decorar su habitación se acabe convirtiendo en su color preferido con el paso de los años.
En nuestra sociedad, todavía hay quien acostumbra a elegir ropa y accesorios de color rosa para las niñas y azul para los niños. Se trata de una convención de origen puramente cultural, sin ningún fundamento biológico, tanto que, hace pocos siglos, era costumbre vestir a los niños de rosa, color que recordaba al rojo, asociado con el coraje y las habilidades militares, y a las niñas de azul, por analogía con el velo de la virgen en las representaciones sacras.
Así pues, la decisión de vestir a las niñas de rosa y a los niños de azul pertenece al ámbito de las preferencias de los papás. Probablemente, influirá en los futuros gustos del pequeño en materia de colores, pero no tendrá ningún efecto sobre su identidad de género.
16 A. Skelton, G. Catchpole et al., Biological origins of color categorization, «PNAS», 114, 2017, pp. 5545-5550
17 M. A. Abbasi, A. Talaei et al., The use of appropriate colors in the design of children’s rooms: A Short Review, «International Journal of Pediatrics», 2, 2014, pp. 305-312
18 C. Boyatzis, R. Varghese, Children’s emotional associations with colors, «The Journal of Genetic Psychology», 155, 1994, pp. 77-85
Lea las opiniones de...
Lea las opiniones sobre este artículo de fuentes científicas autorizadas o empresas especializadas.