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La salud, el bien más preciado

"La salud oral del niño está estrechamente relacionada con la de la madre, antes y después de nacer"

Capìtulo 7 - Salud oral y primeros dientes

CATEGORÍA: La salud, el bien más preciado
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La salud oral del niño está estrechamente relacionada con la de la madre, antes y después de nacer. Estudios recientes han demostrado que, cuanto mayor es la presencia de caries en la futura mamá, mayor es la posibilidad de transmitir la misma patología al pequeño. (22) Por ello, se recomienda a las gestantes que programen una cita con el odontólogo en cuanto descubran que esperan un bebé y, si es posible, antes de la concepción, con el fin de establecer un calendario de visitas para la higiene periódica y resolver así los posibles problemas existentes. Durante los nueve meses, entre los muchos cambios que se producen en el organismo materno, la cavidad oral también se modifica: (23) a causa de las fuertes variaciones hormonales, las encías pueden debilitarse e inflamarse, causando la denominada gingivitis gestacional, con enrojecimiento, dolor y sangrado. Asimismo, la progesterona facilita la proliferación de las bacterias de la cavidad oral y debilita la capacidad de los anticuerpos para combatirlas, favoreciendo la posible aparición de caries y perjudicando, en general, la salud de la boca.

En cambio, por lo que respecta al bebé, la colonización bacteriana de su cavidad oral se produce desde la vida intrauterina y continúa a través de la saliva materna, con los más sencillos gestos cotidianos, como un beso. Esto todavía no comporta la formación de caries, puesto que los organismos res-ponsables necesitan el tejido dental para sobrevivir.

Los dientes deciduos, comúnmente llamados dientes de leche, empie-zan a despuntar alrededor de los tres-seis meses.24 En total, son 20 dien-tes, distribuidos en cada arcada dentaria del siguiente modo: dos incisivos centrales, dos incisivos laterales, dos caninos y cuatro molares. Por regla general, los primeros en salir son los incisivos centrales inferiores, mien-tras que los superiores aparecen más tarde, entre los cinco y los siete meses.

La erupción de los incisivos centrales y laterales de las dos arcadas se com-pleta, en general, en el primer año. Les siguen los primeros molares, entre los 12 y los 18 meses; los caninos, entre los 18 y los 24 meses; y los segundos molares, entre los 24 y los 30 meses. Como sucede en todas las etapas del crecimiento, el proceso de dentición varía mucho de niño a niño. En algu-nos casos, el primer diente de leche aparece, incluso, al año.

Cuando empiezan a salir los dientes, el niño puede sentir molestias, tener las encías hinchadas, con abundante salivación, y su sueño puede verse perturbado. En algunos casos, el episodio puede venir acompañado de fiebre, diarrea e inapetencia. En cualquier caso, se trata de molestias leves, más típicas de la erupción de los molares, pero no por ello hay que descuidarlas. Para aliviar el malestar del pequeño, se le pueden masajear las encías con el dedo limpio. También se le pueden ofrecer mordedores específicos para atenuar el dolor y la molestia, que se pueden conservar en el frigorífico para combinar la acción mecánica con la generalmente anestésica del frío.

Como sucede en todas las etapas del crecimiento, el proceso de dentición también varía mucho de niño a niño. En algunos casos, el primer diente de leche aparece, incluso, al año.

Tampoco debe infravalorarse el efecto beneficioso y tranquilizante de los cuidados y los mimos de la mamá y el papá: un juego que le distraiga, una cancioncita, la lectura de un libro o, simplemente, un abrazo, constituyen instrumentos que no pueden sino contribuir a su bienestar.

Durante la primera erupción de los dientes, es fundamental ocuparse de la higiene oral. Es más, el niño debe habituarse a la cita con el cepillo incluso antes de la aparición de los dientes, frotando suavemente las encías con una gasa estéril templada y húmeda. Asimismo, existen guantes de microfibra específicos para este fin, con formas graciosas y divertidas. Dibujos, colores y personajes ayudan a los papás a transformar la rutina de la higiene oral en una especie de juego, favoreciendo la aceptación del cepillo por parte de niño, sobre todo, entre los 12 y los 36 meses, período en el que es bueno que empiece a familiarizarse con el instrumento. Más adelante, deberá empezar a hacerlo solito, pero siempre bajo la supervisión de la mamá y el papá.

Lo ideal sería lavarle los dientes por la mañana y por la noche, antes de irse a la cama. Después de la higiene de antes de dormir, sería preciso evitar las bebidas azucaradas. Durante el sueño, la producción de saliva se reduce y el azúcar se deposita más fácilmente sobre los dientes, aumentando el riesgo de caries.

En los seis meses posteriores a la salida del primer diente, se aconseja realizar un primer control odontológico, con un doble objetivo: familiari-zar al niño con la consulta del odontólogo y, sobre todo, prevenir. Los dientes de leche siempre deben tratarse, aunque estén destinados a caerse. Su cuidado y su permanencia en la boca hasta ser sustituidos por los dientes definitivos son fundamentales para la futura salud oral.

Durante los primeros meses, el bebé puede manifestar trastornos en la cavidad oral, concretamente, aftas y muguet. Las aftas son pequeñas llagas de color blanco o rosado que se forman sobre las paredes de la boca y debajo de la lengua. Se pueden deber a una alteración de la microbiota oral, o bien a una infección de las amígdalas, o incluso a una carencia de vitaminas. Pueden resultar dolorosas, incluso con la simple succión, y el niño se puede mostrar inquieto y molesto. En espera de la curación espontánea, el pediatra puede prescribir una solución terapéutica antiséptica que se aplica con un pincelito.

En cambio, si aparecen manchas blanquecinas en la boca, similares a restos de leche, se trata de muguet, una infección micótica provocada por el hongo Candida albicans, naturalmente presente en la flora intestinal del organismo. Aparece, sobre todo, en las primeras semanas de vida, y puede provocar tanto dolor que dificulte la lactancia. Si se contrae de forma leve, la candidiasis oral suele desaparecer en unas dos semanas, sin necesidad de ningún tratamiento. No obstante, siempre es conveniente consultar al pediatra y no infravalorar el problema que, en los casos más graves, incluso podría llegar a comportar una infección sistémica. Por regla general, no es necesario recurrir a fármacos antimicóticos: para tratar el muguet suele ser suficiente con utilizar unas gasas estériles empapadas con una disolución de agua y bicarbonato, y pasarlas por la lengua y el interior de la boca del lactante durante unos días o semanas, en función de la entidad de la infección. Mientras tanto, la mamá deberá limpiarse cuidadosamente el pecho antes de las tomas. Una vez finalizada la lactancia, el pecho debe lavarse con un jabón neutro o alcalino, no ácido, con un pH igual o superior a 7. El pediatra podría prescribir una pomada antimicótica para aplicar sobre el pezón.

22  B.A. Dye, C.M. Vargas, J.J. Lee, L. Magder, N. Tinanoff, Assessing the relationship between children’s oral health status and that of their mothers, «J Am Dent Assoc.», 2011; 142:173-83.

23  S. Gajendra, J.V. Kumar, Oral health and pregnancy: A review, «N Y State Dent J.», 2004; 70(1):40-4.

24  American Dental Association, Tooth eruption: the primary teeth, «The Journal of American DentalAssociation», 2005;136(11);1619. Vol. 136, Issue 11, p. 1619

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