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El mejor alimento desde el principio

"La solución ideal, y también la más segura, es disponer de una trona"

Capìtulo 7 - Un acercamiento gradual

CATEGORÍA: El mejor alimento desde el principio
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En los primeros seis meses, la leche materna ofrece al bebé todo lo que necesita para crecer con salud. Después, empieza a escasear el hierro. La leche no es muy rica en este mineral y, a esta edad, las reservas acumuladas en el organismo del pequeño durante el embarazo se empiezan a agotar.

Además, llegados a este punto, el aporte energético de la leche es insuficiente para satisfacer por sí solo la necesidad de un niño en crecimiento, si bien la leche materna cada vez se vuelve más rica en grasas y calorías.

Asimismo, con el tiempo, el niño adquiere la capacidad de permanecer sentado de forma autónoma, manteniendo el cuello erecto, y empieza a desarrollar la musculatura idónea para deglutir pequeñas cantidades de comida en forma semilíquida.

Según la OMS, la edad adecuada para iniciar la introducción de alimentos complementarios es a partir de los seis meses.(11) De los seis a los ocho meses, el protocolo de la OMS recomienda introducir dos o tres pequeñas raciones diarias de alimentos complementarios, continuan-do con la lactancia a demanda. De los ocho a los doce meses, las comidas pueden pasar a tres o cuatro, para después añadir uno o dos tentempiés al día a partir del año.

Por razones de seguridad, el pequeño debe comer sentado en posición erecta, siempre con la presencia de un adulto. La solución ideal, y también la más segura, es disponer de una trona.

Con un asiento amplio y cómodo, obligatoriamente provista de un arnés de sujeción para evitar deslizamientos, reposapiés regulable en altura para ajustarse al crecimiento y respaldo reclinable para adaptarse a los momentos de espera y relax, la trona es el asiento ideal para acompañar al niño en el descubrimiento de nuevos sabores y texturas. Algunos modelos también se pueden regular en altura y cuentan con bandeja extraíble. Esto no solo facilita la limpieza, sino que también favorece el acercamiento a la mesa, de manera que el pequeño pueda empezar a compartir el momento de la comida con sus personas más queridas. Para elegir el producto adecuado, también hay que valorar el espacio disponible en casa y el tipo de uso que se le va a dar. Si se dispone de espacio suficiente, se puede optar por una trona fija. De lo contrario, es oportuno elegir un modelo plegable y provisto de ruedas para los pequeños desplazamientos.

Algunos asientos están pensados para durar en el tiempo y utilizarse durante el crecimiento hasta la edad adulta; no solo para estar en la mesa, sino también para el juego, el estudio y el trabajo. Una opción casi irrenunciable, a la que se puede recurrir cuando el niño es capaz de sentarse solo sin apoyo, es la trona de mesa, que se engancha directamente a la superficie de la mesa gracias a un sistema muy práctico y seguro: un lugar de privilegio en primera fila para el pequeño de la casa, para observar todo lo que hay en la mesa, tocar y compartir el momento de la comida con sus papás. Por un lado, la trona de mesa proporciona a los progenitores una mayor libertad, evitando tener que dar de comer al niño en momentos separados, y, por otro, ofrece una oportunidad de aprendizaje, puesto que el niño tiende a imitar a los adultos y a sus her-manos mayores utilizando cubiertos, vasos, servilletas, etc. El hecho de comer todos juntos también es importante desde el punto de vista nutricional, ya que algunos platos que resultan menos atractivos para los niños, como las verduras, podrían ser más deseables si todos las comen. Un niño que se acostumbra a una trona de mesa también se siente más a gusto en otras situaciones, como en un restaurante, donde no resulta fácil sentar a los niños a la mesa. Con una trona de mesa plegable, es más fácil salir, comer y participar de la vida social, en beneficio del bienestar familiar.

Por razones de seguridad, el pequeño debe comer sentado en posición erecta, siempre con la presencia de un adulto. La solución ideal, y también la más segura, es disponer de una trona.

Asimismo, existen elevadores que se fijan a las sillas, y que están disponibles en distintos modelos y materiales. Para disfrutar del con-junto completo, se puede elegir una vajilla infantil, con platos decora-dos, cubiertos infantiles con puntas redondeadas, también disponibles en versión blandita, así como vasos con boquilla y asas, especialmente pensados para divertir y despertar la curiosidad en el niño, con el fin de hacer más agradable el paso a la alimentación complementaria.

Una vez elegidos los productos adecuados, nos podemos concentrar en la preparación de la comida. Al inicio, los alimentos deben tener una consistencia que permita al niño reducirlos a una papilla aplastándolos con la lengua y el paladar. Los platos del niño no deben contener trozos pequeños duros, como fragmentos de manzana o zanahoria crudas, y los alimentos tampoco deben desmigarse en la boca. Los trocitos más duros se añadirán a la comida gradualmente con el paso de los meses.

Al llegar al año, el pequeño puede empezar a comer lo mismo que los adultos, bajo su supervisión para reducir el riesgo de asfixia, moderando o evitando la cantidad de sal y azúcar en las comidas. Al mismo tiempo, la leche materna continúa formando parte de su dieta.

Por lo que respecta a la elección de los alimentos y las cantidades que se pueden ofrecer al niño, la OMS observa que muchos protocolos loca-les son excesivamente prescriptivos y están más basados en tradiciones culturales que en la evidencia científica. No es importante si se introduce antes el arroz o la tapioca, el pollo o la ternera, ni pesar los gramos de los ingredientes. Lo que cuenta es la variedad (también la temporalidad y el origen), para garantizar un aporte equilibrado de nutrientes. Asimismo, es difícil indicar cantidades precisas para la preparación de las comidas, dado que hay que animar al niño a reconocer la sensación de saciedad, por lo que no tiene que acabarse el plato necesariamente. Su necesidad de nutrientes cambia en función del crecimiento y de cuánta leche consuma. Lo mejor es adaptarse a su apetito.

Por lo tanto, no a las preparaciones estrictas y sí a las recomendaciones de la OMS, que deben integrarse en los hábitos familiares saludables ya adquiridos durante el embarazo: incluir al menos una comida proteínica y de alto contenido en hierro a diario, ya sea a base de carne, huevos o pescado, y ofrecer frutas y verduras ricas en vitaminas A, como zanahorias, toma-tes, albaricoques, melón, melocotón y cerezas, así como vitaminas del grupo B, como brócoli, plátanos y guisantes (que siempre deben aplastarse).

Al llegar al año, el pequeño puede empezar a comer lo mismo que los adultos, bajo su supervisión para reducir el riesgo de asfixia, moderando o evitando la cantidad de sal y azúcar en las comidas. Al mismo tiempo, la leche materna continúa formando parte de su dieta.

11 Guiding principles for complementary feeding of the breastfed child, WHO, 2003, p. 66

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