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El mejor alimento desde el principio

"Hace tiempo que conocemos qué contiene la leche humana."

Capìtulo 2 - El alimento ideal y mucho más

CATEGORÍA: El mejor alimento desde el principio
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Hace tiempo que conocemos qué contiene la leche humana. En general, proteínas, azúcares, grasas, vitaminas y sales minerales. Sin embargo, en los últimos años, gracias a los avances en el campo del análisis molecular, la ciencia ha empezado a explorar la variedad de sus componentes y su importancia para el organismo del niño.

Cuanto más tiempo pasa y más se estudia, más se comprende el recurso tan valioso que es la leche materna para el desarrollo y la salud futura del pequeño. Es el alimento específico ideal para el cachorro humano y se produce a medida de las necesidades específicas de cada momento, adaptándose a los cambios de forma dinámica.

Entre el primer y el tercer día de vida del bebé, la mamá produce unas gotas de líquido de color amarillo.

Es el calostro, también llamado “oro amarillo”, más pobre en azú-cares y grasa que la leche madura, pero extremadamente rico en proteínas de alta digestibilidad, sales minerales y vitaminas, además de fagocitos (“células escoba”), antibactericidas y antimicóticos. Su color amarillo seroso se debe a la elevada concentración de inmunoglobulinas (componentes del sistema inmunitario), nucleótidos, sales minerales y vitaminas (sobre todo, vitaminas A, D, K y B12). De los más de doscientos carbohidratos diferentes presentes en el calostro, el recién nacido solo digiere y asimila una parte (1). Los demás son el alimento para las bacterias que han empezado a colonizar su intestino. Ofreciendo al bebé la primera leche, la mamá pone en marcha una selección de su flora intestinal (microbiota), gracias a la acción de los anticuerpos producidos por el sistema inmunitario materno, que pasan al bebé a través de la leche.

Tras algunos días de calostro, llega la subida de la leche, el inicio de la producción de leche materna por parte del pecho. Los tiempos de la subida de la leche son variables, pero, generalmente, se produce entre tres y cuatro días después del parto, y se manifiesta con síntomas específicos. Algunos de los síntomas más comunes son: aumento del volumen de las mamas y posible sensación de dolor, calor u hormigueo en el interior del pecho. Normalmente, el bebé contribuye a aliviar estos síntomas con el vaciado del pecho.

La subida de la leche es inducida por el aumento de la prolactina, una hormona que se estimula a través de la succión del bebé, creando así el paso de la leche materna desde el tejido glandular del pecho a los conductos galactóforos.

Del 4º al 10º día después de nacer, la leche materna se transforma en una leche de transición: muy abundante, de color amarillento, hiperenergética, de elevado contenido en grasa y carbohidratos, pero con me-nos minerales y proteínas. A esta le sigue la leche madura, rica en grasa y carbohidratos, y con un aporte proteínico y de sales minerales calibra-do en función del aumento de las necesidades nutricionales del bebé.

Al mes de nacer, la transición del calostro a la leche madura ya se ha completado, pero el alimento no deja de adaptarse continuamente a las necesidades del niño. Por ejemplo, la leche que el pequeño come al inicio de la toma, cuando el pecho está lleno, es más acuosa y rica en azúcares. Satisface la sed y la necesidad inmediata de calorías. A medida que la toma avanza, la composición cambia y la cantidad de grasa aumenta. Sería un error apartar al niño del pecho pocos minutos después del inicio de la toma y ofrecerle el otro pecho. Así, se le impediría el acceso a la parte más nutritiva de la leche.2 Por otro lado, cuando hace más calor, la leche es más acuosa. Por la tarde y en las horas nocturnas, se enriquece de hormonas como la oxitocina, que favorece la relajación y el sueño del bebé.

La leche materna tiene un papel determinante para el sistema inmunitario del niño, porque, a través de las inmunoglobulinas A (IgA), se le proporcionan los anticuerpos específicos que combaten a los patógenos. Asimismo, actúa como inmunomodulador, enriqueciendo la microbiota de su intestino.

El porcentaje y la composición de la grasa también cambian con el paso de los meses. De los dos a los seis meses, y todavía más al año, el bebé crece, las tomas se espacian y aumenta la necesidad de energía en cada toma. La leche no “se vuelve agua”, como se suele decir, y no pierde poder nutritivo. Por el contrario, cada vez se hace más rica, adaptándose a las necesidades del niño. En su composición, también aumenta el porcenta-e de ácidos grasos necesarios para la maduración del sistema nervioso central, la visión y el sistema neuromotor. Entre las proteínas, aumentan las que contribuyen al desarrollo del cerebro.3 La lactancia materna es un sistema impecable, perfectamente calibrado por milenios de evolución.

1 T. Hennet, L. Borsig, Breastfed at Tiffany’s, «Trends in Biochemical Science», 41, 2016, pp. 508-518

2 L. Siziba et al., Changes in Human Milk Fatty Acid Composition during Lactation: The Ulm SPATZ Health Study, «Nutrients», 11, 2019, p. 2842

3 C. R. Martin et al., Review of Infant Feeding: Key Features of Breast Milk and Infant Formula, «Nutrients», 8, 2016, p. 279

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