El mejor alimento desde el principio
Capìtulo 6 - El destete
La palabra “destetar” significa “quitar la teta”, es decir, la leche materna. Sin embargo, la leche no es algo que haya que retirar a toda costa, sino que es un potente instrumento de refuerzo de la salud del niño y del futuro adulto. Por ello, hoy se prefiere evitar el término “destete” y se habla, más bien, de alimentación complementaria. Se trata de una expresión que define mejor el objetivo de esta etapa de transición, que no significa retirar la leche en el menor tiempo posible y sustituirla por alimentos distintos y adecuados para el niño. De hecho, la leche materna continúa siendo la fuente principal de energía y nutrición del niño durante todo el primer año, como mínimo. Aproximadamente, a los seis meses, la mayoría de los bebés manifiesta un cierto punto de madurez que incita a los papás y mamás a completar la dieta con la introducción de los primeros alimentos semisólidos, sin sustituir la leche por completo.(10)
La leche no es algo que haya que retirar a toda costa, sino un potente instrumento de refuerzo de la salud del niño y del futuro adulto. La leche materna continúa siendo la fuente principal de energía y nutrición del niño durante todo el primer año, como mínimo.
Esta etapa de transición sirve para habituar al pequeño a comer alimentos no líquidos, a utilizar las encías, la lengua y los dientes para aplastar la comida, masticarla, moverla en la boca y tragar el bocado. Sirve para hacerle conocer sabores diferentes, formar sus futuros gustos alimentarios y reforzar la conciencia del apetito y la sensación de saciedad. Es una etapa del crecimiento verdaderamente importante y, ciertamente, emocionante, tanto para el niño como para sus padres, que ansían que llegue el momento de acompañarle en el descubrimiento de los sabores y la buena comida, así como de observar su expresión en los primeros intentos.
Como para cada etapa del crecimiento, en el camino hacia la alimentación complementaria, cada niño tiene tiempos y modos totalmente personales. Los hay más prudentes, o incluso desconfiados, más curiosos y aventureros, y los que empiezan bien, pero después se lo piensan… Lo importante es que el momento de los primeros alimentos distintos a la leche no se convierta en un motivo de estrés. Si a los seis meses el pequeño no quiere experimentar, ya lo hará cuando se sienta preparado. El apoyo, la paciencia y el ánimo por parte de la mamá y el papá serán de mucha ayuda. Así pues, no hay que tener miedo si el niño no responde positivamente des-de el inicio a la oferta de nuevos alimentos, o si los rechaza o “marranea” con ellos, o incluso si continúa pidiendo leche a menudo. El proceso de profundización y educación del gusto requiere sus tiempos, y nunca debe condicionar el placer de vivir el momento de las comidas con serenidad.
A propósito de esto último, conviene tener presente que los gustos de los más pequeños son muy diferentes a los de los adultos, porque su capa-cidad perceptiva está en desarrollo. Para un niño, puede resultar muy sabroso un puré que a los adultos les puede parecer insípido, o bien preferir los sabores muy dulces, que le recuerdan al de la leche. Asimismo, la gestión de las comidas es totalmente distinta. Necesita más tiempo y hacer más pausas, y los rechazos pueden ser más vehementes. En esta etapa tan especial no solo es importante que los menús que se ofrecen al niño sean variados y equilibrados, además de tener una consistencia adecuada (que respete la capacidad de masticación del niño), sino que, sobre todo, hay que armarse de paciencia y afrontar este período gradualmente, respetando los tiempos del niño y también sus rechazos. Uno de los errores más comunes es obligar al pequeño a terminarse el plato. En realidad, la obligación le aleja del placer de comer y también es perjudicial para su capacidad natural de regulación. Si al final de la comida aún tiene la mitad de comida en el plato, no hay motivo para preocuparse: quizás, la ración es demasiado abundante o el pequeño está saciado.
Uno de los errores más comunes es obligar al pequeño a terminarse el plato. Si al final de la comida aún tiene la mitad de la comida en el plato, no hay que preocuparse: quizás, la ración es demasiado abundante o el pequeño está saciado.
Debemos tener presente que nunca es demasiado pronto para empezar a educar los gustos de los niños y el bienestar de estar en la mesa. Comer debe ser un placer y el niño tiene que vivir las comidas en un ambiente relajado, sin estrés ni tensiones. Por ello, es determinante el ambiente en el que se prepara su comida, la calma de los papás cuando acompañan al bebé en las primeras pruebas, así como lo que el niño ve y vive alrededor de la mesa cuando la familia se reúne. Cuando el niño empieza con los primeros purés, es preferible que no se quede aislado, sino que comparta mesa y comida con el resto de la familia, sin la distracción de la televisión, la tablet o los juegos. Al principio, la comida es un juego, puesto que repre-senta un nuevo instrumento de exploración de sus capacidades. Es más, estar en la mesa con la familia desde los tres o cuatro meses forma parte del proceso del “destete”, aunque no se le introduzca ningún alimento en la boca. El mero hecho de estar juntos, el compartir estos momentos en ar-monía, educa al niño más que cualquier otra cosa en el gusto y en el placer de comer. Es evidente que no siempre se logra conciliar las necesidades y los horarios de los más pequeños con los del resto de la familia, pero, gra-dualmente y cuando sea posible, es importante crear una especie de ritual de convivencia familiar del que los niños también se sientan partícipes.
10 P. Sen et al., Selection of complementary foods based on optimal nutritional values, «Scientific Reports», 7, 2017, n 5413
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