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El buen sueño

"Incluso los niños más tranquilos y dormilones tienen épocas de mayor inquietud"

Capìtulo 9 - Los trastornos del sueño

CATEGORÍA: El buen sueño
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TIEMPO DE LECTURA: 6 min

Incluso los niños más tranquilos y dormilones tienen épocas de mayor inquietud, en las que, de repente, les resulta más difícil quedarse dormidos. Los despertares nocturnos se multiplican y el llanto es inconsolable. Algunas veces, esto puede depender simplemente del malestar provocado por separarse de su mamá. En cambio, otras veces, se puede deber a la presencia de un trastorno físico.

  • Entre las causas más frecuentes, se encuentra el resfriado. El bebé que tiene la naricita tapada no puede conciliar el sueño, sobre todo cuando está tumbado, porque respira mal. Las infecciones en las vías respiratorias son frecuentes en los primeros años de vida del niño, puesto que todos los virus con los que entra en contacto son nuevos para su sistema inmunitario. No existen fármacos eficaces contra el resfriado, y los descongestionantes nasales están contraindicados en la edad pediátrica. Lo que los papás pueden hacer para descongestionar la naricita del pequeño es instilar en cada fosa nasal unas gotas de solución fisiológica a una temperatura de 33-34 ºC. Durante la infección, es importante mantenerle siempre bien hidratado, ofreciéndole el pecho más a menudo, o bien agua, si es más mayorcito. Si el malestar persiste y el niño da muestras de sufrimiento, podría tener un poco de fiebre, en cuyo caso, es conveniente acudir al pediatra y seguir sus indicaciones.
  • Si el pequeño está resfriado, o lo ha estado recientemente, y llora tocándose las orejas, podría tener una otitis, una inflamación debida a la acumulación de moco en el oído medio, que presiona y provoca dolor. A menudo, el origen de la otitis es vírico, y, a veces, puede venir acompañada de fiebre. El niño podría sentir molestias con el movimiento de la succión y rechazar el pecho o el biberón. En este caso, se le puede aliviar realizando un lavado nasal con solución fisiológica, para reducir la presión ejercida por la mucosidad en el interior del oído, que se comunica con la nariz. Deben evitarse tratamientos farmacológicos si no están expresamente prescritos por el pediatra..
  • Un trastorno clásico que puede interferir en el sueño nocturno del niño son los cólicos del lactante. A pesar de su denominación, la hipótesis de la molestia debida a la presencia de burbujas de aire en el intestino tan solo es una de las muchas formuladas para explicar las crisis de llanto que sufren algunos bebés en los primeros meses de vida. Otra hipótesis es que el pequeño manifiesta de este modo la tensión acumulada a lo largo de día por su sistema nervioso, todavía inmaduro. El llanto puede durar horas, presentarse ocasionalmente o con regularidad, incluso todos los días, pero no tiene ninguna consecuencia para la salud del niño y se suele extinguir de forma espontánea antes de los tres meses. Conviene que la mamá y el papá acudan al pediatra para descartar otros posibles trastornos. El médico es el encargado de prescribir los posibles fármacos, si lo considera oportuno. En el momento de la crisis, para intentar consolar al pequeño, los papás pueden probar a atenuar las luces, acunarle suavemente o masajear con delicadeza la barriguita del bebé. Ofrecerle un poco de leche o agua puede ayudar, y el contacto piel con piel le aliviará con toda seguridad.
  • Otro trastorno que puede manifestarse después de comer, sobre todo cuando el bebé está tumbado, es el reflujo gastroesofágico. En los primeros meses, cuando el cardias, la válvula que cierra el estómago, todavía es inmaduro, parte del contenido del estómago puede ascender por el esófago durante la digestión. Todos los bebés pueden regurgitar un poco de leche o de puré inmediatamente después de comer. Si el fenómeno no viene acompañado de llanto o de manifestación de sufrimiento, no hay razón para alarmarse. A veces, en cambio, la regurgitación de contenido del estómago puede irritar la mucosa del esófago y provocar ardor a causa de la acidez presente en los jugos gástricos. Coger al pequeño en brazos durante unos minutos después de comer, en posición erecta, apoyado en un hombro del adulto, puede favorecer el descenso de la comida hacia el estómago. Antes de ponerle a dormir, es bueno mantener elevada la parte superior del cuerpo del niño colocando un cojín fino o una toalla doblada debajo del colchón de la cuna. Algunos modelos de cunas y capazos de los sistemas modulares ofrecen la posibilidad de inclinar ligeramente la superficie del colchón para favorecer esta posición.
  • La erupción de los primeros dientes de leche (dentición decidua) puede mantener al niño despierto por la noche, ya que los dientes que despuntan pueden inflamar las encías. El fenómeno es fisiológico y no se puede hacer mucho más que ofrecer al pequeño un objeto frío para morder (un mordedor), además de consolarle con mimos.
  • Otros cambios fisiológicos pueden alterar el ritmo de sueño y vigilia en la segunda mitad del primer año de vida. Por ejemplo, algunos progresos del desarrollo motor, como cuando el niño aprende a gatear o a ponerse de pie solito (29), suelen coincidir con períodos de gran inquietud y dificultades para dormir.
  • Por último, la ansiedad por separación puede tener un papel extremadamente relevante. Es un fenómeno absolutamente normal, que se da como consecuencia de la maduración del sistema nervioso del niño. Alrededor de los ocho meses, el bebé adquiere una mayor conciencia del ambiente que le rodea, del hecho de ser un individuo separado de su madre y de que sus padres a veces se alejan de él. Reacciona alarmándose ante la separación de los adultos conocidos, de forma más o menos marcada según el carácter del pequeño, la relación de apego que haya desarrollado con los papás y las circunstancias. Dormirse puede ser una experiencia estresante para un niño en plena crisis de ansiedad por separación, puesto que equivale a perder el contacto, si bien temporalmente, con personas y lugares familiares. Por ello, a menudo, a esta edad, los niños oponen una fuerte resistencia al momento de irse a dormir. Es una fase transitoria, que normalmente se resuelve de forma espontánea con el paso del tiempo.

Mientras tanto, es útil demostrarle compresión y cariño, mostrarse receptivo a la demanda de contacto del niño y prepararle para la separación del sueño con rutinas relajantes, en un ambiente tranquilo.

 

29  O. Atun-Einy, A. Scher, Sleep disruption and motor development: Does pulling-tostand impacts sleep-wake regulation?, «Infant Behavior and Development», 42, 2016, pp. 36-44

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