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El buen sueño

"Dentro del vientre materno, los niños están protegidos, rodeados de un ambiente confortable y cálido que les hace sentirse seguros y tranquilos"

Capìtulo 4 - La importancia del contacto

CATEGORÍA: El buen sueño
INTERESADO EN: 0+
TIEMPO DE LECTURA: 3 min

Proporcionar al bebé un ambiente rico en cuidados y afecto significa sentar las bases de una vida adulta emocionalmente más sólida y positiva. Según el psicólogo británico John Bowlby, padre de la llamada teoría del apego, el niño nace con una predisposición biológica a desarrollar apego hacia la persona que cuida de él. El apego tendría la función biológica de proteger al niño y la función psicológica de darle seguridad (15).

Una relación fundamental para su bienestar psicofísico que influirá en el desarrollo de su personalidad y en las decisiones que tome como adulto. Cuando el pequeño se siente acogido en un ambiente conocido y la persona que le cuida está presente y responde a sus demandas y necesidades, se siente comprendido, está tranquilo y refuerza su seguridad. Son emociones y sensaciones que acabará reproduciendo en sus relaciones futuras, incluso en la edad adulta, y que le ayudarán a desarrollar la capacidad de superar traumas o momentos de dificultad.

Dentro del vientre materno, los niños están protegidos, rodeados de un ambiente confortable y cálido que les hace sentirse seguros y tranquilos. Al nacer, el cambio es brusco e intenso. Únicamente la cercanía de sus papás, especialmente de la mamá, puede serenarle, transmitiendo de nuevo calor y contención a través del abrazo, pero también con el olor de la piel, las miradas y el sonido de la voz, que el pequeño puede reconocer. Gestos naturales e instintivos de cuidado y cercanía que regalan paz tanto al bebé como a la mamá. Cuando sostiene al bebé entre sus brazos, mirándole y canturreándole, la mamá se relaja y se tranquiliza. No en vano se habla de endogestación, refiriéndose a los nueve meses de embarazo, y de exterogestación, haciendo referencia a los primeros meses después del nacimiento, justamente para subrayar la continuidad entre al antes y el después.

Una continuidad que, inevitablemente, también afecta a las necesidades del recién nacido, que sigue teniendo la necesidad de permanecer en contacto. Los mimos y la ternura nunca están de más: cogerle en brazos, consolarle y acoger sus miedos y su necesidad de cercanía con amor no significa malacostumbrarle. El contacto no solo permite al niño sentirse seguro, sino también percibir sus propios límites físicos a través de una dimensión de contención. En las caricias delicadas, en los abrazos, durante el cambio de pañal, el baño o el masaje, la mamá y el papá ayudan al niño a “sentir” todas sus partes y a entender cuál es su forma.16 Así, le ayudan a percibir el mundo y a crecer con armonía.

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