El buen sueño
Capìtulo 2 - Los mecanismos del sueño en los niños
¿Cuántas horas de sueño necesita un niño al día? ¿Cuánto tiempo le de-bería llevar quedarse dormido? ¿Cuántos despertares nocturnos son normales? Es imposible encontrar respuestas inequívocas para estas preguntas. Todos los estudios que han intentado establecer una regla precisa para responder a las dudas de los papás sobre el comportamiento de sus hijos se han encontrado con un límite: la amplia variabilidad indi-vidual de los tiempos del sueño.
La duración total del sueño, el número de siestas diurnas y de despertares nocturnos, y el tiempo de adormeci-miento evolucionan rápidamente en los primeros meses del bebé, y va-rían de forma significativa de un niño a otro. En parte, dependen de sus características innatas, que muchas veces se heredan de los padres, y, en parte, del contexto cultural sobre el sueño que impera en la sociedad en la que la familia vive.
Teniendo en cuenta esta variabilidad, podemos decir, en líneas gene-rales,7 que, en los tres primeros meses, casi la mitad de los bebés duerme en total de 13 a 16 horas, entre el sueño nocturno y las siestas diurnas. De los seis meses hasta el año, la mitad de los niños duerme entre 12 y 16 horas al día.
Al principio, el sueño se fragmenta en breves descansos dis-tribuidos de manera uniforme entre el día y la noche. Después, progresi-vamente, tiende a concentrarse cada vez más en las horas nocturnas. A los seis meses, la mayoría de los bebés duerme al menos cinco horas seguidas durante la noche, pero muchos todavía no lo consiguen. Al cumplir el año, el 5% todavía duerme menos de cinco horas consecutivas por la noche.
El sueño del bebé es uno de los temas que más preocupan a los papás. Según un reciente estudio publicado en PuBMed, el 40% de los padres de niños de ocho meses está convencido de que su hijo sufre un trastorno del sueño.(8) Es compresible sorprenderse ante un comportamiento tan imprevisible e incontrolable, y ciertamente existen trastornos del sueño y otros problemas de salud que pueden interferir en el descanso tranquilo de un niño. Si la mamá y el papá están preocupados al respecto, es conve-niente que lo consulten con el pediatra. Sin embargo, en la mayoría de los casos, descubrirán que la aparente extrañeza en el comportamiento de su pequeño entra dentro de los parámetros absolutamente normales de los hábitos del sueño infantil.
Para acabar con los temores injustificados, es bueno saber cómo funciona el sueño en los niños y en qué se diferencia del de los adultos.
El sueño no es un estado uniforme de quietud del cerebro. Está com-puesto de ciclos y fases en los que el cerebro está activo de forma di-ferente. Hace tiempo que la ciencia estudia estas fases para aclarar su función. Cuando los adultos nos dormimos, inicialmente, atravesamos una fase de sueño ligero, seguida de una fase de sueño profundo, sin soñar. Por último, entramos en una fase de sueño activo, denominada fase REM (Rapid Eye Movement), durante la cual los ojos se mueven rá-pidamente debajo de los párpados cerrados, lo que indica que la perso-na está soñando. El ciclo completo dura entre 90 y 100 minutos. Des-pués, nos despertamos durante unos breves instantes y nos volvemos a dormir enseguida, dando inicio a un nuevo ciclo. Normalmente, no recordamos estos despertares parciales. Cuando hemos dormido un número de horas adecuado o cuando, lamentablemente, suena el des-pertador, nos despertamos del todo.
En cambio, cuando un niño se duerme,9 entra directamente en la fase REM, que se extiende hasta el 50%, o incluso el 75%, de su ciclo del sueño, contra el 20% del adulto. Los expertos sostienen la hipótesis de que el sueño REM podría ser indispensable para el cerebro del niño, con el fin de probar y regular las conexiones entre sus diferentes áreas, completando así la maduración del sistema nervioso.
Durante la fase REM, el pequeño puede moverse, dar patadas, emitir sonidos y, tal vez, tener los ojos entreabiertos, dando a los papás la falsa sensación de que está despierto. Cogerle en brazos en este momento le despertaría, así que, antes de intervenir, es preciso asegurarse de que el niño está, efectivamente, reclamando la atención de sus papás.
Después de la fase REM, el niño pasa a una fase de sueño profundo y sin soñar. Al término de esta, ha completado un ciclo que, en los prime-ros meses dura 50-60 minutos, y se despierta. A diferencia del adulto, que solo se despierta parcialmente entre un ciclo y el siguiente, perma-neciendo prácticamente inconsciente, durante unos instantes el niño está perfectamente despierto, y examina sus sensaciones y la situación ambiental que le rodea. ¿Tiene hambre? ¿Se encuentra en una condi-ción de bienestar o percibe algún elemento que le incomoda? ¿Se siente en peligro o el ambiente le resulta familiar? ¿Respira correctamente?
Si el control es satisfactorio, normalmente, el bebé también se vuelve a dormir de forma espontánea, como el adulto. Sin embargo, a menudo, hay algún elemento que despierta su atención. Así, en lugar de cerrar los ojos, reclama a la mamá o al papá.
7 C.C. Dias, B. Figueiredo et al., Reference values and changes in infant sleep-wa-ke behaviour during the first 12 months of life: a systematic review, «Journal of Sleep Research», 27, 2018, e12654
8 E. J. Paavonen, O. Saarenpaa-Heikkilaa et al., Normal sleep development in infants: findings from two large birth cohorts, «Sleep Medicine», 69, 2020, pp. 145-154
9 O.G. Jenni, A.B. Borbély, P. Achermann, Development of the nocturnal sleep electro-encephalogram in human infants, «American Journal of Physiology, Regulatory, Integra-tive and Comparative Physiology», 286, 2004, pp. 28-38
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