Artículos científicos
El lenguaje del recién nacido
La comunicación del bebé es una especie de “efecto reflejo” en respuesta a una estimulación involuntaria. Más adelante, a partir de los dos meses, comenzarán las primeras vocalizaciones que, tarde o temprano, se convertirán en lenguaje verbal propiamente dicho. Así pues, el lenguaje no verbal constituye su primera forma de comunicación y bienestar y, por ello, merece toda la atención de quienes le rodean.
De los 0 a los 2 meses, el bebé oye y reconoce la voz de mamá y papá, incluso sin conocer aún el significado de las palabras. Se comunica principalmente a través de la mirada (contacto visual), llorando y sonriendo, reaccionando a los estímulos de sus padres, cuyas emociones ha aprendido a interpretar. Alrededor de las 3 semanas de vida, el bebé incorpora nuevos sonidos, como chasquidos con la lengua y gruñidos.
Entre los 2 y los 4 meses, el bebé emite sonidos que indican bienestar, deseo de ser escuchado y demanda de atención. Las vocalizaciones empiezan a diferir en duración, intensidad y tono de los sonidos. Los padres suelen sorprenderse por la sucesión de exclamaciones de alegría como “ooooh”.
Entre los 4 y los 6 meses, el pequeño grita y disfruta escuchando sus propios sonidos (autoestimulación). Sus expresiones cambian según su estado de ánimo y empiezan a producirse en respuesta a estímulos externos de tipo relacional. Porque, ya a esta edad, empieza a disfrutar de las relaciones sociales y a sufrir aburrimiento.
Entre los 6 y los 8 meses, empieza la comunicación intencional a través de gestos. Cada vez balbucea más, emite sonidos de forma específica y se interesa por las personas que le hablan, mirándolas. Se inclina fuera del cochecito, reacciona cuando oye pronunciar su nombre, girando o levantando la cabeza. Está atento a lo que ocurre a su alrededor, percibe las palabras que le son más familiares, como “mamá”, “papá” y “bebé”, aunque no comprende del todo su significado.
Entre los 9 y los 12 meses comienza el periodo de “mamá”, “papá”, “comer”, “acostarse”, “bañarse”, etc., en el que puede empezar a reproducir las primeras palabras. Hace los mismos gestos que los que le rodean. Su capacidad de comprensión no deja de aumentar, responde a órdenes de acción más complejas, como agitar la mano para saludar, acercar la boca cuando le piden un beso, señalar el objeto que desea, incluso balbuceando al mismo tiempo.