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Artículos científicos

Cuidado y bienestar de los ojitos

FOCUS: Atención primaria
ESTE ARTÍCULO PERTENECE AL PRINCIPIO DEL BIENESTAR DEL BEBÉ: Cuidados y atención amorosa

Los ojos son una de las partes más delicadas del cuerpo humano, especialmente en bebés y niños. Durante los primeros meses, los ojos de los recién nacidos pueden experimentar dificultades para abrir los ojos, no debido a enrojecimiento, sino a la presencia de mucosidad densa y pegajosa alrededor de los párpados. Este fenómeno es normal y fisiológico: simplemente requiere una limpieza diaria. ¿Por qué ocurre esto? Porque el mecanismo de limpieza de los ojos de los recién nacidos y de los niños pequeños aún no está completamente desarrollado. Se necesitan aproximadamente 2 meses para que este sistema de drenaje comience a funcionar correctamente.

La conjuntivitis neonatal

Al nacer, se aplican soluciones medicinales en los ojos de todos los recién nacidos como medida preventiva contra infecciones conjuntivales. No obstante, pocos días después, algunos bebés pueden presentar secreciones oculares que dificultan la apertura normal de los párpados, conocido como conjuntivitis neonatal, afectando uno o ambos ojos. Aunque puede preocupar a los padres, suele deberse a una congestión nasal o un obstáculo en el drenaje de las lágrimas, causando inflamación y producción de secreciones. Este pequeño inconveniente podría repetirse en los primeros meses, pero tiende a desaparecer con el crecimiento del niño. La leve infección, que puede manifestarse en cualquier momento en el recién nacido, generalmente se manifiesta en el niño más grande al despertar por la mañana

Basta con limpiar suavemente el ojo de las secreciones y realizar un ligero masaje desde el párpado inferior hacia la base de la nariz. De esta manera, se puede observar la regresión de este evento común en pocas horas.

La limpieza de los ojos de los recién nacidos

La limpieza de los ojos de los recién nacidos es esencial para eliminar las pequeñas costras que pueden formarse en los párpados o en el lagrimal (el ángulo interno del ojo). Este proceso constituye una parte vital de la rutina diaria de cuidado e higiene, especialmente por la mañana.

Cómo limpiar los ojos del recién nacido:

  • Primero, es crucial lavarse las manos con cuidado. Este es fundamental para evitar el contacto de los gérmenes presentes normalmente en los dedos con el ojo.
  • Usar una toallita suave de un solo uso diseñada específicamente para el uso ocular o, alternativamente, una gasa estéril desechable empapada en solución fisiológica.
  • Evitar el uso de hisopos de algodón, ya que los filamentos pueden irritar los delicados ojos del bebé.
  • Limpiar suavemente desde el interior hacia el exterior la parte externa del ojo.
  • No presionar ni frotar el ojito para evitar irritar la piel extremadamente delicada de los párpados.
  • Las costras más duras pueden ablandarse con una gasa empapada en solución fisiológica o con una toallita de un solo uso.
  • Para cada ojito, es necesario utilizar su propia gasa o toallita para evitar la transferencia de gérmenes de un ojo al otro.
  • Masajear suavemente el saco lagrimal del ojo para eliminar también las secreciones estancadas.
  • Si el niño tiene congestión nasal, también es importante realizar una limpieza nasal cuidadosa.

El lagrimeo

Los niños comienzan a producir lágrimas en la tercera o cuarta semana de vida. Entre el final del primer mes y el inicio del segundo mes, es posible que el niño experimente un lagrimeo continuo, también conocido como “ojo que llora”. Este fenómeno se debe a la obstrucción parcial o completa del conducto nasolagrimal, que dificulta el drenaje de las lágrimas hacia la nariz, dejando el ojito constantemente húmedo y propenso a inflamarse.

En la mayoría de los casos, sin embargo, el conducto nasolagrimal se abre antes del primer año de vida. Para facilitar su apertura, puede ser útil practicar un masaje del saco lagrimal. Se recomienda efectuar este masaje de manera lúdica, hablando con el niño de manera tranquila y amigable. El masaje se lleva a cabo mientras el niño está acostado y con extrema delicadeza.

Masaje del saco lagrimal – primera modalidad:

Lavar cuidadosamente las manos con agua y jabón.

Aplicar presión y realizar un movimiento rotativo hacia adentro y hacia afuera (abajo y arriba) con la yema del dedo justo debajo del ángulo interno del ojito. Con la palma de la mano, sujetar la cabeza (y la barbilla) desde abajo. Se puede repetir de 3 a 5 veces al día.

Masaje del saco lagrimal – segunda modalidad:

Realizar un movimiento de arriba hacia abajo a lo largo del saco lagrimal. En este caso, deslizar suavemente y repetidamente la yema del dedo desde la base de las fosas nasales a lo largo de la base de la nariz, entre el tabique nasal y la mejilla, en dirección al ojo. Aplicar una leve presión para hacer salir las lágrimas y vaciar el saco lagrimal. Se puede repetir de 3 a 5 veces al día.

El masaje tiene el efecto de “exprimir” el saco lagrimal y crear una presión entre el saco mismo y el conducto nasal. A través del masaje del conducto lagrimal del niño, se facilita la apertura de la válvula de Hassner, la principal responsable de la obstrucción de los conductos lagrimales. Al mismo tiempo, se eliminan posibles bacterias que pueden haber proliferado debido a la obstrucción. Las lágrimas actúan naturalmente como desinfectante y bactericida.

El masaje se puede realizar varias veces al día y durante muchos meses. Por esta razón, es conveniente asociarlo con algunos cambios de pañales, para asegurarse de hacerlo regularmente.

Masaje del saco lagrimal – tercera modalidad:

Finalmente, existe una tercera manera de desbloquear el conducto lagrimal: aplicar una compresa caliente ayuda a favorecer el drenaje. Esto podría liberar la obstrucción y facilitar la eliminación del líquido. Comenzar presionando la compresa contra la parte superior del conducto lagrimal durante 3-5 minutos hasta que se libere el bloqueo. Se puede realizar esta operación hasta cinco veces al día. Aquí hay algunos otros consejos:

Para hacer una compresa caliente, se puede usar una toalla húmeda caliente o sumergir una bola de algodón en agua caliente. Asegurarse de que la compresa no esté demasiado caliente, ya que podría causar enrojecimiento y dolor.

Nota: siempre se recomienda consultar al pediatra para obtener más detalles.