Il re-bonding

Il bonding è quel processo tramite il quale il bambino e il genitore creano un legame, una connessione, un’intimità tra loro.

Il bonding: un processo articolato e complesso

Il bonding è un dialogo, una complicità che si instaura tra bambino e genitore, che comincia prima della nascita ma fiorisce nelle prime settimane e nei primi mesi che seguono il parto. L’esperienza emozionale del bambino si sviluppa in sintonia con gli input dati dalla mamma e dal papà.
Come tutti i processi umani, anche il bonding è un processo complesso e articolato che viene condizionato dall’ambiente, dalle caratteristiche dei genitori, dal tipo di parto, dallo stato di salute della mamma o del bambino.

Cosa succede se il bonding non avviene o si interrompe

In ogni fase di questo processo possono subentrare cause che lo ostacolano, incidendo sul legame tra mamma-bambino-papà. Il bonding è una fase molto importante nella nostra vita, se questo processo non avviene, o viene interrotto, spesso ci manca qualcosa.
Potrebbe apparire come un pianto inconsolabile o come una difficoltà nell’allattamento. Infatti, nella maggior parte dei casi un pianto instancabile non è indice di dolore e quindi di malattia nel bambino. Così come, per esempio, i problemi dell’allattamento non dipendono solo dal capezzolo retratto.
Questi sono indici che il legame potrebbe essere interrotto e noi medici e operatori sanitari dobbiamo dare la possibilità ai genitori di recuperare questo legame con il re-bonding, una tecnica che rimuove la causa delle difficoltà di attaccamento al seno e del pianto.

Il re-bonding

Affrontando e cancellando la memoria dell’esperienza negativa si riportano mamma e neonato a nuova vita. Il re-bonding è una tecnica poco usata in Italia ma efficace per ristabilire l’equilibrio psico-emotivo. “Rebonding” significa, infatti, ricreare il legame che si è interrotto.
In un mondo perfetto sarebbe sufficiente favorire il bonding e l’attaccamento, fin dalla fase prenatale, per assolvere il compito di caregiver.

Quando effettuare il re-bonding

Sicuramente il re-bonding deve essere effettuato quando nel percorso nascita si sono presentati uno o più fattori che hanno ostacolato il bonding quali: la separazione dopo il parto di mamma e bambino; quando è avvenuta una nascita da taglio cesareo; quando cause materne e/o neonatali e relative alla salute hanno determinato la separazione.

Il re-bonding è molto utile quando si presentano difficoltà dell’allattamento. Durante le fasi del re-bonding, anche dopo giorni dalla nascita, il bambino, attraverso i suoi riflessi primordiali, mostra la capacità di attaccarsi da solo al seno e quindi di riacquisire le sue competenze.
Soprattutto, il re-bonding va effettuato quando la mamma, o il papà, lo desiderano e ne sentono il piacere e il bisogno.

Sintonizzare e connettere i genitori e il bambino

Una buona consulenza deve anche basarsi sulla capacità di percepire i segnali di disagio dei genitori e del bambino, al di là delle evidenze macroscopiche, come ad esempio un parto cesareo. Le emozioni che affrontano i genitori si ripercuotono sul legame, inducendo la risposta del neonato. Un genitore può diventare più dolce, sentirsi efficace e lo trasmette al suo neonato che a sua volta risponde con iperattività motoria, creando il contatto visivo, sorridendo perché… è felice.

Il bambino dispone di un repertorio limitato per segnalare che le sue necessità e le sue richieste di contatto non sono sufficientemente comprese e accolte. Se l’adulto accanto a lui è tutto il tempo teso e sotto stress, non presente con tutti sensi e con il bambino, e con i pensieri è altrove, aumenta notevolmente il rischio che le necessità del bambino non vengano soddisfatte in modo adeguato.

Da una prospettiva psichica e neurovegetativa, è importante stabilire la sintonizzazione e la connessione con la persona primaria del legame: mamma e il suo neonato.
Il bambino diventa forte e felice, reagisce automaticamente attivando il sistema nervoso simpatico. E questo porta a un aumento dell’attività motoria, della produzione degli ormoni di felicità e anche dei momenti di sonno.

Los deseos del bebé en el vientre de la madre: el vínculo prenatal

“…el bebé vive inmerso en estímulos no solo sensoriales, sino también emocionales y afectivos…”

La impronta prenatal (y perinatal), si se hace con cariño y preparación, significa bienestar para toda la vida. Luego debe continuar en los primeros meses de vida (posnatal), mediante una crianza muy atenta, sensible y orientada al contacto corporal. En años posteriores, se refuerza a través de las experiencias positivas que puede vivir el niño primero y el adulto después.

“¡Háblame! No soy demasiado pequeño para entender. Cuéntame tus alegrías y tus penas, mamá. Explícame en todo momento lo que está pasando para que no tenga miedo, pues no es el dolor lo que me asusta, sino tener que soportarlo yo solo.
¡Mírame! Ya existo dentro de ti. Hazme sitio en tu corazón.
¡Tócame! Acaríciame a través de tu vientre, hazme sentir que estás ahí, conmigo, que no estoy solo.
¡Aliméntame! Muéstrame la belleza del mundo, cántame las canciones más dulces, cuéntame un cuento para que pueda soñar…”

Educación prenatal

Precisamente gracias a los descubrimientos científicos en este ámbito, desde los años 80 se han creado y difundido cada vez más cursos de educación prenatal, cuyo objetivo es ayudar a los padres a establecer un vínculo durante el periodo de gestación. Este vínculo con el bebé tiene por objeto reforzar su salud psicofísica y prevenir molestias y enfermedades, garantizando así mejores condiciones de desarrollo posnatal. Se trata de entrar en comunicación con el bebé desde las primeras semanas de gestación, buscando ofrecerle un alimento físico y emocional con el que crecer y formarse.

Entre los resultados que pueden obtenerse con la educación prenatal figuran el fortalecimiento de los vínculos familiares, la disminución de la ansiedad y el miedo durante la gestación y el parto, y la facilitación de este último y de la lactancia materna.

Qué sucede en los 9 meses de gestación

En resumen, la gestación es un periodo muy importante en la vida de todo ser humano.
A lo largo de esos 9 meses, el feto se forma y crece, tiene sus primeras experiencias, también de tipo emocional y relacional, y empieza a aprender. Durante este periodo de la vida, se sientan las bases del desarrollo posnatal y se crea una impronta inicial, a la que seguirá otra igualmente significativa: la del nacimiento. La gestación se produce no solo a nivel físico, sino también psíquico, y el feto se nutre no solo de elementos físicos, sino también emocionales, mentales y existenciales. El útero materno no es un universo cerrado, sino un entorno rico en estímulos, procedentes de la madre y del mundo exterior, que configuran desde el principio la arquitectura cerebral y psíquica del ser humano.

El vínculo con papá

“Aún recuerdo que en lo primero que pensé cuando me enteré de que iba a ser padre fue en todos mis compromisos laborales y en si podría seguir cumpliendo con ellos cuando naciera. La alegría de la paternidad inminente se vio empañada por el miedo de perder o arruinar una carrera construida con mucho sacrificio y esfuerzo”, cuenta un padre.

Desde un punto de vista concreto, el nuevo padre se da cuenta de que siente el deseo de una mayor presencia en casa, cerca de su pareja y también cerca del bebé. El segundo aspecto es mucho más “mental”. El nuevo hijo se “instala” en la mente de su padre y es capaz de secuestrarla, lo que puede afectar a su concentración y, a veces, a su creatividad. La experiencia de ser padre condiciona la forma en que el nuevo papá se comporta con sus compañeros de trabajo y su entorno laboral, hay más serenidad y menos furia. Surge una forma completamente nueva de ver el mundo y la vida.

Acompañar a la pareja a todas las revisiones obstétricas y ginecológicas durante el embarazo, participar en los cursos de preparación al parto, hacer frente a la maraña de emociones que acompañan el camino hacia la paternidad significa concretamente poder llorar y reír, tener esperanza y confianza, poder hablar de los propios miedos y angustias.

Así es como puede crearse el vínculo entre un padre y su hijo.

  • Es importante estar presente en las revisiones con la comadrona y el médico: esto da seguridad en el acercamiento al bebé. Por lo tanto, merece la pena acudir a las revisiones con regularidad.
  • Mimos: inmediatamente después de nacer, el primer contacto del recién nacido es con la madre. Así, la madre puede intentar acercarlo al pecho y amamantarlo. Pero eso no significa que no pueda haber momentos de mimos a tres o incluso solo entre el padre y su bebé. Lo ideal es colocarlo sobre el pecho de papá: el bebé con pañal y el padre con el torso desnudo.
  • Son muchas las formas en que un padre puede estar ahí para su bebé: controlando el exceso de estímulos molestos (por ejemplo, ruido, luz, etc.); ayudando a la madre en las tareas cotidianas, cantando y hablando al bebé, cambiándole el pañal, bañándole, buscando la forma más segura de transportar al bebé en casa y en los viajes en coche…

El lenguaje del recién nacido

La comunicación del bebé es una especie de “efecto reflejo” en respuesta a una estimulación involuntaria. Más adelante, a partir de los dos meses, comenzarán las primeras vocalizaciones que, tarde o temprano, se convertirán en lenguaje verbal propiamente dicho. Así pues, el lenguaje no verbal constituye su primera forma de comunicación y bienestar y, por ello, merece toda la atención de quienes le rodean.

De los 0 a los 2 meses, el bebé oye y reconoce la voz de mamá y papá, incluso sin conocer aún el significado de las palabras. Se comunica principalmente a través de la mirada (contacto visual), llorando y sonriendo, reaccionando a los estímulos de sus padres, cuyas emociones ha aprendido a interpretar. Alrededor de las 3 semanas de vida, el bebé incorpora nuevos sonidos, como chasquidos con la lengua y gruñidos.

Entre los 2 y los 4 meses, el bebé emite sonidos que indican bienestar, deseo de ser escuchado y demanda de atención. Las vocalizaciones empiezan a diferir en duración, intensidad y tono de los sonidos. Los padres suelen sorprenderse por la sucesión de exclamaciones de alegría como “ooooh”.

Entre los 4 y los 6 meses, el pequeño grita y disfruta escuchando sus propios sonidos (autoestimulación). Sus expresiones cambian según su estado de ánimo y empiezan a producirse en respuesta a estímulos externos de tipo relacional. Porque, ya a esta edad, empieza a disfrutar de las relaciones sociales y a sufrir aburrimiento.

Entre los 6 y los 8 meses, empieza la comunicación intencional a través de gestos. Cada vez balbucea más, emite sonidos de forma específica y se interesa por las personas que le hablan, mirándolas. Se inclina fuera del cochecito, reacciona cuando oye pronunciar su nombre, girando o levantando la cabeza. Está atento a lo que ocurre a su alrededor, percibe las palabras que le son más familiares, como “mamá”, “papá” y “bebé”, aunque no comprende del todo su significado.

Entre los 9 y los 12 meses comienza el periodo de “mamá”, “papá”, “comer”, “acostarse”, “bañarse”, etc., en el que puede empezar a reproducir las primeras palabras. Hace los mismos gestos que los que le rodean. Su capacidad de comprensión no deja de aumentar, responde a órdenes de acción más complejas, como agitar la mano para saludar, acercar la boca cuando le piden un beso, señalar el objeto que desea, incluso balbuceando al mismo tiempo.

Los 6 tipos de contacto con el recién nacido

Contacto visual

La vista es el último de los sentidos en desarrollarse en su totalidad. Los ojos del recién nacido están hechos para enfocar entre 18 y 30 cm, que es exactamente la distancia entre la cara de la madre y la de su hijo cuando esta lo tiene en brazos. Además, el bebé se siente atraído por los contrastes y se fija en las cosas redondas y oscuras (como el pezón y los ojos de mamá).
El contacto visual es un poderoso medio de comunicación porque proporciona mucha información positiva y ayuda a los padres a comprender el estado y el humor del bebé.

Contacto con la piel

El tacto es el primer sentido que se desarrolla en el útero, y la piel es el órgano más grande del cuerpo. La manera más sencilla y eficaz de crear un vínculo estable y positivo es colocar al recién nacido en brazos de su madre en contacto piel con piel en las dos horas siguientes al nacimiento, sin separarlo (si su estado de salud lo permite).
El contacto permite a los padres conocer mejor a su bebé y comprender la comunicación verbal y no verbal. Además, en la madre, el contacto estimula la liberación de hormonas que favorecen la producción de leche materna. Por último, a través del contacto físico, los padres ayudan al recién nacido a alcanzar la temperatura exacta que necesita.

Olfato

El sentido del olfato es una capacidad primitiva del cerebro que nos permite distinguirnos y reconocernos. De hecho, el bebé distingue el olor de su madre del de otra mujer. El olfato, estimulado por la proximidad y el contacto, puede ser una gran fuente de tranquilidad para el bebé.

Vocalización y comunicación

Ya en el útero, el bebé oye la voz y los latidos del corazón de su madre, sonidos con los que se reencontrará después de nacer, cuando ella le abrace, le hable o le cante para tranquilizarle. El propio bebé responde con murmullos y gorjeos que confirman la capacidad de respuesta de los padres.

Llorar y sonreír

El llanto es el modo de comunicación del bebé que más impacto tiene en los padres porque atrae su atención y a menudo evoca vivencias personales que determinan su interpretación y enfoque.
La sonrisa transmite afecto y está relacionada con la liberación de hormonas. A menudo la sonrisa es una conducta imitativa, por lo que los bebés devuelven la sonrisa a sus padres y, en general, incluso entre los adultos, crea un ambiente más cálido, relajado y alegre, y transmite una sensación de satisfacción.

Lactancia materna

La lactancia materna crea y refuerza el vínculo a través del contacto, la producción de hormonas y la alimentación. Todos los bebés se benefician de la lactancia materna, porque la leche de la madre contiene los nutrientes necesarios para que el bebé goce de buena salud y crezca bien. La leche materna es un alimento perfecto para el bebé en sus primeros meses de vida y no se puede comparar con ningún producto artificial.

Cómo se comunica el recién nacido

Los bebés comunican sus necesidades y emociones a través del lenguaje corporal, las expresiones faciales, los sonidos, el comportamiento y, más adelante, con palabras.

El recién nacido no tiene la capacidad física de buscar a su madre, pero desde que nace dispone de numerosas herramientas para comunicar sus necesidades y generar una respuesta de cuidado por parte de sus padres: inicialmente, las herramientas más utilizadas son en primer lugar el llanto y después la sonrisa.

El llanto y la sonrisa tienen el efecto de acercar a la madre y al padre a su hijo y se definen como comportamientos de señalización. Estos comportamientos se utilizan a diario: el llanto puede indicar hambre o disgusto por estar separado de la madre. Por ejemplo, sonreír después de haberse cogido correctamente al pecho de la madre indica que el bebé está contento y saciado y que se siente bien. La sonrisa también actúa como un refuerzo gratificante para la madre y la predispone a responder a las señales de su bebé de forma positiva. Esto favorece un crecimiento armonioso y la liberación de oxitocina y serotonina, las hormonas del bienestar.

De este modo, se establece una relación afectiva entre el progenitor y su hijo.

‘Bonding’: una conexión especial

El bonding (en inglés) o apego es un vínculo especial que hace que el bebé quiera permanecer cerca de una cierta persona, mamá o papá, capaz de satisfacer todas sus necesidades.

El término bonding surgió en Estados Unidos en 1982 de la mano de John Kennell y Marshall Klaus. En inglés, bond significa adherir, unir; por tanto, el bonding es el proceso de vinculación entre unos padres con su hijo.

El apego tiene la característica de ser selectivo: el bebé busca instintivamente el contacto con la persona que le cuida y que le da consuelo y seguridad. La relación con esta figura le proporciona una base segura desde la que, a medida que crece, puede salir a explorar el mundo, sabiendo que siempre puede volver y que siempre será acogido, cuidado, tranquilizado y reconfortado.

Este mismo vínculo de amor hace que el progenitor alimente al bebé, lo proteja y no lo abandone.
Al igual que todos los vínculos humanos, el bonding es un proceso complejo y articulado, lleno de estímulos e influencias: de hecho, está condicionado por el entorno, las características de los padres, el tipo de parto, el estado de salud de la madre y del bebé, etc.

Los elementos fundamentales del bonding son el contacto visual y táctil, el sentido del olfato, la vocalización y la comunicación, las reacciones del bebé, la lactancia materna y los ritmos y biorritmos de los padres y su hijo.

El maravilloso vínculo entre una madre y su hijo

El embarazo y la maternidad constituyen una etapa muy especial en la vida de una mujer, un camino único y singular que conduce a un cambio radical, no solo físico, sino también psicológico.
Un viaje en el que la mujer se prepara para su papel de madre, lo que da lugar a una profunda reestructuración de su identidad.

Las tres fases dan origen a la identidad como madre y crean el vínculo con el bebé

La identidad de madre no se conquista simplemente en el momento del parto, sino que se abre paso a través de las tres fases del proceso del nacimiento: endogestación, parto y exogestación.
Solo cuando el bebé crece y se desarrolla gracias a los cuidados maternos, la mujer puede sentirse verdaderamente “madre” y la actitud maternal alcanza su plenitud. Durante los nueve meses de gestación, empieza a establecerse entre la madre y su hijo ese maravilloso y profundo vínculo, también conocido como bonding, compuesto por sensaciones, percepciones, caricias, sonidos y olores. Un vínculo que se materializa físicamente antes del nacimiento, a través de las caricias en el vientre, el canto y el diálogo con el feto, y, después del nacimiento, cuando madre y bebé por fin se encuentran, se reconocen y se enamoran. El vínculo continuará, intensificándose cada vez más, después del parto y en los primeros meses de vida del pequeño, para luego durar toda la vida.

La importancia del vínculo

El vínculo es un proceso físico, emocional y hormonal de relación y cuidado entre el bebé y sus figuras parentales, que sirve para establecer las bases no solo de las relaciones paterno-filiales, sino también de todas las relaciones sociales y afectivas que el pequeño, establecerá en su vida adulta.

La función de la oxitocina

El vínculo de apego madre-hijo se establece desde el nacimiento también por la acción conjunta de hormonas y neuromediadores, el más importante de los cuales es la oxitocina (OT), una hormona hipotalámica que vela por la conservación de la especie. La OT actúa en antagonismo con el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal que, en cambio, es responsable de la conservación del individuo (reacciones de ataque y huida). La OT está implicada en los aspectos fisiológicos y comportamentales inducidos por las relaciones sociales en un contexto general, pero sobre todo lo está en la fisiología de las relaciones sexuales, el parto y la lactancia, de los que rige contextualmente los aspectos comportamentales relacionados: el vínculo de pareja y el vínculo de apego madre-hijo.

La importancia de la comunicación para la creación del vínculo materno-filial

El vínculo entre madre e hijo es fundamental para promover un crecimiento sano, que se produce alentando, respondiendo y alegrándose de cada gesto espontáneo y creativo del bebé. De hecho, desde que nace, este busca instintivamente una relación que le provoque emociones positivas y le dé seguridad, y que encuentra en su figura cuidadora, su madre. Para el bebé, la madre es el origen de toda vida, la fuente de todo alimento y la protección contra todo peligro.
Los sentimientos positivos de una madre hacia su pequeño pueden favorecer el crecimiento de la materia gris del cerebro límbico del recién nacido, la representación de sí mismo y de los demás, con una reestructuración de la autoestima y la representación corporal. También son muy importantes la calidad de la voz y los intercambios vocales, junto con las expresiones faciales y las vocalizaciones no verbales. Todo esto se basa en la comunicación entre el hemisferio derecho de la madre y el hemisferio derecho del bebé.
La conexión entre la madre y el recién nacido se produce a nivel cerebral, de modo que ambos aprenden a percibirse y comprenderse mutuamente, por lo que su comportamiento suele ser simbiótico. Con las comunicaciones no verbales visuales-faciales, táctiles y auditivo-prosódicas, la madre y el bebé aprenden la estructura rítmica del otro y modifican su comportamiento para ajustarse a esa estructura, cocreando así una interacción específicamente adaptada en todo momento.

Para ayudar a tu hijo a crecer sano y desarrollar su verdadero Yo, es fundamental alentar, responder y alegrarse de cada gesto espontáneo y creativo, con cariño y una sonrisa.