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Su bienestar empieza mucho antes de nacer

"Empezamos a ser padres mucho antes del nacimiento de un hijo"

Capítulo 1 - Cuando comienza su bienestar

CATEGORÍA: Su bienestar empieza mucho antes de nacer
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Empezamos a ser padres mucho antes del nacimiento de un hijo. Sucede cuando se descubre que se está esperando un bebé y, a veces, incluso antes, cuando se encara el deseo, o incluso el simple pensamiento, de tenerlo. Precisamente ahí, en la mente y en el corazón de una madre y de un padre, la idea del pequeño toma forma en la imaginación, los sueños y los proyectos. El embarazo es un período de intensa reflexión que permite a los papás sentar las bases del vínculo con el niño.

Para algunos, es un proceso lento, casi imperceptible, mientras que, para otros, es una emoción disruptiva. Las fantasías y las emociones forman parte del recorrido. Dedicar tiempo a escuchar los movimientos del niño en la barriga, imaginar qué está haciendo, si se mueve y cómo lo hace, y cuáles son sus emociones y su estado de ánimo no solo significa imaginar, sino que ya constituye una forma de relacionarse con él, aprovechando el tiempo de gestación para aprender a conocerle, de manera que el nacimiento no sea un encuentro, sino un reencuentro. Este proceso compuesto de escucha, imaginación y diálogo, a través del tacto y las posiciones del cuerpo, se denomina bonding prenatal.

El término inglés bonding significa “vínculo”, “apego”, y define un recorrido, en parte, consciente, y, en parte, inconsciente, a través del cual el bebé y sus papás se conectan en una relación íntima. El vínculo es bidireccional: los papás aprenden a intimar y a conocer al pequeño, y este les encuentra, experimenta y se relaciona con ellos enviando señales comunicativas incluso mucho antes de los movimientos fetales activos. Está demostrado que lograr establecer un vínculo sólido con el bebé en el vientre materno también favorece, entre innumerables beneficios, el vínculo entre el pequeño y sus papás después del nacimiento, y, además, reduce el riesgo de depresión posparto en la nueva mamá.(1)

En 1958, el psicoanalista inglés Donald Winnicott fue uno de los primeros en evidenciar cómo la relación entre los padres y el niño se originaba en las etapas anteriores al nacimiento. Según Winnicott, ya en los primeros meses de embarazo, la madre entra en un estado psicológico que se define como “preocupación materna primaria”, es decir, una condición de especial y elevada sensibilidad, entendida como un estado temporal de “retiro”, que lleva a la mujer a situar en primer plano a su hijo y a sintonizar con sus necesidades incluso antes de su nacimiento.

En 1969, el psicoanalista John Bowlby reconoció la conexión entre una relación cualitativa madre-hijo durante el embarazo y el desarrollo sereno de un individuo. (2)

Entre las investigaciones más reconocidas, la de M.S. Cranley (3) puso de manifiesto cómo, durante los nueve meses de gestación, se producían tanto el desarrollo psicofísico del feto como la transformación de la mujer en madre. Para la mujer, esto comporta tomar conciencia de una nueva identidad asociada a su nuevo papel; para el feto, implica crear su propio papel; y para ambos, significa crear una relación, la primera relación, que Cranley denomina vínculo prenatal, y que está estrechamente relacionada con el vínculo posnatal. Según la estudiosa, la calidad de la inversión afectiva prenatal influye en el proceso del embarazo y el parto, en la posterior relación de vínculo entre los papás y el bebé, y en el desarrollo psíquico infantil (4). Pero ¿en qué consiste concretamente el vínculo prenatal? Es el conjunto de representaciones cognitivas y emocionales de la mamá hacia el hijo que está dentro de su barriga, que algunos estudiosos han tratado de medir y clasificar.

Cranley propuso una escala de medición, la Maternal-Fetal Attachment Scale (MFAS), compuesta de cinco dimensiones distintas:

  • LA ASUNCIÓN DEL ROL (por ejemplo, me imagino cuidando de mi hijo).
  • LA DIFERENCIACIÓN CON RESPECTO AL FETO (por ejemplo, me gusta observar cómo se mueve mi barriga cuando mi bebé da pataditas).
  • LA INTERACCIÓN CON EL FETO (por ejemplo, hablo a mi hijo mientras me acaricio la barriga).
  • LA ATRIBUCIÓN DE CARACTERÍSTICAS AL FETO (por ejemplo, imagino cómo será mi hijo).
  • LA ENTREGA (por ejemplo, adopto comportamientos virtuosos que nunca había tenido antes del embarazo pensando en el bienestar del niño).

Otros investigadores (Müller y Condon) propusieron más tarde variantes de esta escala, incorporando la influencia que la mujer posee con respecto a la experiencia vivida con su propia madre, así como los pensamientos y los sentimientos maternos hacia el niño. Según Müller, el vínculo prenatal es “la relación afectuosa y única que se establece entre una mujer y su feto”, el cual intentó medir a través del PAI (Prenatal Attachment Inventory), un instrumento de valoración de los diferentes aspectos de la relación materno-fetal: interacción, comunicación, demostración de amor, disponibilidad para cuidar, proyección hacia el futuro y voluntad de compartir los progresos del embarazo con otras personas, empezando por el papá (5).

En las últimas décadas, la introducción de nuevas tecnologías ha permitido disponer de ecografías cada vez más sofisticadas. A pesar de las críticas que suscita el recurso frecuente a exámenes ecográficos no justificados por necesidades médicas, estas prácticas han permitido a los papás observar a su hijo en una representación visual, facilitándoles así la puesta en contacto con el feto “oculto” en el vientre materno.

A lo largo de los años, se han sucedido estudios vinculados a la relación materno-fetal que también han tenido en cuenta variables sociales, geográficas y culturales, destacando, al mismo tiempo, la importancia de invertir en una relación de calidad con el niño desde el embarazo. Ya sabemos que favorecer y sostener el vínculo prenatal significa crear una base sólida para la relación entre la mamá y el futuro bebé, que se consolida al nacer y en los primeros años de vida del niño (6).

(1) E. Petrite al, “Maternal–foetal attachment independently predicts the quality of maternal– infant bonding and post-partum psychopathology”, The Journal of Maternal-Fetal & Neonatal Medicine 31 (2018) pp 3153-3159

(2) J. Bowlby, “Attachment” (1969)

(3) MS. Cranley, “Development of a tool for the measurement of maternal attachment during pregnancy. Nursing Research” (1981)

(4) Fleming AS, Ruble DN, Gordon LF, Shaul DN “Postpartum adjustment in first-time mothers: Relations between mood, maternal attitudes, and mother-infant interaction”, Developmental Psychology (1988)

(5) ME Müller, Prenatal Attachment Interview (1993)

(6) N. Stormer N “Seeing the fetus: The role of rechnology and image in the maternal-fetal relationship. Journal of the American Medical Association” (2003)

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