El buen sueño
Capìtulo 3 - Los despertares nocturnos
No por casualidad, el sueño de los bebés es ligero, se despiertan con facilidad entre un ciclo y el siguiente y manifiestan breves intervalos de conciencia. Se trata de un potente mecanismo de protección del que la naturaleza les ha dotado. Los bebés son vulnerables: si se encuentran en una situación de peligro, dependen de la intervención de un adulto para recuperar la seguridad. Por ello, la selección natural les ha dotado de un sistema de alerta muy eficaz.
Por lo tanto, cuando nos llaman en mitad de la noche, por supuesto que no lo hacen por capricho o por despecho, sino por instinto de supervivencia.
En 2003, un grupo de investigación australiano10 llevó a cabo, con todas las precauciones necesarias, un experimento con diez bebés de entre dos semanas y seis meses. Los investigadores redujeron ligeramente el aporte de oxígeno a los pequeños que dormían en fase REM o en fase de sueño profundo. El despertar en los niños que estaban en fase REM fue inmediato, mientras que los pequeños que dormían profundamente necesitaron algunos minutos. Una mayor duración del sueño ligero y la capacidad de despertarse rápidamente al mínimo estímulo son mecanismos salvavidas cuando existe un riesgo de asfixia. Con el paso de los meses, a medida que el niño adquiere más autonomía y capacidad de discernir los estímulos ambientales, los despertares nocturnos se convierten en despertares parciales, como los del adulto, y el niño desarrolla la capacidad de volver a dormirse espontáneamente la mayoría de las veces.
El estímulo que despierta a los niños con más frecuencia en los primeros meses es el hambre. Su estómago es pequeño y necesitan alimentarse y beber a menudo, incluso durante la noche. De hecho, el ritmo de sueño y vigilia en la edad neonatal coincide con el de las tomas. Los niños alimentados al pecho necesitan mamar con más frecuencia que los alimentados con leche de fórmula, puesto que la leche materna se digiere mejor que la de fórmula, el estómago se vacía antes y el estímulo del hambre reaparece. En consecuencia, el número de despertares nocturnos en un niño que toma pecho suele ser mayor que en un niño alimentado con biberón.
El estímulo que con más frecuencia despierta a los niños en los primeros meses es el hambre. Su estómago es pequeño y necesitan alimentarse y beber a menudo, incluso durante la noche.
Pero aún hay más: según algunos estudios,11 los pequeños alimentados al pecho tienen el sueño más ligero y tienden a despertarse más rápidamente en presencia de un estímulo que los alimentados con leche de fórmula. Puede parecer una desventaja, pero, por el contrario, probablemente es una de las razones por las que la lactancia materna es un factor protector contra el riesgo de asfixia durante el sueño. Por otro lado, la leche materna es un potente favorecedor del sueño. Además del efecto consolador y relajante del contacto piel con piel, la leche materna que se produce a últimas horas de la tarde y por la noche contiene una mayor cantidad de triptófano, un aminoácido que el organismo utiliza como base para producir melatonina. (12)
Después de comprobar que no necesita nada más, ofrecer el pecho a un niño que se ha despertado de noche es un sistema rápido para hacer que se vuelva a dormir. Con el paso de los meses y la menor necesidad del niño de alimentarse por la noche, los papás encontrarán otras formas de consolarle para favorecer su retorno a los brazos de Morfeo.
Por todas estas razones y, más en general, por la necesidad de los bebés de estar en contacto físico con el adulto, en particular, con la madre, cada vez son más los partidarios del sueño compartido en los primeros meses del bebé. La costumbre de tener al bebé al lado durante la noche, lo que científicamente se denomina colecho, está muy arraigada en todas las culturas, porque forma parte de los cuidados de proximidad, el delicado sistema de apego entre la madre y el hijo, cuyo fin es la protección del pequeño y, por lo tanto, su supervivencia. Sin embargo, en los últimos años, diferentes estudios sobre el tema han demostrado que el colecho es una práctica que puede tener consecuencias trágicas, debido al riesgo de asfixia del niño.
“In the same room, but not in the same bed” (“en la misma habitación, pero no en la misma cama”) es el eslogan que instituciones, entidades de investigación, asociaciones de pediatras y especialistas en salud neonatal de todo el mundo han lanzado para promover el sueño seguro del niño.
De acuerdo con los especialistas de la American Academy of Pediatrics, (13) hasta, al menos, los seis meses de edad, se recomienda que el niño duerma en la misma habitación que los padres, en un moisés o una cuna. El bebé percibe la presencia de los papás y duerme más tranquilo, y ellos pueden intervenir más rápidamente en caso de necesidad.
Asimismo, dormir juntos favorece la lactancia materna y permite a la mamá responder con prontitud a la demanda del niño, reduciendo el estrés de ambos y favoreciendo la reanudación del sueño inmediatamente después.
En cualquier caso, dormir cerca de los papás no es un vicio para el bebé, sino una necesidad y una verdadera fuente de bienestar. El hecho de satisfacerle no significa comprometer la posibilidad de que el niño crezca con autonomía e independencia. Por el contrario, significa relacionarse con él, comprender sus necesidades y ofrecer respuestas adecuadas que le permitan sentirse más tranquilo y seguro de sí mismo. (14)
10 P. Parslow, R. Harding et al., Arousal Responses to Somatosensory and Mild Hypoxic Stimuli are Depressed During Quiet Sleep in Healthy Term Infants, «Sleep», 26, 2003, pp. 739-744
11 R. Home, P. Parslow et al., Comparison of evoked arousability in breast and formula fed infants, «Archives of Diseases in Childhood», 89, 2004, pp. 22-25
12 J. Cubero et al., The Circadian Rhythm of Tryptophan in Breast Milk Affects the Rhythms of 6 sulfatoxymelatonin and Sleep in Newborn, «Neuro Endocrinol. Lett.», 26, 2005, pp. 657-661
13 R.Y. Moon, Task Force on Sudden Infant Death Syndrome SIDS and other sleeprelated infant deaths: expansion of recommendations for a safe infant sleeping environment, «Pe-diatrics», 2011, 128:1030-9 2005, pp. 657-661
14 J. Bowlby, Una base segura,1989
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