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Artículos científicos

Ruidos blancos naturales en otoño: beneficios calmantes y reguladores para el sueño del recién nacido

FOCUS: The newborn in autumn

El sueño del recién nacido representa un elemento fundamental para el correcto desarrollo neurocognitivo y psicoemocional durante los primeros meses de vida, un período en el que se consolidan la regulación del ritmo, sueño–vigilia y el equilibrio emocional.

Durante el otoño, los cambios estacionales modifican el entorno sensorial del lactante, con un aumento de los sonidos naturales derivados de fenómenos meteorológicos como la lluvia y el viento. Estos sonidos, denominados “ruidos blancos naturales”, se caracterizan por la presencia simultánea de todas las frecuencias audibles por el oído humano, distribuidas con una intensidad uniforme.
Esto genera un efecto de enmascaramiento acústico, que atenúa la percepción de sonidos ambientales repentinos o potencialmente molestos.

El sistema auditivo del recién nacido, aunque aún en desarrollo, es sensible a un amplio espectro de frecuencias, con especial receptividad hacia las frecuencias medias y altas, típicas de la voz humana y de los entornos familiares.
Los ruidos blancos, gracias a su composición espectral amplia y continua, crean un entorno sonoro estable y tranquilizador, que favorece la consolidación de las redes neuronales implicadas en el procesamiento sensorial y en la regulación de la atención.

En particular, la exposición a ruidos blancos naturales como los producidos por la lluvia o el viento estimula el sistema nervioso parasimpático, incrementando la respuesta de relajación, reduciendo los niveles de cortisol y atenuando los estados de hiperexcitabilidad. Esto se traduce en una disminución significativa del estrés y en una mejora de la calidad del sueño del lactante, apoyando su bienestar neuroemocional. Por lo tanto, el uso consciente y seguro de los ruidos blancos naturales representa un apoyo natural válido para la regulación del sueño y el confort infantil, especialmente durante el período otoñal.

Beneficios específicos de los ruidos blancos naturales en otoño
  1. Estabilización del ritmo sueño–vigilia: los sonidos continuos y homogéneos producidos por la lluvia y el viento proporcionan un estímulo sensorial constante que puede contribuir significativamente a la regulación del ritmo circadiano en los recién nacidos. Durante el otoño, la reducción de la exposición a la luz natural, junto con las variaciones ambientales estacionales, puede alterar las señales externas fundamentales para la sincronización de los relojes biológicos. Los ruidos blancos naturales, al mantener un input acústico estable, favorecen un entorno sensorial predecible que facilita la alineación del ritmo sueño–vigilia, contribuyendo a una mejor organización de los ciclos de sueño y al fortalecimiento del sueño nocturno.
  2. Enmascaramiento eficaz de los ruidos ambientales: el entorno otoñal se caracteriza por sonidos meteorológicos regulares y previsibles, como la lluvia persistente y el soplo del viento, que actúan como ruido de fondo continuo. Estos sonidos naturales funcionan como un mecanismo de enmascaramiento, reduciendo el impacto de ruidos ambientales más bruscos, impredecibles o intermitentes, como los domésticos, los cláxones u otros sonidos repentinos, que pueden provocar microdespertares o fragmentación del sueño. El mantenimiento de un entorno sonoro homogéneo favorece un sueño más profundo y continuo, reduciendo la hiperreactividad sensorial típica de los primeros meses de vida.
  3. Reducción del llanto y mejora del bienestar emocional: la exposición a los ruidos blancos naturales se asocia con una disminución significativa del llanto y de los comportamientos de agitación en los recién nacidos. Este efecto probablemente se debe a la modulación del sistema nervioso autónomo, con un aumento de la actividad parasimpática y una reducción del estrés neuroendocrino. La familiaridad y la previsibilidad de los sonidos naturales crean un contexto sensorial tranquilizador que mejora el bienestar emocional del niño, promoviendo un estado de calma que facilita la regulación emocional y la transición hacia el sueño. Estos efectos contribuyen en conjunto a un mejor desarrollo neuroconductual.

La percepción auditiva en los recién nacidos es un proceso complejo que involucra tanto componentes periféricos, relacionados con la anatomía y fisiología del aparato auditivo, como componentes centrales, implicados en el procesamiento neuronal dentro del sistema nervioso central.

Fisiología del aparato auditivo en el recién nacido

Al nacer, el aparato auditivo del recién nacido es funcional y capaz de detectar un amplio rango de frecuencias acústicas, aproximadamente entre 20 Hz y 20.000 Hz, similar al del adulto.
Sin embargo, ciertas características anatómicas y fisiológicas influyen en la percepción acústica:

  • Conducto auditivo y oído medio: En el recién nacido, el conducto auditivo es más pequeño y la cavidad del oído medio aún está en desarrollo, lo que puede modificar ligeramente la transmisión de las ondas sonoras y la amplificación de determinadas frecuencias, especialmente las más bajas.
  • Cóclea: La estructura coclear está completamente formada al nacer, con células ciliadas internas y externas funcionales que transforman las vibraciones mecánicas en señales eléctricas. La respuesta coclear es particularmente sensible a las frecuencias medias y altas, esenciales para la percepción del lenguaje y de los sonidos ambientales.
  • Selección frecuencial: Los recién nacidos muestran mayor sensibilidad a las frecuencias en torno a 2.000–4.000 Hz, que corresponden a los sonidos vocálicos y consonánticos del habla humana, aunque también son capaces de percibir las frecuencias más bajas típicas de los ruidos blancos
Procesamiento neurológico del sonido

Una vez convertido en señal eléctrica dentro de la cóclea, el impulso auditivo se transmite a través del nervio auditivo hacia los núcleos cocleares en el tronco encefálico, y posteriormente a estructuras superiores como el colículo inferior, el tálamo (cuerpo geniculado medial) y la corteza auditiva primaria en la región temporal del cerebro.

En los recién nacidos, el sistema nervioso central aún se encuentra en proceso de maduración, pero ya muestra una actividad neuronal significativa en las áreas auditivas.
La exposición a estímulos acústicos constantes y predecibles, como los ruidos blancos, facilita:

  • La modulación de la atención auditiva: El cerebro reconoce y se adapta a estímulos sonoros continuos, reduciendo la respuesta a sonidos repetitivos (habituación) y concentrándose en sonidos nuevos o relevantes.
  • La activación del sistema nervioso autónomo: Los ruidos blancos pueden modular el equilibrio entre los sistemas simpático y parasimpático, promoviendo una respuesta de relajación a través de la activación parasimpática, con la consiguiente reducción del estrés y mejora del sueño.
  • El fortalecimiento de las redes neuronales: Un entorno sonoro estable favorece el desarrollo de conexiones sinápticas en las vías auditivas y en las áreas cerebrales asociadas con la regulación emocional y el control del ritmo sueño–vigilia.

 

Los ruidos blancos son percibidos por el recién nacido como un sonido uniforme y sin variaciones bruscas, que produce un efecto de enmascaramiento de otros estímulos sonoros potencialmente perturbadores. Este estímulo acústico constante facilita la sincronización neurofisiológica y conductual, reduciendo las respuestas de alarma y contribuyendo al mantenimiento de un estado de calma.
La exposición regular a los ruidos blancos durante las fases de vigilia y sueño ayuda al recién nacido a modular su reactividad sensorial, promoviendo un mejor equilibrio neuroconductual.

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