Artículos científicos
La vulnerabilidad fetal a los agentes contaminantes
El feto presenta una marcada vulnerabilidad frente a los agentes contaminantes ambientales, debido a características fisiológicas y anatómicas peculiares. Esta susceptibilidad está relacionada con diversos factores: una exposición proporcionalmente mayor respecto al adulto, la maduración incompleta de los mecanismos de desintoxicación, un sistema nervioso central en pleno desarrollo y un sistema inmunitario aún inmaduro.
El período embrio-fetal representa la fase de máxima sensibilidad a los agentes tóxicos ambientales, ya que el desarrollo de los órganos y sistemas biológicos ocurre de manera rápida y delicada. Durante el embarazo, la madre puede transmitir numerosos contaminantes al feto, mediante mecanismos como el paso transplacentario, la acumulación en los tejidos fetales y la exposición a contaminantes introducidos a través de la alimentación.
Sustancias como el humo del tabaco, los bifenilos policlorados (PCB), los metales pesados (incluyendo plomo, mercurio y cadmio), los pesticidas y los compuestos orgánicos volátiles son capaces de atravesar la placenta e interferir negativamente con el crecimiento fetal y el desarrollo neurológico. Incluso en dosis bajas, estos agentes pueden alterar la diferenciación celular e inducir modificaciones epigenéticas con consecuencias a largo plazo.
El cerebro fetal, extremadamente sensible a las neurotoxinas, puede sufrir daños estructurales y funcionales que comprometan procesos clave como la neurogénesis, la mielinización y la formación de conexiones sinápticas. Estos daños pueden aumentar el riesgo de trastornos cognitivos, déficit de atención y alteraciones del comportamiento durante la infancia y la edad adulta.
Debe prestarse especial atención también a los disruptores endocrinos como el bisfenol A (BPA) y los ftalatos, ampliamente presentes en envases de plástico y alimentos procesados. Estos compuestos pueden alterar el equilibrio hormonal fetal y comprometer el desarrollo de los sistemas reproductivo y metabólico, aumentando la predisposición a patologías como la obesidad y la diabetes en la edad adulta.
La exposición prenatal a contaminantes ambientales puede también obstaculizar la maduración del sistema inmunitario del feto, haciéndolo más susceptible a infecciones, alergias y enfermedades autoinmunes.
La alimentación materna constituye un canal importante de contaminación. Es fundamental:
- Limitar el consumo de pescados con alto contenido de mercurio (como atún, pez espada y tiburón);
- Evitar carnes y productos lácteos no pasteurizados, posibles fuentes de Listeria;
- Reducir el consumo de frutas y verduras no orgánicas, a menudo ricas en pesticidas;
- Prestar atención a la calidad del agua potable, especialmente en zonas con riesgo de contaminación por metales pesados.
Incluso exposiciones maternas mínimas a sustancias tóxicas pueden tener consecuencias significativas y duraderas sobre el desarrollo fetal. Por este motivo, la prevención de la exposición a contaminantes ambientales debe considerarse una prioridad absoluta para la protección de la salud neonatal y pediátrica.
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