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Artículos científicos

El imprinting gustativo y olfativo & la lactancia materna

FOCUS: Lactancia

La lactancia representa uno de los primeros comportamientos complejos del recién nacido, en los que nutrición, relación y estimulación sensorial convergen en un único acto cargado de significados biológicos y emocionales. Más allá de su valor calórico, la lactancia materna constituye una experiencia multisensorial que involucra el olfato y el gusto como canales primarios de reconocimiento, regulación y aprendizaje temprano.

Durante este proceso, el recién nacido elabora olores y sabores provenientes del cuerpo y de la leche materna, creando mapas sensoriales integrados que lo guían en la conducta alimentaria y en la orientación social. Estas experiencias son facilitadas por mecanismos neurales precozmente activos, que hacen posible el reconocimiento selectivo de la madre y la consolidación del vínculo afectivo, ya desde la vida intrauterina.

El sistema olfativo

El sistema olfativo es uno de los primeros en desarrollarse en el feto. Los receptores olfativos del epitelio nasal se forman alrededor de la 7ª semana gestacional, mientras que la transducción olfativa se vuelve funcionalmente activa alrededor de la 28ª semana.

Ya en época fetal, el olfato es estimulado mediante la inhalación del líquido amniótico, el cual transporta sustancias aromáticas provenientes de la dieta materna y de su fisiología metabólica. Esta exposición temprana crea una memoria olfativa intrauterina que sirve de base para el reconocimiento posnatal de la madre. En este período se construyen los primeros vínculos sensoriales, determinantes para el bonding prenatal, la primera forma de comunicación afectiva no verbal entre madre e hijo.

Reconocimiento olfativo y respuesta neurovegetativa al nacer

Al nacer, el recién nacido es capaz de distinguir el olor específico del pecho y del calostro de su propia madre, mostrando respuestas conductuales y neurovegetativas diferenciales (orientación cefálica, reducción del llanto, activación de la succión). El pezón y la aréola mamaria, gracias a la secreción de las glándulas de Montgomery, emiten compuestos volátiles altamente reconocibles que guían al recién nacido hacia el pecho.

La exposición repetida a los olores maternos activa circuitos subcorticales (amígdala, hipotálamo, bulbo olfativo) y estimula la liberación de oxitocina y dopamina, reforzando los mecanismos neurobiológicos del apego y de la gratificación.

El epitelio olfativo está inervado por neuronas sensoriales primarias que proyectan directamente en el bulbo olfativo, siendo el único sistema sensorial que evita el tálamo en su proyección cortical. La información olfativa llega directamente a las estructuras límbicas, en particular:

  • Amígdala: modulación de las respuestas emocionales;
  • Hipocampo: codificación mnésica;
  • Hipotálamo: respuesta neuroendocrina y regulación vegetativa.

Esta conexión privilegiada entre olor y sistema límbico explica la potencia del olfato como estímulo afectivo y regulador, especialmente en la primera infancia.

El sistema gustativo

El sistema gustativo, aunque más simple que el olfativo, se desarrolla ya desde la 8ª semana gestacional, con la formación de las papilas gustativas en la lengua y el paladar.

A partir de la 15ª–17ª semana, el feto deglute grandes cantidades de líquido amniótico, cuyas características gustativas están influenciadas por la dieta materna (ej. zanahoria, ajo, anís). Esta exposición temprana genera huellas mnésicas gustativas que influyen en la conducta alimentaria posnatal.

La leche humana es un fluido sensorialmente rico, que refleja la variabilidad de la dieta materna y presenta un perfil gustativo no constante, favoreciendo la adaptación sensorial temprana. El recién nacido amamantado está, por lo tanto, expuesto a una diversidad gustativa que:

  • Mejora la plasticidad gustativa;
  • Reduce la neofobia alimentaria en la alimentación complementaria;
  • Promueve una mayor aceptación de alimentos sólidos

A diferencia de las fórmulas artificiales, que ofrecen un sabor constante, la leche materna favorece el aprendizaje gustativo a través de la experiencia variable, en una lógica de educación sensorial implícita. El gusto es codificado por células receptoras ubicadas en las papilas gustativas, que envían señales a través de los nervios:

  • Facial (VII): para los 2/3 anteriores de la lengua;
  • Glosofaríngeo (IX): para el tercio posterior;
  • Vago (X): para la faringe y la epiglotis.

Estas señales convergen en el núcleo del tracto solitario (NTS) en el bulbo, desde donde parten conexiones hacia el tálamo ventroposteromedial y, finalmente, hacia la corteza insular, sede de la percepción gustativa consciente. El gusto, al igual que el olfato, tiene una fuerte componente afectiva implícita, gracias a su conexión con los circuitos límbicos y dopaminérgicos de la gratificación alimentaria.

Modulación sensorial temprana a través de la lactancia materna

En el recién nacido, el tratamiento sensorial recibido durante la lactancia contribuye a la maduración de sistemas reguladores centrales, en particular aquellos que presiden el equilibrio entre arousal, estrés y autorregulación.

Olores y sabores conocidos favorecen:

  • la estabilidad cardiorrespiratoria;
  • el tono muscular fisiológico;
  • la vigilia tranquila y la atención alerta;
  • la adaptación conductual a los estímulos ambientales.

En este sentido, la lactancia actúa como un regulador multisensorial temprano, capaz de modelar las trayectorias neuroconductuales del recién nacido y de consolidar las bases del apego seguro, ya preparadas a través del bonding sensorial intrauterino.

La lactancia se configura como una experiencia plurisensorial neuroafectiva, en la que olfato y gusto representan los primeros alfabetos relacionales del recién nacido. La interacción con los olores y sabores maternos permite la construcción de huellas mnésicas implícitas que regulan la conducta alimentaria, la afiliación y el desarrollo emocional. El significado profundo de estas experiencias reside en su capacidad de moldear los sistemas nerviosos en desarrollo a través de la modulación de los circuitos sensoriales, límbicos y endocrinos. El olfato y el gusto no son, por lo tanto, solo instrumentos para identificar alimentos, sino canales privilegiados para construir pertenencia, seguridad e identidad.

Una adecuada valorización del bonding prenatal, a través de la conciencia del papel de las experiencias olfativas y gustativas intrauterinas, puede representar una frontera emergente en la promoción de la salud neuroevolutiva. Apoyar la lactancia significa también apoyar la arquitectura sensorial del apego, con efectos a largo plazo en el bienestar psicofísico del niño.

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