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Artículos científicos

Alimentación complementaria en el niño: aspectos nutricionales, neurobiológicos y relacionales

FOCUS: Alimentación complementaria

La alimentación complementaria representa una fase esencial del desarrollo infantil, durante la cual la leche materna o de fórmula se acompaña de alimentos sólidos y semisólidos para responder a la evolución de las necesidades nutricionales. Esta transición está respaldada por una maduración progresiva a nivel gastrointestinal, neurológico y conductual, y favorece la adquisición de competencias alimentarias y relacionales fundamentales para la salud a largo plazo.

En este artículo se analizan las evidencias más recientes en el ámbito médico y nutricional, con especial atención al momento de la introducción, la composición de los alimentos y los efectos sobre el desarrollo neuropsicológico e inmunitario.

La alimentación complementaria (AC) se define como el proceso de introducción de alimentos distintos de la leche materna o de fórmula, con el objetivo de cubrir las necesidades energéticas y de micronutrientes del lactante a partir del sexto mes de vida, según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2003) y de las principales sociedades científicas (ESPGHAN, 2017; SIP, 2019).

Esta fase refleja una evolución natural de la alimentación infantil, en sinergia con los cambios madurativos del sistema digestivo, neurológico e inmunitario.
Además de su aspecto nutricional, la AC promueve el establecimiento de hábitos alimentarios positivos y refuerza la relación entre el cuidador y el niño mediante experiencias compartidas en torno a la comida.

 

Maduración gastrointestinal e inicio de la alimentación complementaria

Hacia los 5–6 meses de edad, el lactante alcanza un estado de madurez digestiva que permite una gestión óptima de los alimentos sólidos:

  • Aumento de la producción de enzimas digestivas (amilasa salival, lipasa, proteasas pancreáticas);
  • Mejora de la motilidad intestinal y de la función de absorción;
  • Desarrollo de la tolerancia inmunológica oral, mediada por las células T reguladoras del GALT (tejido linfoide asociado al intestino).

El período recomendado para comenzar la AC se sitúa entre la semana 17 y la 26 de vida, teniendo en cuenta la preparación neuroconductual del niño, evidenciada por:

  • Control de la cabeza y del tronco en posición sentada;
  • Desaparición del reflejo de extrusión lingual;
  • Interés activo por los alimentos y apertura de la boca ante su presentación.

 

Necesidades nutricionales del lactante

La alimentación complementaria tiene como finalidad complementar, y no sustituir, la leche materna, garantizando un aporte adecuado de nutrientes esenciales.

Nutriente Indicaciones
Hierro y Zinc Después del sexto mes, las reservas neonatales de hierro y zinc tienden a disminuir. Por lo tanto, se recomienda la introducción temprana de:

  • Carnes rojas, legumbres y cereales fortificados como fuentes de hierro y zinc;
  • Asociación con fuentes de vitamina C para favorecer la absorción del hierro no hemo
Lípidos y DHA Los lípidos deben aportar al menos el 35–40% del valor calórico diario, con especial atención a los ácidos grasos esenciales, entre ellos el DHA (ácido docosahexanoico), fundamental para:

  • El desarrollo del sistema nervioso central y de la retina;
  • La maduración cognitiva y visual.

Fuentes alimentarias recomendadas: pescado azul, aceites vegetales y aguacate.

Vitamina D Dado que la leche materna no proporciona cantidades suficientes de vitamina D, se recomienda la suplementación profiláctica desde el nacimiento (400 UI/día) y su continuación durante la AC, con el fin de favorecer la mineralización ósea y el correcto funcionamiento del sistema inmunitario.

Tabla 1 – Nutrientes clave recomendados durante la alimentación complementaria y sus indicaciones nutricionales.

 

Métodos de alimentación complementaria
MOTHER-LED WEANING

El enfoque Mother-Led Weaning (MLW), también conocido como alimentación dirigida por la madre o el padre, consiste en la introducción gradual y estructurada de alimentos triturados, pasados o aplastados, con una progresión programada hacia consistencias más sólidas, en paralelo con la maduración neuromotora y oro faríngea del lactante.

Actualmente, es uno de los métodos más difundidos en la práctica pediátrica por su manejo flexible y tranquilizador, tanto para el progenitor como para el niño, ya que permite:

  • Introducir los alimentos de manera controlada;
  • Monitorizar cantidad, variedad y frecuencia;
  • Adaptar la dieta a las necesidades nutricionales y a posibles condiciones clínicas (por ejemplo, reflujo, alergias, enfermedades metabólicas).

Este método resulta especialmente útil para los padres que desean guiar activamente la alimentación de su hijo, introduciendo gradualmente nuevos sabores y texturas en un contexto estructurado, respetando los tiempos individuales de crecimiento. Se elige por su capacidad de garantizar un control nutricional preciso y de facilitar la adaptación progresiva del niño a los nuevos alimentos.

 

 Aspectos positivos del enfoque MLW
  1. Control preciso de la ingesta nutricional
    • El MLW permite al cuidador regular con precisión la composición y cantidad de los alimentos administrados, optimizando el aporte de macronutrientes y micronutrientes esenciales (proteínas, hierro, vitaminas, etc.).
    • Esto resulta especialmente útil en presencia de condiciones clínicas específicas (riesgo de anemia, alergias alimentarias o trastornos metabólicos), en las que es necesario un control riguroso de la ingesta.
    • La alimentación con cuchara también facilita la progresión gradual de las consistencias, reduciendo el riesgo de sobrecarga oral y permitiendo una adaptación progresiva de las estructuras orales.
  1. Desarrollo de la relación cuidador–niño durante la comida
    • El destete guiado promueve un momento de interacción recíproca y de sintonización afectiva entre la madre (o cuidador) y el niño, que refuerza el vínculo de apego.
    • El cuidador observa las señales de hambre y saciedad, respondiendo de manera adecuada y respetuosa, fomentando así un modelo de alimentación responsiva.
    • Este contexto de atención y cuidado, mejora la experiencia alimentaria, reduce la ansiedad o el estrés relacionados con la comida y puede prevenir problemas de comportamiento alimentario.
  1. Mayor seguridad alimentaria
    • El control por parte del cuidador permite evitar el riesgo de atragantamiento o ingestión de alimentos inadecuados, especialmente en las fases iniciales, ofreciendo consistencias apropiadas para la maduración oromotora del niño.
    • La gradualidad y la supervisión directa reducen la posibilidad de reacciones adversas y facilitan la identificación temprana de posibles intolerancias o alergias.
  1. Facilita la introducción y el seguimiento de nuevos alimentos
    • El control de la composición de las papillas permite una introducción secuencial y dirigida de los alimentos, facilitando el reconocimiento de posibles intolerancias o alergias alimentarias.
    • También asegura variedad y calidad nutricional, incluyendo cereales fortificados, proteínas, verduras y frutas de manera equilibrada.
  1. Favorece el desarrollo de habilidades orales
    • La administración gradual con cuchara apoya el desarrollo coordinado de las funciones orales, promoviendo:
      • El control de los movimientos de la lengua y la mandíbula;
      • La adaptación a nuevas consistencias, desde líquidas a semisólidas;
      • La adquisición de patrones de deglución más maduros, esenciales para la masticación futura.
  1. Apoyo al aprendizaje sensorial y gustativo controlado
    • A través de papillas y alimentos triturados, el niño vive una experiencia gustativa y táctil gradual y tranquilizadora, que facilita la aceptación de nuevos sabores sin sobrecargas sensoriales que puedan generar rechazo.
    • La evolución progresiva de las consistencias permite una desensibilización gradual, útil también en niños con hipersensibilidad oral o dificultades sensoriales.
  1. Adaptabilidad y practicidad para el cuidador
    • El MLW es un método fácil de implementar para la mayoría de las familias, con tiempos y modalidades estructuradas que pueden integrarse en las rutinas diarias sin grandes inconvenientes.
    • La posibilidad de preparar alimentos homogéneos, a menudo en pequeñas cantidades, facilita la gestión logística y reduce el desperdicio alimentario.

 

BABY-LED WEANING

El Baby-Led Weaning (BLW), traducido como destete guiado por el bebé, es un enfoque de alimentación complementaria basado en la autoalimentación del lactante, que, a partir de aproximadamente los seis meses de vida, participa activamente en la comida familiar.
A diferencia del modelo tradicional, en el que el alimento se administra con cuchara por el cuidador, el BLW permite que el niño agarre, explore y lleve los alimentos a la boca de manera autónoma, siempre que sean seguros en tamaño, forma y textura.

Este método se basa en el respeto a la maduración neuromotora y sensorial del niño, quien, mediante su propia iniciativa, construye una relación activa y autónoma con la comida, guiado por señales fisiológicas de hambre y saciedad, en un entorno familiar acogedor y no coercitivo.
Numerosos estudios han puesto de relieve una serie de beneficios multidimensionales asociados a este enfoque, que involucran el desarrollo neuropsicomotor, la relación con la comida y la regulación del comportamiento alimentario.

 

Aspectos positivos del enfoque BLW
  1. Autorregulación del hambre y la saciedad

El BLW fomenta tempranamente la capacidad del niño para autorregular su ingesta calórica en respuesta a señales internas de hambre y saciedad.
Este mecanismo de autorregulación, apoyado en prácticas de alimentación responsiva, se asocia con:

    • Menor riesgo de sobrealimentación;
    • Menor incidencia de obesidad infantil;
    • Consolidación de hábitos alimentarios equilibrados a largo plazo.
  1. Desarrollo de la motricidad fina y coordinación mano-boca

A través de la manipulación autónoma de los alimentos, el niño ejercita habilidades motoras fundamentales para el desarrollo:

    • Motricidad fina (agarre palmar, pinza digital);
    • Coordinación ojo–mano;
    • Control oromotor (manejo del bolo, masticación, deglución).

Estas habilidades se relacionan con una mejora de las funciones ejecutivas y de la autonomía funcional, con efectos positivos también en ámbitos cognitivos y sociales posteriores.

  1. Experiencia multisensorial positiva con la comida

El destete guiado por el bebé es una experiencia rica en estímulos sensoriales, ya que el niño se expone a:

    • Diferentes colores, olores, texturas y sabores;
    • Sonidos asociados a la masticación y manipulación de los alimentos;
    • Temperaturas y formas variadas.

Esta exposición temprana ayuda a desarrollar la tolerancia sensorial y a reducir el riesgo de selectividad alimentaria en los meses posteriores.

El BLW enfatiza la comida compartida en familia, durante la cual el niño se sienta a la mesa junto a los demás, observando, imitando y participando activamente.

Esta modalidad:

  • Favorece la adquisición de modelos alimentarios saludables mediante el aprendizaje por observación (modelado social);
  • Consolida las rutinas familiares, reforzando el sentido de pertenencia y la correlación emocional durante las comidas;
  • Promueve un entorno relacional positivo, con menos episodios de conflicto relacionados con la alimentación.

 

ENFOQUE INTEGRADO

Combina elementos de ambos modelos, ofreciendo al niño tanto alimentos triturados como alimentos para manipular. Suele utilizarse en el ámbito clínico por su flexibilidad y adaptabilidad a las necesidades individuales de desarrollo y nutrición.

 

Alimentación complementaria y desarrollo neuroconductual

Durante la alimentación complementaria (AC), el niño desarrolla sus primeras competencias de autonomía alimentaria, experimenta distintas consistencias y sabores, y consolida hábitos vinculados al entorno familiar.
Esta fase contribuye significativamente al desarrollo de:

  • Preferencias gustativas, influenciadas por la exposición temprana a diversos alimentos;
  • Regulación emocional, favorecida por un ambiente alimentario tranquilo y responsivo;
  • Funciones ejecutivas, fortalecidas a través de la ritualidad de las comidas y la interacción social.

Una alimentación realizada en un clima afectivo positivo, que respete las señales del niño, en el marco de un enfoque de alimentación responsiva, se asocia con un menor riesgo de sobrepeso y de trastornos alimentarios en etapas posteriores de la infancia.

Señales de maduración postural, oromotora y conductual

La introducción de la alimentación complementaria debe realizarse de forma individualizada, considerando no solo la edad cronológica (habitualmente entre los 5 y 6 meses), sino también la adquisición de competencias neuromotoras, posturales, orales y conductuales específicas, que constituyen la denominada “preparación alimentaria” o feeding readiness.

Según la European Society for Paediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition (ESPGHAN) y la Sociedad Italiana de Pediatría (SIP), se puede considerar que un niño está preparado para iniciar el destete cuando presenta la mayoría de los siguientes indicadores:

  1. Control postural y capacidad para mantenerse sentado

El niño puede mantener la posición sentada con un apoyo mínimo (por ejemplo, en una trona), con control estable de la cabeza y alineación del tronco.
Esto es esencial para:

    • La seguridad en la deglución;
    • El correcto posicionamiento del alimento en la boca;
    • La prevención de episodios de aspiración.

La ausencia de un buen control postural constituye un criterio de exclusión temporal para iniciar la AC.

  1. Desaparición del reflejo de extrusión lingual

Entre los 4 y 6 meses, el reflejo de extrusión (que lleva al niño a empujar hacia fuera con la lengua cualquier objeto introducido en la boca) tiende a desaparecer.
Esta maduración refleja es fundamental para permitir:

    • La aceptación de alimentos más densos y sólidos;
    • El correcto posicionamiento del alimento sobre la lengua para la deglución voluntaria.
  1. Interés activo por la comida e imitación durante la comida

El niño observa con atención a los adultos que comen, muestra curiosidad por los alimentos presentes en la mesa y tiende a llevar objetos o alimentos a la boca.
Este es un signo temprano de motivación hacia la alimentación, y representa una etapa clave para:

    • El desarrollo del comportamiento alimentario;
    • El aprendizaje por imitación (modelado);
    • El inicio de la socialización durante las comidas.
  1. Capacidad de agarrar y llevar objetos a la boca

El niño ha adquirido una prensión palmar o radial, toma espontáneamente objetos y los lleva a la boca de forma coordinada. Esta competencia es particularmente relevante en los casos de autoalimentación (enfoque Baby-Led Weaning).

  1. . Coordinación oromotora e inicio de la masticación gingival

Incluso en ausencia de dientes (la erupción dental no es un requisito previo), el niño puede “masticar” con las encías, manejando consistencias blandas mediante movimientos coordinados de mandíbula y lengua. La coordinación entre masticación, salivación y deglución está en desarrollo, y la introducción temprana de consistencias variadas favorece la adaptación neuromuscular.

  1. Inicio de la erupción dental (no obligatoria)

Aunque la presencia de dientes no es necesaria para iniciar el destete, la erupción de los primeros incisivos puede facilitar la experimentación de ciertas consistencias (morder, raspar, aplastar). Generalmente, los primeros dientes aparecen entre los 6 y 10 meses, aunque la variabilidad es amplia y no indica retrasos patológicos.

  1. Capacidad para comunicar hambre y saciedad

El niño comienza a manifestar señales claras de interés (abrir la boca, inclinarse hacia adelante) y de saciedad (cerrar la boca, girar la cabeza, apartar la mirada).
Respetar estas señales constituye la base de la alimentación responsiva, que favorece una relación saludable con la comida y la autorregulación del consumo.

 

Seguridad alimentaria durante la alimentación complementaria: importancia de la postura y del uso de la sillita de mesa

La introducción de la alimentación complementaria (AC) constituye una etapa crucial en el desarrollo nutricional y neuromotor del niño, pero también conlleva posibles riesgos de atragantamiento y aspiración. Por ello, garantizar una postura adecuada y un entorno seguro durante las comidas es fundamental para prevenir accidentes y favorecer una experiencia alimentaria positiva y protegida.

Postura sentada a 90 grados: un requisito esencial

Durante la alimentación complementaria, el niño debe colocarse de manera que mantenga una postura erguida y estable, idealmente con un ángulo de aproximadamente 90° entre el tronco y los muslos.

¿Por qué es importante esta postura?

  • Facilita una deglución eficaz: La posición erguida permite un mejor control del bolo alimenticio, reduciendo el riesgo de que los residuos se acumulen en las vías respiratorias superiores.
  • Previene el riesgo de atragantamiento: En posición supina o reclinada, el riesgo de aspiración de alimentos y líquidos aumenta considerablemente, ya que la coordinación entre la masticación y la deglución se ve comprometida.
  • Favorece el control cefálico: Una cabeza bien sostenida y alineada con el cuerpo permite movimientos orales más coordinados y seguros.
  • Apoya el correcto funcionamiento de los músculos orofaciales implicados en la masticación y la deglución.

 

Uso de la sillita de mesa

La sillita de mesa constituye un dispositivo esencial para garantizar una postura óptima y la seguridad durante la alimentación en los primeros años de vida.

Desde el punto de vista biomecánico, la sillita de mesa debe proporcionar un soporte estable y ergonómico, con un respaldo y un asiento diseñados para permitir al niño mantener una posición erguida, evitando deslizamientos o flexiones posturales que puedan comprometer la seguridad en la deglución.

Es fundamental la presencia de sistemas de sujeción, como cinturones de seguridad con múltiples puntos de anclaje, que minimicen el riesgo de caídas accidentales o movimientos bruscos durante la comida, garantizando al mismo tiempo la libertad de movimiento necesaria para el desarrollo de las habilidades motoras finas.

Además, la altura de la sillita de mesa debe ajustarse para que el niño se siente a la misma altura que la mesa familiar.
Este aspecto desempeña un papel importante en la promoción de la interacción social, favoreciendo el aprendizaje por imitación y la compartición de experiencias alimentarias, elementos fundamentales para el desarrollo socioemocional y cognitivo.

La elección y el uso de una trona que cumpla estos requisitos contribuyen de forma decisiva a mejorar no solo la seguridad física, sino también la eficacia del proceso de alimentación complementaria, favoreciendo la instauración de hábitos alimentarios saludables y correctos.

 

La aplicación de prácticas correctas de seguridad durante el destete es un elemento clave para prevenir los riesgos de atragantamiento y promover un desarrollo alimentario saludable y seguro. La supervisión constante del cuidador es indispensable: un adulto debe permanecer siempre cerca del niño durante la comida, observando activamente cada una de sus acciones y preparado para intervenir de manera inmediata en caso de dificultades respiratorias o deglutorias. Es fundamental ofrecer alimentos seguros y adecuados al desarrollo oromotor del niño, priorizando texturas blandas y fácilmente masticables, cortadas en trozos de tamaño apropiado para prevenir la obstrucción de las vías respiratorias. Esta selección debe adaptarse a la edad y capacidades de masticación y deglución del niño, en conformidad con las directrices pediátricas. Durante la comida, también es importante minimizar las distracciones ambientales, como ruidos o estímulos visuales excesivos, para mantener la atención del niño en el acto alimentario y favorecer así un enfoque consciente y seguro hacia la comida.

Finalmente, la formación específica de los cuidadores en maniobras de desobstrucción de las vías respiratorias constituye una medida preventiva indispensable, ya que permite actuar con rapidez ante posibles episodios de atragantamiento, reduciendo significativamente el riesgo de consecuencias graves.
La integración de estas prácticas contribuye a crear un entorno alimentario seguro y de apoyo, fundamental para el desarrollo psicofísico y la seguridad del niño durante el delicado periodo de la alimentación complementaria.

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