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Artículos científicos

Baby Monitor: impacto de las frecuencias, riesgos para la salud y estrategias de mitigación

FOCUS: Contaminación ambiental

Los baby monitors son dispositivos muy utilizados en familias con recién nacidos y lactantes, ya que permiten un control constante mediante audio y vídeo. La mayoría de los modelos actuales utiliza tecnologías inalámbricas basadas en Wi-Fi, sistemas DECT u otras radiofrecuencias pertenecientes a los campos electromagnéticos no ionizantes (RF-EMF).

El aumento de la exposición doméstica a estas señales ha generado un creciente interés por los posibles efectos biológicos, especialmente en los niños muy pequeños, que por sus características anatómicas y neurofisiológicas pueden resultar más vulnerables. En este contexto, garantizar altos estándares de seguridad es fundamental. En los primeros meses de vida, el organismo está en pleno desarrollo y puede ser más sensible a factores ambientales externos, incluidas las emisiones de los dispositivos electrónicos. Por ello, es esencial que las tecnologías empleadas respeten criterios rigurosos de calidad, fiabilidad y exposición controlada, de manera que se proteja la salud de los más pequeños y se proporcione a los padres herramientas realmente seguras, contribuyendo a un uso consciente y responsable dentro del entorno doméstico.

Los sistemas DECT (Digital Enhanced Cordless Telecommunications)

Se trata de una tecnología de comunicación inalámbrica digital desarrollada originalmente para teléfonos inalámbricos domésticos y profesionales. Funcionan en una banda dedicada de radiofrecuencias (generalmente alrededor de 1,88–1,9 GHz en Europa) y ofrecen transmisión de audio digital segura y estable.
Sus principales características son:

  1. Transmisión digital: las señales de voz o datos se convierten en formato digital, reduciendo interferencias y ruido respecto a los sistemas analógicos.
  2. Baja potencia y corta distancia: la potencia de transmisión es limitada (típicamente <250 mW) y el alcance es de 30–50 metros en interiores, hasta 300 metros en espacios abiertos.
  3. Canales múltiples: permiten varias conexiones simultáneas sin interferencias significativas.
  4. Seguridad: cifrado digital de las comunicaciones para protegerlas de interceptaciones.
  5. Usos modernos: además de teléfonos inalámbricos, se emplea en algunos baby monitors, sistemas de alarma, redes domésticas sin cables y teléfonos empresariales.

 

Durante los primeros años de vida, la estructura craneal es más delgada y rica en agua, la barrera hematoencefálica no está completamente madura y el organismo presenta una relación superficie–masa que modifica la distribución de la energía absorbida. En consecuencia, la tasa de absorción específica (SAR) puede ser más elevada en los recién nacidos que en los adultos.
Esta mayor vulnerabilidad, unida al hecho de que el baby monitor suele colocarse cerca del lugar de descanso, ha llevado a los investigadores a estudiar con más detalle los posibles efectos de la exposición prolongada a RF-EMF. Las interacciones entre ondas electromagnéticas y tejidos infantiles incluyen efectos térmicos y no térmicos.

Los efectos térmicos derivan de la absorción de energía y suelen estar controlados gracias a la baja potencia de los baby monitors, pero pueden aumentar si el dispositivo se coloca demasiado cerca de la cabeza del niño. Los efectos no térmicos, actualmente objeto de estudio, incluyen posibles cambios en la actividad eléctrica cerebral, la permeabilidad celular y la regulación neuroendocrina. Algunos estudios en adultos han observado alteraciones del EEG durante el sueño no REM y modificaciones del ritmo circadiano tras la exposición a frecuencias similares a las utilizadas por estos dispositivos. Aunque las evidencias pediátricas aún están en desarrollo, la mayor plasticidad neuronal en la infancia requiere considerar estos resultados con especial atención. El sueño representa un período particularmente sensible para el neurodesarrollo.

Una exposición continua y cercana a fuentes de RF-EMF podría contribuir, en algunos niños, a una mayor fragmentación de los ciclos de sueño o a la alteración de los patrones neuroeléctricos, con posibles repercusiones en la maduración cognitiva y regulatoria. También se han planteado efectos indirectos sobre la homeostasis inmunitaria mediante mecanismos de estrés oxidativo, campo en el que la evidencia es preliminar pero requiere más investigación.
Dado que el entorno doméstico incluye numerosas fuentes de ondas electromagnéticas, como routers Wi-Fi y teléfonos inalámbricos, la exposición total debe evaluarse globalmente. La potencia del dispositivo, la distancia al recién nacido, el modo de funcionamiento (continuo o activado por sonido) y la reflexión de las ondas en las superficies de la habitación influyen en la dosis final recibida.

Las principales sociedades científicas recomiendan un uso prudente de los dispositivos inalámbricos en edad pediátrica, aunque reconocen que, bajo condiciones de uso correctas, la exposición de los baby monitors se mantiene muy por debajo de los límites recomendados por la ICNIRP (International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection).

Medidas simples y eficaces para reducir aún más la exposición incluyen:

  • Mantener el monitor a más de un metro de la cuna, moisés o cochecito.
  • Evitar colocarlo directamente cerca de la cabeza del niño.
  • Preferir modelos con transmisión intermitente.

Una adecuada organización del entorno doméstico, limitando las fuentes innecesarias y optimizando la colocación de los dispositivos, contribuye a un ambiente con menor carga electromagnética.

 

Mecanismos físicos: frecuencias, dosimetría y absorción

Los baby monitors inalámbricos transmiten típicamente en frecuencias de radio (RF), a menudo alrededor de 2,4 GHz, similares al Wi-Fi doméstico. La exposición a RF-EMF se mide mediante parámetros dosimétricos como el SAR (Specific Absorption Rate), que cuantifica la energía absorbida por los tejidos biológicos. La ICNIRP proporciona límites de exposición basados en evidencia científica actualizada periódicamente.

Los principales factores que determinan el nivel de exposición son:

  • potencia de transmisión,
  • distancia entre la fuente (monitor) y el recién nacido,
  • duración de la exposición,
  • propiedades físicas del tejido (densidad, morfología) donde se absorbe la energía.

La creciente difusión de estos dispositivos ha generado interrogantes sobre el posible impacto a largo plazo en recién nacidos y lactantes. Aunque no se han documentado riesgos clínicos significativos, la literatura científica sugiere la necesidad de medidas de precaución, especialmente en las primeras fases de vida, cuando el sistema nervioso y los tejidos son más sensibles.

Los posibles riesgos a largo plazo asociados al uso de los baby monitors incluyen:

  • Sobrecarga electromagnética: algunas investigaciones indican que exposiciones continuas, incluso a niveles bajos, podrían provocar efectos biológicos no térmicos, como alteraciones en la regulación celular, en la proliferación o un aumento del estrés oxidativo.
  • Precauciones en los niños: según las indicaciones de las autoridades suizas, aunque las emisiones de los monitores se sitúan muy por debajo de los límites regulatorios, es aconsejable reducir la exposición manteniendo una distancia adecuada entre el monitor y la cuna, y priorizando modos de transmisión reducida, por ejemplo la activación del audio solo cuando sea necesario.

No existen todavía estudios concluyentes que demuestren una relación causal entre la exposición a los campos de RF de los baby monitors y daños a largo plazo en los recién nacidos; sin embargo, la literatura destaca la importancia de continuar investigando, teniendo en cuenta la particular vulnerabilidad de los niños y las implicaciones para su salud, como:

  1. Mayor susceptibilidad biológica: los recién nacidos presentan características anatómicas y fisiológicas que aumentan la probabilidad de una absorción relativamente más elevada de campos electromagnéticos en comparación con los adultos. La bóveda craneal es más delgada, el contenido hídrico de los tejidos es mayor y la barrera hematoencefálica aún no ha alcanzado su completa maduración funcional. A esto se suma una tasa metabólica basal más alta, lo que puede conllevar un mayor grado de reactividad celular frente a estímulos ambientales, incluidas las radiofrecuencias.
  2. Repercusiones sobre el sueño y la regulación neurofisiológica: el sueño en los primeros meses de vida representa una fase crítica para la maduración cerebral, la organización sináptica y la regulación neuroendocrina. Aunque el impacto directo de las radiofrecuencias sobre el sueño neonatal aún no se ha demostrado de manera definitiva, algunas evidencias sugieren que exposiciones continuas cerca del lugar de descanso podrían alterar la arquitectura o la continuidad del sueño. Además, una reducción en la calidad del sueño de los padres —relacionada con el uso excesivo de dispositivos de vigilancia— puede influir indirectamente en la gestión nocturna del niño y en el clima de vigilancia familiar.
  3. Posibles efectos conductuales o neurofuncionales: aunque no existen pruebas concluyentes de neurotoxicidad, algunas hipótesis fisiopatológicas describen posibles modificaciones en la actividad eléctrica cerebral, en la regulación de la melatonina o en el ritmo circadiano tras exposiciones prolongadas a radiofrecuencias. La mayor plasticidad sináptica propia de la edad evolutiva sugiere que el cerebro neonatal podría ser más sensible a interferencias ambientales persistentes, especialmente cuando el dispositivo se coloca a una distancia muy reducida de la cabeza del niño. Estos elementos, aunque aún en estudio, respaldan un uso prudente durante los primeros meses de vida.

 

Estrategias de mitigación: cómo actuar

Para reducir la exposición y minimizar posibles riesgos, se pueden adoptar algunas medidas sencillas:

  • Distancia: colocar el módulo transmisor del baby monitor lo más lejos posible de la cuna, idealmente a al menos un metro, para disminuir significativamente la intensidad del campo electromagnético recibido.
  • Modo de activación: preferir modelos que transmiten solo en caso de sonido o movimiento, evitando sistemas de emisión continua.
  • Dispositivos de baja emisión: considerar el uso de monitores de baja potencia, versiones cableadas o dispositivos con transmisión intermitente.
  • Reducción del tiempo de exposición: apagar o desactivar el monitor cuando no sea necesario (por ejemplo, durante el día si el bebé está bajo supervisión directa), con el fin de limitar el tiempo total de exposición.
  • Conformidad normativa: asegurarse de que el dispositivo respete los estándares internacionales, como las directrices de la ICNIRP, relativas a la exposición a campos electromagnéticos.
  • Evaluación del entorno: en caso de dudas específicas, puede resultar útil utilizar un medidor de campo (EMF meter) para comprobar los niveles presentes en la habitación del recién nacido.

Los baby monitors constituyen un recurso valioso para la vigilancia neonatal, pero la emisión de radiofrecuencias es un aspecto que requiere atención, especialmente a la luz de evidencias recientes sobre posibles efectos en el sueño. Aunque los datos sobre efectos a largo plazo en recién nacidos aún son limitados, resulta razonable aplicar el principio de precaución: limitar la exposición, aumentar la distancia, elegir modos de transmisión menos invasivos y mantener un uso consciente. Se necesita más investigación para evaluar la relación dosis–efecto en los niños, pero las estrategias de mitigación mencionadas pueden implementarse prácticamente de inmediato para reducir el posible impacto.

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