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Artículos científicos

El primer contacto: la piel del recién nacido y el papel de los tejidos en el bienestar cutáneo

FOCUS: Bienestar epidérmico

Al nacer, el recién nacido atraviesa una transición fisiológica de extraordinaria complejidad: del microambiente intrauterino, caracterizado por una homeostasis hídrica y térmica casi constante, a un contexto externo en el que la piel se convierte en la interfaz primaria con el mundo. Este órgano, aún en fase de maduración estructural y funcional, desempeña un papel crucial de mediación entre el organismo y el entorno, participando activamente en la percepción sensorial, la regulación térmica y la defensa inmunológica.

Entre los primeros elementos con los que la piel neonatal entra en contacto se encuentran los materiales textiles —sábanas, mantas, bodys y pijamitas— que constituyen el primer “envoltorio” artificial del cuerpo. Estos representan, en sentido simbólico y fisiológico, una extensión protectora del útero materno y deben garantizar el máximo grado de seguridad, confort y biocompatibilidad.

El valor del confort: parámetros físicos y fisiológicos

En el recién nacido, el contacto cutáneo con los tejidos no se refiere únicamente al aspecto táctil, sino que implica un equilibrio térmico, hídrico y perceptivo. Un material rígido, poco transpirable o con baja capacidad higroscópica puede interferir con las funciones fisiológicas de la piel —en particular con la termorregulación y el intercambio gaseoso cutáneo— generando malestar y alteraciones del microclima cutáneo.

Por el contrario, la suavidad, la elasticidad y la capacidad del tejido de absorber y liberar la humedad de manera controlada representan requisitos fundamentales para el bienestar del recién nacido. A estas características se suma la neutralidad química del material, es decir, su idoneidad para no liberar sustancias tóxicas, irritantes o sensibilizantes para la piel aún inmadura del bebé.

La piel del recién nacido: un límite que comunica

Al nacer, el bebé experimenta un paso delicadísimo: de una condición de inmersión en el líquido amniótico a otra, nueva, de contacto con el mundo exterior. En este ambiente, la piel se convierte en uno de los órganos que median sensaciones, percepciones e interacciones con lo que le rodea. Entre los primeros elementos en relacionarse con ella se encuentran precisamente los materiales textiles: sábanas, mantas, bodys, pijamitas. Estos tejidos representan el primer “abrazo” de los materiales del mundo exterior y deben garantizar al recién nacido protección, confort y respeto por sus necesidades fisiológicas.

 

No todos los materiales textiles son iguales

Para desarrollar conciencia y sentido crítico en la elección de productos destinados a la primera infancia, es necesario conocer la naturaleza de los materiales que los componen. Aunque puedan parecer similares al tacto, los tejidos difieren profundamente en origen, composición y tratamientos sufridos durante las fases de producción. En este análisis se presta especial atención al origen y a la composición.

La clasificación de las fibras se fundamenta en su origen y naturaleza química, distinguiendo dos grandes macrofamilias:

  1. Fibras naturales: derivan directamente de fuentes presentes en la naturaleza, sin procesos de síntesis.
    • Fibras de origen vegetal: como el algodón, el lino o el cáñamo, compuestas principalmente por celulosa.
    • Fibras de origen animal: como la lana y la seda, formadas por proteínas fibrosas (queratina, fibroína).

Estas fibras se aprecian generalmente por su suavidad, transpirabilidad y compatibilidad cutánea.

  1. Fibras químicas: obtenidas por vía industrial y divididas en orgánicas e inorgánicas.
    • Las fibras orgánicas incluyen:
      • Fibras artificiales derivadas de polímeros naturales (como la celulosa de la madera) pero transformadas mediante procesos químicos que modifican su estructura original. Ejemplos: viscosa, acetato de celulosa, modal, lyocell.
      • Fibras sintéticas obtenidas a partir de polímeros de origen sintético, producidos por polimerización de monómeros derivados del petróleo. Ejemplos: poliéster, poliamida (nylon), acrílico, elastano.
    • Las fibras inorgánicas, como las de carbono, vidrio o metal, constituyen una categoría aparte, empleada principalmente en contextos técnicos o industriales y raramente destinadas al contacto directo con la piel.
Más allá de las diferencias: un punto en común

Independientemente de su origen natural o sintético, todas las fibras textiles están constituidas por polímeros.

Los polímeros son moléculas muy largas formadas por cadenas de unidades fundamentales llamadas monómeros, que al repetirse generan estructuras lineales o ramificadas. La composición química y la disposición de los monómeros determinan las propiedades mecánicas, táctiles y funcionales de la fibra: elasticidad, resistencia, transpirabilidad e interacción con el agua o con la piel.

 

Del micro al macro

Muchas de las características que distinguen las fibras dependen precisamente del tipo de polímero constituyente, es decir, de la química de base. A continuación, algunos aspectos de particular relevancia desde el punto de vista del confort, esencial para respetar el bienestar del recién nacido.

  1. Suavidad, flexibilidad y “tacto” (handle)
    • El grado de cristalinidad del polímero, es decir, cuánto están ordenadas y alineadas entre sí las cadenas moleculares que lo componen. La presencia de grupos laterales y la disposición de las cadenas poliméricas influyen en la facilidad con que la fibra “se dobla”, en cuán rígida o suave resulta al tacto.
    • Las fibras con un bajo grado de cristalinidad, cadenas más flexibles y una mayor presencia de segmentos amorfos tienden a ser más suaves, flexibles y confortables.
    • En el contexto neonatal, la suavidad es fundamental: el tejido debe adaptarse al cuerpo y ofrecer confort.
  1. Transpirabilidad, absorción y retención de humedad
    • Las características poliméricas determinan cuántos grupos polares (–OH, –NH, –CO) están presentes y en qué medida la estructura permite la penetración o retención de agua o vapor. Por ejemplo: las fibras “hidrófobas” (poco absorbentes) derivadas de polímeros con pocos grupos polares tienden a retener humedad o impedir su liberación, reduciendo la comodidad térmica.
    • Para un recién nacido, un buen equilibrio entre absorción y liberación de humedad es importante para garantizar la termorregulación, evitar el sobrecalentamiento o la sudoración prolongada en contacto con la piel.
  1. Compatibilidad cutánea y liberación de sustancias
    • Aunque de manera más indirecta, la naturaleza del polímero puede influir en cuán “inerte” o cuán “reactivo” sea el tejido en contacto con la piel: presencia de grupos químicos activos, posible liberación de residuos de acabado, aditivos o residuos del proceso productivo. Todo esto hace importante elegir materiales que procedan de polímeros con buena estabilidad superficial, buena compatibilidad con la piel sensible del recién nacido y que hayan recibido tratamientos controlados.

 

Cómo orientar la elección de los tejidos para el recién nacido según su composición polimérica
  • Las fibras naturales de origen celulósico, como el algodón, representan en general la opción más equilibrada para el uso cotidiano: son suaves, transpirables y capaces de favorecer la termorregulación cutánea. Las celulósicas artificiales (como la viscosa y el lyocell), aunque derivadas de materias primas naturales, ofrecen un tacto sedoso y una buena gestión de la humedad, resultando particularmente confortables en prendas de contacto directo.
  • Las fibras proteicas naturales, como la lana y la seda, tienen excelentes propiedades térmicas y pueden ser útiles en condiciones de frío, siempre que se utilicen en prendas adecuadamente diseñadas para mantener el confort térmico sin provocar sobrecalentamiento.
  • Las fibras sintéticas, aunque ofrecen alta resistencia y estabilidad dimensional, suelen tener menor transpirabilidad y capacidad de absorción; resultan por lo tanto más adecuadas en prendas mezcladas con otras fibras o en capas externas, donde contribuyen a mejorar la durabilidad y la facilidad de mantenimiento.
  • Finalmente, el uso de fibras elastoméricas en pequeñas proporciones puede aumentar la adaptabilidad y la libertad de movimiento de la prenda, cualidades especialmente importantes en los primeros meses de vida, cuando los movimientos espontáneos favorecen el desarrollo neuromotor.

En síntesis, la elección del tejido para el recién nacido debería basarse siempre en tres criterios fundamentales:

  1. Composición polimérica, que define la naturaleza intrínseca del material.
  2. Función de uso de la prenda, evaluando el contacto directo o indirecto con la piel y el contexto ambiental.
  3. Equilibrio entre confort, protección y transpirabilidad, para garantizar una experiencia sensorial agradable y respetuosa de la fisiología cutánea.

 

Conclusión

El tejido constituye la primera interfaz entre el recién nacido y el mundo exterior. La elección de los materiales no es solo una cuestión estética, sino un acto de cuidado que protege la fisiología cutánea, sostiene la termorregulación y promueve el bienestar global del bebé. Comprender la composición y las características de las fibras permite a los profesionales aconsejar soluciones realmente seguras y confortables.

Trends on the Cellulose-Based Textiles: Raw Materials and Technologies -Front. Bioeng. Biotechnol., 29 March 2021 Sec. Biomaterials Frontiers | Trends on the Cellulose-Based Textiles: Raw Materials and Technologies

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