Artículos científicos
El ciclo sueño-vigilia de los bebés y la importancia de las siestas diurnas
Estas siestas son fundamentales no solo para manejar el estrés y regular el cortisol, sino también para apoyar el desarrollo cognitivo y físico del niño. Las siestas ayudan a “resetear” el sistema, permitiendo a los niños liberar el estrés acumulado y reducir los niveles de cortisol. Además, durante el sueño, ocurre una parte significativa del desarrollo cerebral y físico, haciendo que estos períodos de descanso diurno sean cruciales para un crecimiento saludable. De hecho, la gestión del ritmo circadiano a través de una exposición adecuada a la luz diurna y la oscuridad nocturna puede regular naturalmente la producción de melatonina, facilitando un sueño nocturno más profundo y reparador. Esta armoniosa alternancia entre el sueño y la vigilia contribuye de manera significativa al bienestar general de los niños. De muchos descansos diurnos se pasa a pocos descansos diurnos.
La adaptación gradual del patrón de sueño en los niños es un proceso natural e importante. Con el paso del tiempo, la necesidad de sueño diurno disminuye a medida que los niños desarrollan la capacidad de permanecer despiertos durante períodos más largos y su ritmo circadiano se vuelve más definido. A partir de los 9 meses, la transición a dos siestas al día, una por la mañana y otra por la tarde, es típica. Esta reducción en la frecuencia de las siestas ayuda a consolidar el sueño nocturno, permitiendo que los pequeños y pequeñas duerman de manera más continua y reparadora durante la noche. Alrededor de los 15-18 meses, muchos bebés comienzan a pasar de dos siestas a solo una, generalmente después del almuerzo. Esta evolución natural refleja el desarrollo continuo de su sistema nervioso y sus ritmos biológicos. Es crucial prestar atención a las señales que el niño da sobre su necesidad de sueño, adaptando las rutinas de sueño diurno para asegurarse de que reciba el descanso necesario para su bienestar y desarrollo.