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Artículos científicos

Cambio de hora: la adaptación del recién nacido al otoño y el desarrollo del ritmo circadiano

FOCUS: Recién nacido en otoño

En otoño, el paso del horario de verano al horario de invierno representa una variación ambiental sutil pero significativa, capaz de influir en los delicados mecanismos neurofisiológicos que regulan el sueño y la vigilia en los recién nacidos y en los niños durante la primera infancia.

Durante los primeros meses de vida, el ritmo circadiano aún está en proceso de maduración y es muy sensible a los estímulos externos, en particular al ciclo de luz y oscuridad, que actúa como principal sincronizador biológico (zeitgeber). La reducción de las horas de luz natural y la modificación artificial del horario pueden alterar temporalmente la homeostasis del ritmo sueño-vigilia, con repercusiones en el estado de ánimo, la calidad del sueño y la regulación endocrina.
Las características ambientales del otoño, junto con el cambio de hora, desempeñan un papel determinante en la modulación de la adaptación fisiológica del recién nacido, con posibles diferencias entre los niños nacidos en esta estación y los nacidos en otras épocas del año. Comprender estas dinámicas permite identificar estrategias preventivas y correctivas que favorezcan un adecuado desarrollo del ritmo biológico y el bienestar psicofísico del niño.

El ritmo circadiano

El ritmo circadiano es un ciclo biológico de aproximadamente 24 horas que regula los procesos fisiológicos diarios, entre ellos el sueño, la temperatura corporal, la secreción hormonal y el comportamiento alimentario. En los recién nacidos, este ritmo no está presente al nacer, sino que se desarrolla gradualmente en las primeras semanas de vida, en estrecha relación con los estímulos externos (zeitgebers) como la luz, la temperatura ambiental y la interacción social.

Desde el punto de vista neurobiológico, el ritmo circadiano está orquestado por el núcleo supraquiasmático (NSQ) del hipotálamo, la estructura que actúa como “reloj biológico central”. Su maduración postnatal es esencial para sincronizar los ritmos internos con los ciclos ambientales.

Fases del desarrollo circadiano
  • 0–6 semanas: ausencia de ritmo circadiano consolidado; alternancia irregular de sueño y vigilia.
  • 6–12 semanas: comienza la secreción rítmica de melatonina (principalmente en respuesta a la oscuridad).
  • Alrededor de los 6 meses: el ritmo sueño-vigilia se estabiliza en respuesta a los ciclos de luz y oscuridad.

 

El cambio de hora y el recién nacido: por qué puede afectarlo

El paso del horario de verano al horario de invierno, que en Europa ocurre entre finales de octubre y principios de noviembre, implica una variación artificial del ciclo luz-oscuridad, con un amanecer más temprano y un anochecer más rápido.

Estos cambios pueden:

  • Interferir con la maduración del ritmo circadiano, especialmente en bebés de entre 1 y 6 meses.
  • Alterar las señales ambientales que regulan la producción de melatonina, la hormona clave para el sueño.
  • Modificar la calidad y la distribución del sueño en los días posteriores al cambio de hora, provocando dificultad para conciliar el sueño o despertares tempranos.

En los recién nacidos, la falta de una regulación autónoma completamente desarrollada hace que el ritmo sueño-vigilia sea más vulnerable incluso a ligeras variaciones del entorno.

 

Recién nacidos de otoño: desarrollo circadiano y adaptación estacional

Los bebés que nacen en otoño deben ajustar su ritmo circadiano justo cuando el entorno está cambiando profundamente: disminución progresiva de la luz natural, mayor exposición a la oscuridad y a la vida en interiores, y el paso del horario de verano al de invierno.

Desde el punto de vista fisiológico, en los bebés nacidos en otoño se observa a veces:

  • Adelanto en la producción endógena de melatonina (que se activa con la oscuridad).
  • Mayor tendencia a dormirse temprano, con posibles despertares adelantados.
  • Riesgo de un ritmo sueño-vigilia avanzado, especialmente si el ambiente doméstico carece de estimulación lumínica adecuada por la tarde.

Al comparar a los bebés nacidos en otoño con los de otras estaciones, surgen diferencias interesantes:

  • Nacidos en primavera/verano: se desarrollan en un entorno con más horas de luz, lo que favorece una regulación más progresiva y estable del ritmo circadiano.
  • Nacidos en invierno: tienen una exposición solar aún más limitada, pero nacen en un ambiente ya ajustado al horario estándar.
  • Nacidos en otoño: experimentan una doble transición, reducción de luz natural y cambio de hora, lo que los hace más susceptibles a un periodo de desajuste temporal.

 

Posibles signos de desajuste circadiano en el recién nacido
  • Evening or nighttime irritability
  • Early awakenings or fragmented sleep
  • Difficulty aligning to new feeding or sleep schedules
Estrategias para favorecer la adaptación
  • Exposición a la luz natural durante las horas centrales del día para reforzar las señales ambientales.
  • Mantener rutinas regulares de alimentación, baño y sueño.
  • Utilizar iluminación tenue y gradual por la tarde, simulando el crepúsculo, para favorecer la secreción de melatonina.
  • Evitar la sobreestimulación después del anochecer (luces intensas, pantallas, juegos activos).
  • Ajustar gradualmente los horarios de sueño en intervalos de 10–15 minutos diarios durante los 3–5 días previos y posteriores al cambio de hora.

 

Luz natural, cambio estacional e influencia hormonal en el estado de ánimo infantil

El paso del horario de verano al de invierno modifica de manera significativa el ciclo de luz y oscuridad percibido por los niños: por la mañana la luz aparece antes y por la tarde la oscuridad llega más pronto. Este desplazamiento del fotoperiodo puede tener efectos neurofisiológicos, especialmente sobre el sistema neuroendocrino y el estado de ánimo infantil, ya que la luz solar es uno de los principales sincronizadores del reloj biológico. La exposición a la luz natural actúa directamente sobre el hipotálamo a través de la vía retinohipotalámica, que transmite señales al NSQ, responsable de la sincronización de los ritmos circadianos.

En respuesta a la luz solar, se modulan varias hormonas clave:

  • Cortisol: los niveles séricos de cortisol siguen un ritmo circadiano, con un pico matutino que favorece el despertar y la activación. La luz de la mañana refuerza este pico fisiológico, promoviendo el estado de alerta.
  • Melatonina: secretada por la glándula pineal, tiene un efecto inductor del sueño; se inhibe con la luz y se estimula con la oscuridad. El anochecer temprano en otoño adelanta la secreción de melatonina, lo que favorece una disminución de energía y un estado de ánimo más retraído, especialmente en niños sensibles.
  • Serotonina: precursora de la melatonina y reguladora del estado de ánimo, su producción aumenta con la exposición a la luz solar. Menos horas de luz durante el otoño pueden reducir la síntesis serotoninérgica, afectando el humor, la conducta exploratoria y el tono vital.

Diversos estudios han destacado la relación entre la exposición a la luz natural y:

  • La regulación del estado de ánimo y la reactividad emocional.
  • La mejora de la calidad del sueño mediante la alineación de los ritmos circadianos.
  • La reducción de síntomas depresivos estacionales leves en niños predispuestos (formas leves del Trastorno Afectivo Estacional – SAD).

 

Ante el cambio de hora y la disminución de las horas de luz, las principales sociedades pediátricas y de neuropsiquiatría infantil (SIP, SINPIA, AAP) recomiendan:

  • Favorecer la exposición a la luz natural por la mañana y al inicio de la tarde, aunque sea por breves períodos, preferiblemente al aire libre (parque, paseo, terraza).
  • Evitar la exposición a pantallas retroiluminadas por la noche, para no interferir con la secreción endógena de melatonina.
  • Establecer rutinas diarias regulares, con actividades diurnas activas y rituales nocturnos predecibles, para reforzar el ciclo sueño-vigilia.
  • En niños mayores (entre 3 y 6 años), el uso de lámparas de espectro completo puede ser útil en casos de dificultad de adaptación al anochecer temprano.

El paso al horario de invierno, junto con la reducción natural de la luz diurna durante el otoño, representa un periodo de transición importante para el organismo en desarrollo. Una gestión ambiental consciente puede favorecer una adaptación más armónica y fisiológica al cambio estacional y horario, promoviendo el bienestar integral del niño.

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