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Artículos científicos

Nipple biting durante la lactancia materna: el impacto de la mordida del pezón en la eficacia de la toma, perspectivas clínicas

FOCUS: Lactancia

La mordida del pezón por parte del recién nacido durante la lactancia es un comportamiento que a menudo genera preocupación, dolor y dificultades en la relación diádica madre–hijo. Aunque se considera un evento frecuente, especialmente en algunas fases del desarrollo, representa una conducta multifactorial que requiere un análisis profundo desde el punto de vista neurofisiológico, conductual, sensorial y relacional.

El recién nacido nace dotado de una serie de reflejos orales primitivos —entre ellos succión, rooting y mordisqueo— que aseguran la supervivencia y el inicio de la alimentación. Durante los primeros meses de vida, los movimientos de la boca son principalmente reflejos y poco diferenciados. Sin embargo, con el tiempo, el sistema neuromotor se organiza de manera más compleja y madura.

Causas de la mordida del pezón

La mordida del pezón puede estar asociada a:

  • Hiperactividad refleja (p. ej., reflejo de bite persistente).
  • Coordinación inmadura entre succión–deglución–respiración.
  • Inmadurez del control inhibitorio cortical, que emerge fisiológicamente solo después de los primeros meses de vida.
  • Experiencia sensorial oral alterada (hipersensibilidad o hiposensibilidad).
  • Transición dentaria: la aparición de los primeros dientes entre los 4 y 7 meses puede aumentar la probabilidad de la mordida.
Factores sensoriales y antecedentes invasivos

La mordida del pezón puede tener múltiples orígenes. Algunos recién nacidos presentan una modulación sensorial alterada en el área orofacial, lo que puede llevar a reacciones atípicas al estímulo táctil del pezón en la boca. En estos casos, la mordida puede representar una respuesta de defensa o autorregulación, especialmente en neonatos con experiencias invasivas previas (p. ej., sonda nasogástrica, succiones no nutritivas forzadas).

Prensión al pecho y biomecánica oral

Una prensión superficial, incorrecta o inestable del neonato al pecho puede llevar a una succión ineficaz y a la necesidad de “agarrarse” con la mandíbula, causando micro-mordidas involuntarias. Esto es particularmente evidente en recién nacidos con desorganización tónica, tensiones mandibulares o disfunciones de motricidad lingual. La aparición de los primeros incisivos puede provocar picor, molestias gingivales y la necesidad de ejercer presión masticatoria, incluso durante la succión. En este caso, la mordida es una expresión fisiológica de una necesidad oral emergente.

Comunicación no verbal

En niños mayores (más de 6 meses), la mordida puede ser también una forma de comunicación no verbal: el neonato puede morder para atraer la atención, señalar saciedad, frustración, cansancio o explorar nuevas formas de interacción con el pecho y la madre.

 

Base neuroanatómica del área orofacial

El área orofacial es una región de altísima densidad receptorial, inervada por varios nervios craneales que transmiten información sensitiva y motora:

  • Nervio trigémino (V): vía aferente principal para la sensibilidad táctil y propioceptiva del rostro, maxilar y mandíbula.
  • Nervio facial (VII): control motor de los músculos mímicos y del labio superior/inferior.
  • Nervio glosofaríngeo (IX) y nervio vago (X): implicados en la regulación del reflejo deglutorio y la sensibilidad faríngea.
  • Nervio hipogloso (XII): motricidad lingual fina.

La interacción entre estas vías aferentes y eferentes genera un sistema complejo de retroalimentación neurosensorial que guía los movimientos orales en función de la experiencia y la maduración cortical.

 

Integración neurosensorial y control cortical

En los primeros meses, la succión está mediada por patrones automáticos subcorticales. La mordida puede representar un “error de programación motora” cuando la maduración de las vías corticales superiores aún no es suficiente para inhibir respuestas reflejas o exploratorias.

Impactos clínicos

La mordida puede causar:

  • Lesiones cutáneas, dolor intenso y sangrad
  • Reacciones emocionales negativas (miedo, ansiedad, ira).
  • Interrupción precoz de la lactancia, incluso con buena producción láctea.
  • A nivel psicológico, la mordida puede comprometer la confianza de la madre en la relación diádica, generando sentimientos de rechazo o culpa.

Es, por tanto, esencial que los profesionales de la salud proporcionen un apoyo empático y basado en la evidencia, ayudando a la madre a interpretar el comportamiento y adoptar estrategias adecuadas.

Observación de la díada y postura materna

Una causa a menudo subestimada de la mordida del pezón es la postura materna durante la lactancia. Una posición no ergonómica puede inducir tensiones musculoesqueléticas, mala colocación del recién nacido e inestabilidad de la prensión, haciendo el pezón más vulnerable a compresiones o mordidas.

Cuando la madre se encuentra en un estado de contracción postural o estrés muscular (p. ej., hombros elevados, espalda encorvada, brazos sin soporte), la prensión al pecho puede resultar comprometida, llevando al niño a una succión ineficaz que puede derivar en mordida como compensación o reacción a la dificultad.

Recomendaciones posturales

Es indispensable que la madre adopte una postura relajada y sostenida, que favorezca:

  • Relajación de la columna cervical y dorsal.
  • Alineación de pelvis y cintura escapular.
  • Contacto visual estable y tranquilizado
  • Libertad de movimiento para el niño.
  • Posición óptima del pezón respecto a la boca del neonato.

El uso de cojines de lactancia ergonómicos y reposapiés inclinados puede contribuir de manera significativa al bienestar de la madre durante la toma, previniendo conductas disfuncionales y favoreciendo una prensión profunda y estable (Università degli Studi di Padova & Inglesina Baby, 2025. Unipd e Inglesina: insieme per il Baby Wellness. Ricerca scientifica e sviluppo di prodotti innovativi per il benessere del bambino).

Lectura de las señales pre-mordida

La mordida casi nunca es repentina: a menudo está precedida por señales comportamentales precisas, como inquietud, enlentecimiento de la succión y apretamiento mandibular. Reconocer estas señales permite a la madre interrumpir delicadamente la toma o variar la posición para reequilibrar la prensión y reducir el estrés oral.

La mordida puede ser también una expresión de saciedad o sobreestimulación sensorial. Ofrecer el pecho cuando el neonato está bien despierto y motivado a succionar (y no en fase de somnolencia o distracción) reduce la probabilidad de conductas desorganizadas. Incluso una sobreproducción de leche o un flujo demasiado rápido pueden inducir malestar oral y estimular la mordida.

La mordida del pezón no debe interpretarse como un gesto agresivo o anómalo, sino como un comportamiento multifactorial que refleja la interacción de factores madurativos, sensoriales, motores, posturales y emocionales. La comprensión profunda de este fenómeno requiere una lectura integrada neurobiológica y relacional, en la que el comportamiento del niño se vea como un lenguaje corporal emergente, que debe descifrarse más que reprimirse.

En esta perspectiva, el respeto del ritmo del niño, la promoción de un ambiente corporal relajante y la valorización del bonding prenatal representan condiciones imprescindibles para sostener la calidad de la relación diádica y la continuidad de la lactancia.

La alianza terapéutica entre madre y profesional sanitario se convierte, por tanto, en crucial para proteger y promover una lactancia serena y funcional, acompañando a ambos protagonistas hacia una dinámica cada vez más consciente, armónica y satisfactoria.

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